Por Sara Sánchez Castañeda
Las democracias se basan en la capacidad del público en general para elegir a los funcionarios que respondan mejor a sus intereses. Pero en el caso de Guatemala ¿qué sucede cuando un gran segmento de los votantes sabe muy poco sobre los debates políticos actuales o sobre el funcionamiento básico del gobierno guatemalteco?
Incluso más que los demás, los dos últimos ciclos electorales han puesto en relieve los peligros de la ignorancia política. Los datos han demostrado durante mucho tiempo que la ignorancia del electorado se extiende hacia ambos lados del espectro político, pues un alto porcentaje del público a menudo ignora incluso información muy básica, como qué partido controla el Congreso, qué funcionarios son responsables de qué asuntos y cómo el gobierno gasta el dinero de los impuestos.
El término de ignorancia no se refiere a estupidez. La ignorancia y la estupidez son términos que a menudo se usan indistintamente, pero en realidad son dos conceptos muy diferentes. Una persona inteligente puede ser ignorante acerca de muchas cosas, pues sin importar cuán inteligentes seamos, todos ignoramos la gran mayoría de la información que existe. Dado que nuestro tiempo y energía son limitados, tenemos que seleccionar y elegir lo que aprendemos. Es racional que no absorbamos la mayoría de información que consumimos a diario y, en cambio, dediquemos nuestros esfuerzos a buscar el conocimiento que nos interesa o que podría marcar una diferencia en nuestras vidas.
En estas elecciones generales 2023, la ignorancia pública ha jugado un papel importante al darnos un conjunto inusualmente doloroso de opciones en el día de las elecciones, al contribuir al ascenso de personajes como Carlos Pineda, por ejemplo. La mayor parte de la ignorancia que existe no es el resultado de la apatía por parte de los votantes; es, en gran medida, un comportamiento completamente racional impulsado por el hecho de que hay muy pocas posibilidades de que cualquier voto cambie el resultado final de una elección.
Para la mayoría de las personas, incluidas las personas más inteligentes, la decisión de ignorar la política también es lógica. Si la única razón para informarse sobre política es emitir un voto que “marque la diferencia” durante las elecciones, resulta que esto no es un gran incentivo en absoluto, porque la posibilidad de que nuestro voto haga una diferencia en el resultado es infinitamente pequeña (aproximadamente 1 en 9 millones en una elección presidencial).
La mayoría de las personas no conocen estas probabilidades exactas, pero intuitivamente se dan cuenta de que hay poca recompensa por dedicar mucho tiempo a estudiar la política. El problema se complica aún más por el tamaño, la complejidad y la falta de transparencia del gobierno guatemalteco, lo cual dificulta que incluso los votantes relativamente bien informados sepan más que una pequeña fracción de lo que hace nuestro gobierno.
Pero si bien la ignorancia política suele ser un comportamiento racional, puede conducir a terribles resultados colectivos. No importa mucho si algún votante es ignorante, pero sí importa si tenemos toda una demografía de electores que es así. La situación es comparable a la contaminación del aire: un automóvil que consume mucha gasolina hace poca diferencia, pero miles o millones de ellos han causado un gran daño al medio ambiente. De manera similar, la ignorancia generalizada del electorado es una especie de contaminación del proceso político.
Los votantes también suelen recompensar y castigar a los candidatos de forma arbitraria. En el caso de los votantes jóvenes, he visto cómo varios han desarrollado una afinidad hacia ciertos candidatos simplemente por encontrar divertidos algunos de sus videos de TikTok. En vez de actuar como agentes de cambio, estos electores suelen actuar de manera similar a fanáticos deportivos que alientan incondicionalmente a su equipo, sobrevalorando cualquier información que confirme sus puntos de vista preexistentes, mientras ignoran o minimizan cualquier cosa que vaya en sentido contrario.
Algunos académicos argumentan que los electores no necesitan saber mucho sobre política porque pueden confiar en los “atajos de información” (Voter Information Shortcuts) para tomar buenas decisiones. Los atajos de información se refieren a la idea de que los votantes no necesitan conocer los detalles de la política, sino solo saber si las cosas van bien o mal. Si las cosas van bien, pueden recompensar a los titulares en el momento de las elecciones. Si no, pueden expulsar a los inútiles, lo que a su vez tendría un fuerte incentivo para el resto de los funcionarios. Pero el uso eficaz de los atajos de información a menudo requiere un conocimiento previo que la mayoría del electorado no tiene.
Entonces, la solución más obvia para la ignorancia política es aumentar el conocimiento a través de la educación. Desafortunadamente, el conocimiento político ha aumentado muy poco en los últimos años en Guatemala, incluso cuando los niveles de educación han aumentado considerablemente.
Incrementar el conocimiento político a través de la educación resulta más difícil de lo que parece, pues nuestros líderes políticos tienen pocos incentivos para mejorarla. Es más, con mayor frecuencia utilizan la educación para adoctrinar a los estudiantes a su ideología de elección. Esta situación podría ser diferente si los votantes monitorearan y distinguieran a los funcionarios electos por usar la educación para aumentar el conocimiento político. Pero si el electorado estuviese tan atento, la ignorancia política no sería un problema tan grave.
La ignorancia política es una de las debilidades más importantes del gobierno democrático moderno, pero ciertamente no es la única. Para evitar un deterioro mayor de la situación, es crucial tomar medidas concretas para abordar la problemática y fortalecer la democracia guatemalteca.