El silencio insólito de los excandidatos

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

Si uno es medianamente optimista, o desinformado, que finalmente es lo mismo, podría estar satisfecho, incluso contento, con la existencia de 29 partidos. Si son 25 o 35, da igual. Eso demuestra el vigor de la democracia, o el compromiso del pueblo con la democracia, o la idea que tenemos de la democracia. Aunque todo ello no pasa de ser una declaración de intenciones hecha por un analista optimista.

En la actualidad, estamos metidos en la mayor crisis electoral o poselectoral desde que arrancó eso que se ha dado en llamar la transición democrática que inicio en 1985, que fue completada por la firma de los Acuerdos de Paz en 1996. Si vemos con atención el desarrollo de los eventos que han tenido lugar desde la convocatoria a las elecciones del 2023, nos topamos con una serie de ilegalidades, con anomalías, con abusos de poder, en la inscripción de partidos, o en la anulación de candidaturas y de partidos. En lo que constituye una expresión del desorden institucional que hay.

Pero volviendo al inicio de esta nota, cuando se habla de 29 partidos con registro legal, uno creería que se trata de 29 instituciones de derecho público, en cuyas funciones se parte de contar con una ideología, o con principios ideológicos, con un programa político o por lo menos, con ideas que apuntarían hacia un programa. No es el caso. A decir verdad, si nos atenemos a los clásicos de los partidos políticos, en especial Duverger, no encontramos nada de lo escrito por este señor en la vida cotidiana de los denominados partidos.  Como en todo, habrá alguna excepción.

No existen estructuras orgánicas, no hay programa, y con la ideología, cuando se le pregunta a alguno de sus personeros, lo que escuchamos es una sarta de incoherencias, de mentiras revestidas de frases altisonantes, pero que de manera general no dicen nada. En mucho tiene que ver la idea que se ha vendido y proliferado sobre el fin de las ideologías o el agotamiento de las mismas. Ser de derechas o de izquierdas ya no dice nada a estos personajes. Pero lo más grave es que no saben en donde se inscriben las diferencias entre uno y otro credo ideológico.

No obstante, el ideario de las izquierdas tiene de modo general el principio de los beneficios colectivos, mientras que el de las derechas, parte del beneficio individual. Y luego la construcción de una serie de instituciones que buscarían por diversos medios el bien común o el personal. Y luego hay otros temas que separan una de otra corriente. Mas o menos estado. Mas inversión pública o menos inversión. Mas impuestos o menos impuestos. Mas subsidios a sectores económicos o subsidios a sectores sociales.  No hay por donde perderse.

En pocas palabras, la idea de que no hay ideologías es al menos una gran mentira, aunque si es cierto, que en los días que corren, los supuestos básicos que señalo en el párrafo anterior, no se han modificado y que los temas de fondo del país siguen como hace muchos años. Ello no significa que las formas y las maneras de abordar cada uno de estos temas sigan siendo los que estaban de moda en el siglo XX o que se tenga que acudir al reino de todo vale para justificar cualquier cosa.

Pero además asistimos a la presencia de nuevos temas que hace falta abordar con una visión más amplia de la que podrían expresar la dicotomía izquierda-derecha. Así, por ejemplo, el tema del medioambiente no deja lugar a las expresiones más trilladas sobre estas ideologías, o formas de pensar las diferentes cosas. Hay, aunque no se quiera admitir, la primacía de lo colectivo sobre lo individual. Es el caso de eso que denominamos el cambio climático. Para ello es necesario que se deje de pensar en la soberanía limitada o en la soberanía plena. Nos guste o no, la solución a este tipo de temas es multidimensional. Afecta a lo interno como lo externo de cada país o región o grupos y países.

Ocurre algo semejante con las migraciones en la época actual. Se entienda o no, se acepte o no, es un asunto que tiene que ver con varios países al mismo tiempo. Y al respecto debería de existir una nueva legislación en donde los derechos de los migrantes sea el punto de partida y de llegada, sin que los derechos soberanos de cada uno de los países sea el determinante. Es algo difícil de ver, de aceptar, pero que tiene que ver con las nuevas realidades de este primer cuarto del siglo XXI.

El tema que quería resaltar es que, si bien estos nuevos problemas no tienen necesariamente una aproximación de izquierda o de derecha, son parte de los nuevos asuntos que se tienen que analizar desde las diferentes posturas ideológicas, y llegar a la conclusión que se tienen que abordar si o si, con el interés puesto en la gente, no en otras variables que, por supuesto entran en colisión muchas veces, acaso la mayoría de las veces.

Todo el rodeo es por la simple razón que, si ante estos temas hay incomprensión o falta de información, los partidos políticos guatemaltecos si deberían tener, al menos, una idea más clara de la democracia, una mejor aproximación a lo que significa un proceso electoral antes que fingir demencia o de esperar su “oportunidad” por la vía del silencio, o de portarse bien…. para no sufrir las consecuencias por su actitud beligerante en defensa de la democracia.

Esto tiene que ver de forma directa con el silencio vergonzante de los partidos políticos perdedores en la primera vuelta electoral. 28 o 29 partidos, hacen silencio. Salvo los dos que pasan al balotaje. El resto es el silencio que da pena ajena. Parece que las acciones del MP, el TSE, la CC la CSJ o las expresiones ciudadanas sobre el proceso y los vericuetos que vemos a diario, ocurren en otros países, con otros actores y ellos no cuentan en nada y para nada.

Como me comentaba un amigo, a la mayoría de los partidos existentes, o que parecen ser partidos, no les importa la democracia y sus instituciones, lo que les importa es el ejercicio del poder, obtenido no importa cómo, con que medios, pero, sobre todo, con el fin de hacer pingues negocios con las finanzas públicas y a la sombra de las instituciones del estado guatemalteco. Todo debido a que son “microempresas” electorales, cuyo propósito es el negocio, no la gestión pública. Esto es lo que está en el fondo del silencio de los partidos políticos en la actualidad.

Puedo entender que no se sepa con claridad cuáles son los propósitos del partido que está en el centro de la tormenta, como es Semilla, pero no puedo entender que por esas diferencias de opinión se haga silencio, ante lo que puede convertirse en un golpe de estado con vaselina, y se trunque el proceso democrático que vimos desde donde inicia. En otro orden de ideas, parecería que ese vicio original en el sistema de partidos políticos del país, que como digo, no parecen partidos políticos, es lo que les impide salir en defensa de la democracia, sus principios, sus valores y su práctica, ahora que está amenazada por un grupillo de personas, aisladas socialmente en el país y severamente cuestionadas en el plano internacional.

En ese contexto, lo que más se nota como ausencia, es el silencio absurdo de los candidatos perdedores en la primera vuelta electoral. No tienen el tamaño de estadistas y por ello les da lo mismo los ataques que sufre el proceso electoral en estos días. Todos estos sobresaltos en los procesos y acciones de diferentes instituciones parece que no les afecta. Lo único que lamentan, da la impresión, es que no les toco formar parte del negocio que pensaban. Así nuestro sistema político.

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