Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Kajkoj Máximo Ba Tiul

Y los pueblos siguen ahí.  La democracia ha sido mala con los pueblos.  Los dueños de este país, amparados en ella, han privilegiado los derechos individuales sobre los derechos colectivos.  Crearon un sistema de opresión y control en contra de los pueblos indígenas principalmente. Esa institucionalidad ha servido para apoyar los desalojos y despojos de tierras. Esa misma que ha permitido cooptar a personalidades indígenas, en su mayoría académicos y líderes de los movimientos mayas.  Es la misma que ahora se apresta a acusar a sus dirigentes y dirigentes de incitadores y violentos, porque se decidieron defender la democracia corrupta y mezquina.

Ahora los pueblos indígenas tuvieron que salir de sus comunidades para defender esa corrupta democracia. Por eso el nuevo gobierno no debe gobernar a espaldas de ellos.  No bastan las mesas de negociaciones, hay que ir allá, donde viven los pueblos.  Hay que estar ahí, con ellos, comprender sus necesidades, que no solo son de educación, de salud, de vivienda, sino de tierras y territorios.

Hoy los pueblos, salieron a defender no solo el voto. Sino la democracia.  Llevan ya más de dos meses de estar en la capital.  Algunos dicen, hay que llevarles agua, comida, ropa.  Otros dicen, hay que acompañarlos en las manifestaciones. Pero se percibe hasta ahora, una apatía urbana-ladina para levantarse y movilizarse en contra del pacto golpista.

A casi un mes del 14 de enero, convertido en un día símbolo, pero también en una especie de ansiedad, aún seguimos pensando, ¿irá asumir Arévalo y su movimiento político Semilla? ¿Qué va a pasar al final?

Como todo es un incierto, nos encontramos entre una especie de fatalismo y el “conformismo”.  Lo cierto es que aquí la metodología de escenarios ya no es suficiente para darle respuesta o, por lo menos, intuir, olfatear, lo que podría pasar en el país.  Los escenarios, cambian en cualquier momento y aunque no queramos es conducido por el “pacto criminal”, hasta hace unos días “pacto de corruptos”, ahora “pacto golpista”.

Si este grupo de criminales, nacidos desde la colonia, fortalecidos durante la independencia, robustecidos con la llegada de los alemanes y envalentonados con el genocidio, sigue marcando el paso de nuestras luchas en la calle, eso quiere decir que nuestras estrategias están fallando o puede fallar y las consecuencias serán duras para todos.

Los análisis se han quedado solo en el campo jurídico-político y no ha trascendido a entender y comprender la estructura y superestructura que está conduciendo el campo de acción y, hasta ahora, tampoco se ha comprendido el papel que han jugado los pueblos indígenas.  “A Arévalo le decimos que, si gobierna a escondidas del pueblo y sin tomar en cuenta las demandas de los pueblos, pues igual le haremos, como le estamos haciendo a Giammattei”, dijo uno de los líderes indígenas.

“Si no reaccionamos el pueblo seguirá en la miseria”, dice, en una entrevista la alcaldesa Ixil.  Eso quiere decir, que los pueblos, así como han confiado en sus autoridades, están confiando también en que si Arévalo toma posesión, entonces, algo cambiará para ellos. Ojalá sea cierto y que después no se vuelva otra esperanza rota.

Lo cierto es que es urgente la creación de un frente de luchas.  Conducido por los cuatro pueblos: maya, xinka, garífuna y ladino.  Es el momento, como decía, Mario Payeras, de unir la contradicción de clases y la contradicción étnica.  Los revolucionarios no deben negar su existencia.  Y la iniciativa debe venir, como dice un amigo, de los pueblos indígenas, por el peso político y el liderazgo que han demostrado hasta ahora.

La lucha de los pueblos no es cortoplacista.  No están pensando solo en el 14 de enero a las 14 horas. Por eso, la fortaleza de un gobierno progresista en situaciones como la actual, con un desgaste fuerte, debe ser los pueblos originarios.  No los indios permitidos, ni los académicos e intelectuales ahora llamados think tank (tanques de pensamiento), tampoco los especialistas o exfuncionarios de los organismos internacionales, ni los 23 diputados electos de Semilla.

La fuerza de este nuevo gobierno debe ser los pueblos de abajo, quienes han demostrado que si pueden cambiar al país.  Como dijo Luis Pacheco, el actual presidente de los 48 cantones: “que no se les ocurra capturar a uno de los nuestros, porque llenaremos de más gente las ciudades”.

Cuenta la historia que Manuel Tot cuando llegó a formar parte de la Conjura de Belén, les dijo a los dirigentes: “cuánta gente quieren ustedes, allá en nuestro territorio, hay diez mil Q’eqchi’ dispuestos a luchar”.  Así como salieron los pueblos a defender la democracia, también pueden salir a defender a sus autoridades, incluso sin el apoyo de los grupos progresistas.

Por último, los pueblos indígenas saben que defender la democracia es ir mucho más allá. Como conocedores y conscientes de la situación en la que viven, conociendo sus historias, saben que la lucha va mucho más allá que sentar a un gobierno blanco, de clase media y progresista.  Están conscientes que después del 14 de enero, la lucha será mucho más fuerte, porque es ahí, donde comienza el cambio para el país o seguirá el atraso.

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