Todos los presidentes al llamado de Lula

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Miguel Angel Sandoval

Convocados por Lula, los presidentes de América del Sur, con la sola excepción de la presidente en funciones de Perú, se dieron cita en Brasilia, unos años después que había una cumbre presidencial. El objetivo, ambicioso, es el de abrir el dialogo entre los presidentes de diferente postura política, para iniciar una fase nueva en las relaciones entre pares. Ello ocurre cuando Lula apenas inicia un mandato, que tiene en el ámbito internacional, un conjunto de iniciativas que hacen palidecer a los intentos aislacionistas de su antecesor, pero, sobre todo, a la visión predominante desde la hegemonía en declive de los EEUU.

Y precisamente esto es parte de la estrategia que se intenta impulsar desde Brasilia. Que los esfuerzos de desarrollo y de impulso a una serie de políticas tengan, al menos, el consenso de la mayoría de los países que se encuentran hoy, convocados a una cumbre inédita en Brasilia. Así, los temas medioambientales no pueden impulsarse de forma aislada. Es el caso del gran tema de la Amazonía, que como bien se sabe es compartida por Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador Perú, Bolivia; además, es importante señalar, la Amazonía constituye uno de los pulmones planetarios y, por lo tanto, no podría estar a merced de una u otra multinacional que busca en los recursos gigantescos de estas salvas, beneficios para sus pocos accionistas.

Es por ello que en algún momento el presidente Petro, decía de la urgencia de abordar temas como el cambio climático de forma conjunta, y no solo de manera aislada. Ese es uno de los grandes temas de esta cumbre. Por supuesto, fiel al estilo de Lula, lo primero es juntar en un mismo salón, sin agenda previa a los presidentes para que hablen, en confianza, en privado, sin mayor acompañamiento que de sus cancilleres y de algún asesor. Además, sin toda la parafernalia de las reuniones oficiales cargadas de protocolo, de documentos previamente elaborados para firmas simbólicas, y un largo etcétera.  En pocas palabras, se trata de una nueva visión de la diplomacia que se lleva a sus más altas expresiones.

Es obvio que el tema de Unasur estará sobre la mesa, que el candente tema de los migrantes igualmente ocupará la atención de unos y otros. Asimismo, el tema del narcotráfico tendrá un espacio en las deliberaciones que de manera abierta se puedan tener. Y no es algo menor. Se sabe que, desde hace años, el narcotráfico en sus más complejas expresiones, siembra, procesos químicos, transporte, lavado, cooptación de autoridades, es un tema en Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Guyana. No hay un solo país que escape al flagelo del siglo XXI. Quizás no en todos los países con la misma intensidad, pero es un hecho inocultable que no puede hacerse mucho de manera aislada.

Otros grandes temas pueden ocupar los espacios de discusión de los presidentes. Entre ellos, el rol de Brasil como integrante fundador de los BRICS, que durante el gobierno de Bolsonaro se había relegado como parte de los intereses que los orillaban a los EEUU como el factor hegemónico en la región, con una visión del siglo pasado. Y por supuesto el tema de la OEA puede ser abordado, así como las visiones que hay sobre los regímenes democráticos en la región. Aunque en esto no existe agenda común, ni parece que pueda existir, al menos de momento. Pues si bien es cierto, hay la visión cargada de ideología para enfocar lo que pasa en Venezuela, no es menos cierto que la ausencia mas marcada, la de la presidenta peruana Boluarte, sea algo que en verdad incómoda a todos de formas diferentes es cierto, pero que no puede pasar de noche en una cumbre de esta naturaleza. Es demasiado reciente el golpe/autogolpe en Perú, así como las múltiples denuncias de temas de derechos humanos, así como de elecciones cuanto antes, lo cual es un asunto interno pero que irradia hacia los otros países, pues en todos existen fuerzas que opinan y en ocasiones actúan, en sintonía con los asuntos que en otros países son parte de una crisis interna. Pero así es la política y las relaciones internacionales.

De la misma manera, la solución a la ecuatoriana, con una crisis insoluble de ingobernabilidad, no puede ser aceptaba de manera pasiva por todos los presidentes, pues ello estaría dando un aval a una suerte de golpe de estado moderno, en donde es posible gobernar haciendo de las instituciones algo que puede ser dejado de lado, cuando a alguien se le ocurra y lo justifique con algún artículo constitucional. Pero eso es adelantar vísperas. Al momento de redactar esta nota, no está claro el rol que más adelante pueda tener la región centroamericana y del caribe en las deliberaciones de cumbres como esta. Y ello es parte de los retrocesos que se viven en etas regiones, que con pequeñas excepciones tienen gobiernos solo de fachada democráticos. Aquí hay una agenda pendiente y no es en esos eventos en donde se puede resolver.

Desde aquí no podemos menos que sentir escozor al ver la capacidad de Lula da Silva, para convocar a los presidentes, sin agenda o mejor, con agenda libre, para intercambiar, abrir diálogos, pensar en acciones compartidas a futuro, con la idea de que la soberanía sirve para reafirmar la naturaleza de todos en relación con todos.  Aún es temprano para vaticinar que puede resultar de esta cumbre, pero si de algo se puede estar seguros, es que la región no será la misma, en términos políticos y diplomáticos, después de que la misma concluya. Y ojalá, con resultados y compromisos de caminar juntos sin tutelas y sin agendas que no sean las propias.

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