Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 8 minutos

 

Por Miguel Ángel Sandoval

-I-

Lo que ocurre en Guatemala desde el 2 de octubre del año 2023, fecha en que iniciaron los plantones, bloqueos, manifestaciones al llamado de los 48 cantones y otras autoridades indígenas, ha sido visto por muchas personas y por diversos analistas, como una extensión del proceso electoral de julio y agosto del año 2023. Otros lo han visto como la expresión que en Guatemala hay un fuerte movimiento social con la emergencia de los pueblos indígenas como a la mayor prueba de que algo nuevo ocurre. Y en verdad hay un poco de todo esto. En efecto, el 2 de octubre iniciaron los plantones y bloqueos de carreteras a nivel nacional, que pedían el respeto del resultado electoral, ya sancionado por el TSE.

En el origen, fueron unos 15 bloqueos, pero al día siguiente ya eran 20, luego 30, a continuación 40 y en la actualidad, todos los días son de 120, 130 o más plantones y bloqueos de carreteras, aunque en el fin de semana del 14-15 de octubre se haya dado una tregua. Hay de hecho un paro nacional. El comercio cerro en un 50 o 60 %. Los mercados se sumaron a la demanda `planteada, los repartidores de comida y otras cosas, también. El transporte se redujo a nada y gremios del mismo apoyaron. Les escuelas y colegios cerraron. La administración pública descendió a su mínima expresión. Todo con orientación de los pueblos indígenas.

A este movimiento nacional se debe agregar el rol de las fuerzas de la policía nacional. Llamadas a imponer el orden en el más grave de los casos, o a preservar la gobernabilidad, incluso por la vía de la represión, pero en esta ocasión las fuerzas especiales de la policía, dialogaron, se mostraron respetuosas de los DDHH, e inclusive retrocedieron cuando fue indispensable hacerlo, salvo algún incidente menor, aunque repudiable. Ello a pesar de muchos que, desde las posturas del pacto de corruptos, insistieron una y otra vez en la disolución de los bloqueos, con llamados desde el empresariado que convirtieron el tema de la libertad de locomoción, en su insignia-bandera, ante la imposibilidad de ver el proceso que venía desde las entrañas del pueblo indígena que nunca entendieron, ni entienden.

O visto con otros parámetros, se instalaron en la idea de que los plantones limitaban la libertad de comercio, sin darse cuenta que la demanda de democracia es superior a la idea de vender plátanos o café.

Sin embargo, las acciones de los pueblos indígenas, particularmente los organizados alrededor de los 48 cantones de Totonicapán y de la alcaldía indígena de Sololá, nos dicen de un levantamiento indígena que el país no conocía desde los años de la creación de la república, o antes en los denominados motines de indios. Resulta que ese levantamiento se produce teniendo como insignia base, la lucha por la democracia y por los derechos atropellados por el MP, al saquear el TSE y las cajas con las actas y los votos de la ciudadanía, depositados desde los días 25 de junio y 20 de agosto. Es una demanda que tiene en su base una democracia comunitaria que se desconocía en el resto del país, hasta que llego la movilización nacional dirigida por las autoridades indígenas.

Esto es el origen visible de un levantamiento o rebelión de los pueblos indígenas, y todo lo que vemos hoy. Se produjo, por la vía de la resistencia indígena y su proclama por la democracia, un hecho inédito en nuestro país: ya que la sociedad guatemalteca en sus diferentes expresiones organizadas, vieron un nuevo liderazgo y el mismo emana de las autoridades indígenas. Ver para creer.

De un día para otro, estudiantes, obreros, comerciantes, partidos políticos (en verdad miembros de los partidos) analistas, y otras organizaciones, encontraron que los 48 cantones expresaban una nueva manera de ejercer un liderazgo, pues hartos como estaban del mal gobierno y de los partidos en la mayoría de denominaciones, solo algo nuevo podía canalizar el hartazgo que la sociedad siente por la política y por lo político, y de la manera de practicarlos en el país.

Pero, si ya Semilla había dado una campanada el 25 de junio y el 20 de agosto, al ganar las elecciones y convertirse en un fenómeno nacional de un día para otro, los líderes indígenas salieron, por decirlo de alguna manera, al relevo del partido Semilla y su candidato, Arévalo, presidente electo. La existencia de un presidente electo como Arévalo, fortalece al movimiento social y a su vez, el movimiento social fortalece al futuro gobierno de Arévalo. Y como el gran actor que emerge, el levantamiento nacional dirigido por los pueblos indígenas.

Si es correcto hablar de la sorpresa del partido semilla y del presidente Arévalo, el proceso social desencadenado desde el 2 de octubre, no podría haber sido dirigido ni encabezado por el presidente electo y por su partido, pues el movimiento partió desde la provincia hasta donde el fenómeno Semilla no llegaba, pues todo mundo sabe que el mismo era de origen básicamente urbano y de clapas medias. Aunque si es real que el presidente Arévalo y su partido se convirtieron en un hecho nuevo, que dio pie a una lucha que aprovecha ese momento, creado por el rechazo a la vieja política y al pacto de corruptos, para decirlo con los términos que revelan y expresan el hartazgo de la sociedad.

Se ha producido una suerte de país con dos ideas de la vida y del progreso, con dos maneras de entender la democracia y sus problemas. Y, sobre todo, se ha instalado en el imaginario nacional la idea de un liderazgo colectivo que representan los 48 cantones y la alcaldía de Sololá, en primera instancia, así como otros liderazgos de comunidades indígenas en el resto del país. De la misma forma que Semilla nos remite a un partido nuevo, alejado de la vieja política y sus costumbres. Lo que sí es un fenómeno novísimo, es el encuentro de dos vertientes de la lucha democrática. En el mismo, lo electoral y el irrespeto desde el poder a los resultados alcanzados, junto al intento de dar un golpe de estado, creo las condiciones para que las demandas de los pueblos indígenas y las demandas de respeto por el voto y la democracia, se articularan de una manera que no sabíamos que existía.

-II-

El principal rasgo del triunfo electoral de Semilla y Arévalo fue sin duda la sorpresa. NI ellos mismos pensaron en algo semejante. Esto se refiere solo como un hecho, una constatación. Pero el movimiento que ahora encabezan las autoridades indígenas, es algo más que una sorpresa, es el descubrimiento de un país olvidado, marginado, que de hecho no existía en el imaginario nacional, y menos en las elites del poder.  Es la sorpresa de la sorpresa. Pero, sobre todo, la revelación. Es el cambio de época, es un movimiento fundamentalmente indígena que llama a las calles con su principal dirigencia al frente, y como algo novedosísimo, con una agenda nacional, sin ninguna demanda sectorial. Nada a cambio, todo para el país. O sea, la democracia desde las comunidades.

Y los dos fenómenos han puesto contra la pared al pacto de corruptos, a la alianza gobernante y a todos los que se alinean en su entorno. Es la certeza que nada volverá a ser como era antes del 2023. En este año que vivimos en peligro, como el título de un filme sobre los acontecimientos de Indonesia en 1965, pues el riesgo de caminar hacia una dictadura corporativa estuvo sobre nuestras cabezas todos los meses y días del año; en 2023 nació la certeza que la democracia en nuestro país había llegado para quedarse y no solo como el fenómeno urbano que fue hasta la fecha, de la misma manera que su deterioro.  Ahora hay una dirigencia indígena que aboga por la democracia, que se encuentra acompañada por el Arevalismo que renace. Así, octubre vuelve a caminar de la mano de un partido joven y sobre todo de los pueblos indígenas.

Ahora bien, la sorpresa no es algo exclusivo de un país como el nuestro. Revisando de manera rápida algunos hechos históricos, resulta que en 1975 hubo la revolución de los claveles en Portugal, donde el pueblo y militares derrotaron la dictadura Salazarista que había estado en el poder por un cuarto de siglo, y al mismo tiempo terminaron la colonización portuguesa de los países de África. De esa revolución de los claveles, quedo para la posteridad un símbolo: un niño colocando y clavel rojo en la punta del fusil de un soldado.

Posteriormente hubo en el año 1989, la revolución de terciopelo en la vieja Checoeslovaquia, en donde se constató que la población organizada, aglutinada en torno a una idea podía ser vencedora de regímenes autoritarios. Es acaso el primer movimiento que ocurre luego del derrumbe del muro de Berlín. El caso de Portugal y de Checoslovaquia, que, con sistemas políticos y económicos diferentes, tenían en común gobiernos autoritarios y profundamente antidemocráticos. En los dos países la democracia se impuso. Es obvio que en estos casos hay un profundo debate que debe ser abordado, pero no es menos cierto que como en nuestro país, un proceso se desencadena con actores que habían sido ignorados, desde regímenes autoritarios.

Traigo a colación los procesos de estos dos países pues en los mismos la resistencia fue pacifica, aunque se pueda argumentar que en Portugal fue por la vía de un golpe de estado, no es menos cierto que eso fue un levantamiento democrático de la mayoría del ejército de ese país, sin violencia, sin acudir a bombardeos como en el Palacio de la Moneda, en Chile para un golpe de signo contrario a lo que se señala. O como se hizo en algún momento en nuestro país. Se trata del desarrollo de fuerzas democráticas contenidas, aprisionadas por modelos políticos excluyentes, que dan paso a un proceso renovador, democrático, pacifico, lleno de audacia y con visión de futuro.

Parecería que ahora, es el turno de un país como el nuestro.

-III-

En el caso de los pueblos indígenas, parecería que su articulación viene de años, decenas de años, con procesos de toma de conciencia graduales pero sostenidos. Han sido las luchas por el reconocimiento a su identidad, a su idioma, a la tierra, a la plena participación política, al derecho indígena, y muchas cosas más, como los instrumentos legales de alcance internacional del tipo del Convenio 169 o la Declaración Universal de Derechos de los pueblos Indígenas de la ONU, Pero ahora, en una demostración que el acumulado tiene sentido, los pueblos indígenas levantan la democracia como la bandera principal, nacional, convocando al país entero. En ese proceso, los acuerdos de paz tienen un rol de importancia. Se podría afirmar que a partir del AIDPI, toma fuerza un proceso de organización, de búsqueda de respuestas ante compromisos de estado que en verdad no se cumplen.

A diferencia de otras ocasiones, en donde las demandas sectoriales, locales, ocupaban el centro de las movilizaciones, ahora ha sido el respeto al voto popular de todos los guatemaltecos, de todos los sectores, y con un planteamiento central: la democracia como punta de lanza de un proyecto de cambio nacional indispensable. Es una demostración que los pueblos indígenas viven una nueva época. Ya no son los pueblos marginales, ni los excluidos de siempre, hoy son los protagonistas de los eventos políticos que tienen lugar.

Hay momentos de cambios que muchas veces no se perciben de primera intención, sino que tienen que asentarse, pasar por un proceso de afinamiento, de cernido fino. Es el caso de un país con características parecidas al nuestro. El levantamiento actual encabezado por los pueblos indígenas y sus organizaciones, cambió para siempre a nuestro país. No hay vuelta atrás. No podrá existir democracia sin los pueblos indígenas y sus demandas, y sin sus formas de organización, sin su cultura, sin sus idiomas, sin sus valores. El pueblo guatemalteco ya es victorioso. Aún está pendiente el resultado final de este levantamiento, pero bajo ningún punto de vista, habrá espacios fáciles para el retroceso: el levantamiento, ya ganó una batalla en el imaginario social del país. Octubre, de nuevo, marcó al país para siempre.

Si en 2015 se inició una lucha de alcances importantes en nuestro país, ahora en 2023 se está dando otra vuelta a la rueda de la historia con un levantamiento indígena que ubica la democracia y la lucha contra la corrupción como el eje principal de su planteamiento. Dicho, en otros términos, la principal lección que nos deja este levantamiento, que ubica la democracia como su proyecto, es que en nuestro país lo que había, lo que, convocada a las elecciones, era una farsa de democracia, un remedo de democracia, una democracia circunscrita al relevo de caras en los gobiernos, pero con las mismas políticas de exclusión, marginación, racismo hacia los pueblos originarios. Pero, además, que lo existente, había llegado a su tope, que ahora era indispensable dotar de contenido a la democracia, limpiar de corruptos el gobierno y rescatar las instituciones.

En Bolivia que durante años se representó al indígena triste, abandonado, pobre, fuera de época, atrasado, y muchas cosas más. Pero luego de las jornadas por la lucha por el agua y al ganar las elecciones, dieron paso a un indígena nuevo, protagonista, y, sobre todo, artífice de su futuro. Es algo que hoy vemos que se vislumbra en nuestro país. Con nuestras características, con nuestros ritmos, con nuestros tiempos, pero con la certeza que asistimos a un cambio de época con el liderazgo de los pueblos indígenas, que tienen un rol protagonista en el respeto por la democracia que desde siempre no los incluyó, pero que ahora se les observa y acompaña como protagonistas de la lucha democrática en nuestro país.

Guatemala 15 de octubre del 2023

COMPARTE