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La democracia anhelada desde el autoritarismo

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Créditos: Junta de Gobierno 1944
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Pablo Rangel

Foto: Fotos Antiguas de Guatemala

Durante las protestas que se concentraron los sábados en el Parque Central en el 2015, fueron surgiendo varios planteamientos que, leídos desde una perspectiva política y social, dan claves para comprender lo que en un futuro no muy lejano puede transformarse en la frustración de las expectativas sobre la democracia. ¿Estamos en condiciones de ver el proceso revolucionario del 44 como una gesta democrática real, con luces y sombras,  sin desvalorar su sentido renovador y rupturista con el orden autoritario que le precedía?

Para comprender esta reflexión es necesario traer a discusión algunas expresiones que se manifiestan en el diario vivir de la sociedad guatemalteca.

Los sectores más conservadores del país, desde  la segunda mitad del siglo XX han señalado que “en el tiempo de Ubico la vida era más segura”, por otro lado, expresan frases como “en el tiempo de Ubico no habían ladrones, se podía dejar la puerta abierta y la llegaban a cerrar los policías”.   Los huelgueros sancarlistas  se mofaban de estas falaces expresiones diciendo “en el tiempo de Ubico, a los perros los ataban con salchichas y ¡no se las comían!”.

Desgraciadamente esta posición crítica se ha perdido y son pocas las voces que contestan las frases que magnifican al dictador.  Pero, para las protestas del 2015, en medio de la movilización surgió un nuevo icono, la figura de Jacobo Arbenz Guzmán.  Obviamente genera esperanza ver el rostro de Arbenz y también pensar en cómo sería una Guatemala en la que él no hubiera sido derrocado por las tropas liberacionistas apoyadas por la Central de Inteligencia Americana -CIA-.   Sin embargo, observando un poco más despacio los planteamientos que se hacen alrededor de Arbenz, dejan ver que su imagen se contrapone a la de Ubico, es decir, una lucha de iconos, algo muy propio de las visiones autoritarias y centralizadas en el poder del hombre fuerte.

Para vacunarnos de estas perspectivas que aunque suenan bienintencionadas son perniciosas, es necesario humanizar a los personajes, en este caso a Arbenz.  La única manera de lograr este objetivo es a través de la explicación de su historia.

Los dos gobiernos de la Revolución , el primero con el Doctor Juan José Arévalo como presidente y el segundo, del Coronel Jacobo Arbenz Guzmán, fueron los primeros y hasta hoy únicos gobiernos democráticos en Guatemala.  Ambos mandatos rompieron con el orden autoritario e intentaron construir una Guatemala lejos de la lógica de la sociedad-finca. En palabras de Sergio Tischler, fue un momento de crisis y ruptura sistemica.  De igual forma, este momento de desarrollo político, al verse frustrado por fuerzas intervencionistas iba a marcar las siguientes luchas rebeldes y la búsqueda de las fuerzas progresistas y revolucionarias por construir una democracia real que hasta hoy ha sido esquiva.

El hecho de ser los primeros gobiernos democráticos iba a significar también que durante su existencia se iban a manifestar las tensiones que surgen al vivir en democracia.  El mismo Congreso de la República estaba conformado por varios personajes de la élite intelectual nacional que eran abiertamente conservadores, incluso, algunos representantes de la oligarquía nacional.  Las fuerzas progresistas o que comulgaban con los ideales de aquella revolución, no eran mayoría ni tampoco habían constituido aplanadoras en el Legislativo.  El grupo de los 15, estaba formado por personajes de diferentes procedencias.  Esto es evidente en la discusión sobre los derechos de los pueblos indígenas que tiene lugar entre Clemente Marroquín Rojas (quién procedía de las fuerzas Unionistas de 1920) y David Vela (joven abogado con firmes ideales revolucionarios). Finalmente predomina la posición de Clemente Marroquín y a través del indigenismo paternalista se plantea la creación del Instituto Indigenista Nacional en 1945.

Después del retiro abrupto de Arbenz del poder y la instauración de gobiernos de corte militar se cierran todos los canales democráticos de participación.  Para 1960, surge la guerrilla revolucionaria y se instaura un estado contrainsurgente.

Con el paso del tiempo y después de más de 56 años del inicio de la guerra en el país, la sociedad guatemalteca ha aprendido a vivir en algo que se puede denominar como una “democracia tutelada” o “democracia autoritaria”.  En un régimen de esta naturaleza el disenso no existe, se puede observar que se encuentra subyacente la voz del dictador que impone su norma y visión de manera arbitraria.  Esta visión de la vida y sociedad ha provocado que en Guatemala estar bien, integralmente, signifique vivir sin desencuentros con nadie más, es decir, existir en  silencio y sin el contratiempo de tener que lidiar con alguien más.  Esto no es vivir en democracia.  La democracia es de tensión, de lucha política, de proponer y contraponer, de participación; obviamente en Guatemala esto no se ha dado.

Hoy llamo a la reflexión, ¿Estamos preparados para abrir los ojos y saber que la revolución del 44 es un llamado a construir un Estado democrático y no solo a replicar las acciones que en aquel momento fueron las adecuadas? ¿Estamos en la capacidad de reconocer a los humanos detrás del proceso revolucionario de 1944-54 o preferiremos seguir viendo a Arbenz con el lente heredado de décadas de autoritarismo?

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