Por Miguel Ángel Sandoval
Salarios sobredimensionados por el solo hecho de pertenecer a una etnia.
Uno de los temas que pocas veces se aborda es el relacionado con la existencia de las denominadas ventanillas para temas vinculados a los derechos indígenas y la urgencia de un balance sobre su desempeño en los últimos años. Parecería que con el solo hecho de crearlas y constituirlas se llena el vacío. No es el caso. Lo cierto es que no se habla mucho del tema por temores infundados.
Con la creación de estas se dio paso a un estamento de burocracia indígena, y ello no sería nada extraordinario. Lo que sí merece atención es el hecho de que estos funcionarios se han dedicado, no todos ni en todas las ventanillas, a su función burocrática antes que al impulso de la agenda de pueblos indígenas. Es así en las llamadas ventanillas como en otros sectores de la administración pública. Hay que afirmar que la corrupción hizo presa de no pocos entre los emergentes cuadros indígenas. Como si el reconocimiento adquirido y las pequeñas cuotas de poder minaron la agenda de pueblos, y con ello se produjo una cooptación, por la menos gloriosa de la administración pública de nuestro país: la corrupción.
Los ejemplos. Uno de ellos es el rol de Codisra, que hace un sonoro silencio ante las muestras de racismo en las filas del Gobierno. Hay infinidad de casos. O la DEMI, que en el caso de las mujeres violadas en Baja Verapaz y el juicio que acaba de concluir en estos días guarda silencio espectacular. Otras funcionarias indígenas y funcionarios hacen silencio, solo se dedican a su lobby huesero. Otro ejemplo son las expresiones de corrupción en Fodigua y sus personeros. Hay información pública. Tanto en lo que tiene que ver con los puestos, salarios y bonificaciones como en el uso de esa plataforma para cualquier cosa, menos para políticas de desarrollo en los pueblos indígenas. Es la visión colonizada y oportunista, llevada a instancias de gobierno. Hay documentación al respecto.
Es lo mismo en otros cargos de la administración pública y cierta cooperación internacional, en donde hay, por el mecanismo de las cuotas, un nivel de cooptación importante. Salarios sobredimensionados por el solo hecho de pertenecer a una etnia y facilitar dos que tres contactos en el medio, que la cooperación o funcionarios de gobierno necesitan para justificar lo que hacen. Luego, por la falta de experiencia en temas de administración, expresiones de abuso de poder, acoso laboral y, lo más grave, la tendencia a justificar todo por la exclusión histórica padecida.
Y hay las expresiones de una suerte de carrerismo sin importar cómo, pero para estar en el presupuesto. Hay unos cuantos ejemplos de “líderes” mayas que han afinado los gestos para arrimarse al poder. El más dramático, en la última campaña electoral, fue el acto de besar la mano de un candidato presidencial por jovencitas manipuladas por líderes y lideresas locales. De esto hay una fauna. Lo mismo que con ladinos o caxlanes.
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El objetivo de algunos mayas de acercarse al poder y a su ejercicio se distorsionó.
El origen de las ventanillas está ligado a las luchas de los pueblos indígenas y los Acuerdos de Paz, y a la idea de trabajar en instituciones de estado para aprender sobre el funcionamiento de éste. Los hechos demostraron otra realidad. Una buena parte de líderes dejó la agenda de pueblos indígenas y termino cooptada. Los puestos y los sueldos fueron más fuertes que los ideales o el compromiso. Hay ejemplos. Un líder del grupo Decenio Maya, se vinculó al Patriota y luego de un par de reuniones con líderes comunitarios, terminó de Ministro de Cultura. De ahí, a la corrupción extendida y finalmente a proceso. Ministros al servicio empresarial, ajenos a su pueblo. La nulidad total, dicen sindicalistas.
El planteamiento de acercarse al poder y a su ejercicio se distorsionó. Es el momento en que aparecen líderes indígenas cuya función es servir a los partidos políticos para contar todos con una cuota de presencia entre las comunidades indígenas. La idea de participación política autónoma derivo en servir de acarreadores de gente a los mítines políticos, y luego, a las más altas instancias de gobierno. Los casos se podrían nombrar de manera concreta, pero eso corre por cuenta de las instancias de pueblos indígenas que curiosamente, guardan silencio.
Un caso emblemático es la Comisión de Asuntos Indígenas del Congreso. Alejada de la agenda de pueblos indígenas. Ejemplar fue el cambio de nombre del Estadio Nacional. Se intentó que esta comisión encabezara la demanda de colocar de nombre el de Doroteo Guamuch, pero la sordera fue de antología. Finalmente se hizo el cambio, a pesar de la comisión. Hay líderes de excepción, pero sin la fuerza ni la influencia necesaria para contrarrestar la tendencia que se señala. Es por la falta de conciencia étnica real y de claridad de objetivos, lo que lleva a merodear por el poder y jugar el rol de decoración, como lo hacen las edecanes vestidas con trajes regionales, durante actividades de gobierno.
Hoy es una doble necesidad. De un lado los grupos de poder requieren de indígenas (los indígenas colonizados y permitidos) para tener alguna legitimidad; de otra parte, supuestos líderes indígenas que necesitan fingir que representan algo para formar parte de los círculos de poder. La participación de los indígenas en el poder convertida en una farsa. Mientras el gobierno finge contar con políticas incluyentes: Sac´be o transparencia en la SAT (ningún empleado sabe que significa). Otra es el B´aktun en la planificación económica.
Pero la idea de participación política a todos los niveles con la agenda de pueblos indígenas no existe en ninguna de las instancias que se señalan. Ni siquiera se llega a la pantomima de Álvaro Colom con su asesor espiritual, o a la caricatura de Consejo de Estado durante gobierno de Berger impulsada por Stein. La Declaración Universal de Pueblos Indígenas de la ONU, es en nuestro país desconocida. Mientras que, de una forma u otra, el Convenido 169 se pretende modificar y meterle una camisa de fuerza. Pero derechos y participación indígena no existe, a pesar de unos cuantos permitidos que posibilitan decir al estado racista y excluyente lo contrario.
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“Los intentos de cooptación se han multiplicado, pero sin éxito”
Uno de los temas que más dificultad presentan en el análisis sociológico, antropológico o político, es el de la representatividad de un pueblo, una etnia o una cultura, y para el caso que me ocupa, de los pueblos indígenas. Es por ello que los pequeños grupos que se adjudican ésta, no pasan de ser vistos como oportunistas o arribistas, pero representantes de los pueblos indígenas no. En el caso guatemalteco quienes gozan de representatividad, demostrada en múltiples ocasiones, son las alcaldías indígenas de vatios departamentos. Acaso una de las más emblemáticas sea la de los 48 cantones de Totonicapán. Y ello debido a que, durante muchos años, decenas de caños hay que decir, han ejercido el liderazgo en sus comunidades y ahora se proyectan a nivel nacional.
Lo mismo ocurre hoy con la alcaldía indígena de Sololá que es una clara expresión de las formas de ejercer el servicio comunitario en ese municipio. Es evidente que hay dificultades y problemas en uno y otro caso. Pero es innegable que, en los casos señalados, las formas de resistencia que se expresan son muy importantes. Los intentos de cooptación por el poder central se han multiplicado, pero no hay tenido éxito. Y quizás valga la pena señalar que supuestos líderes indígenas se han ofrecido de mediadores, facilitadores, operadores, para ese fin, pero todos han obtenido fracasos claros.
De forma similar las autoridades ixiles, que, con mucho esfuerzo, han recuperado el saber y ejercicio de sus funciones anclados en lo ancestral. Lo mismo que la alcaldía de Santa Cruz del Quiché. Pero más allá de ello lo que existe son proyectos, propuestas, algunas experiencias dignas de ser analizadas. En este sentido, el Parlamento Xinca es una de esas experiencias, así como el parlamento de los pueblos de Huehuetenango.
Huelga decir que las ventanillas que menciono en las anteriores entregas, no han tenido mayor incidencia en las alcaldías indígenas. No es que haya habido fricciones, sino que una especie de pacto tácito de no interferir en las actividades de las partes. Lo que en verdad existe son dos formas de ejercicio del poder o si se prefiere, de ejercer el liderazgo y de cumplir con las actividades comunitarias por servicio, no por salario. En eso estriba la diferencia más visible entre dos prácticas y dos legitimidades.
Las ventanillas pueden tener legalidad, pero no mayor legitimidad. Mientras que las alcaldías indígenas tienen legitimidad y se les regatea su legalidad por parte del poder central. Es la gran contradicción en que vive la sociedad guatemalteca. Mientras que los líderes autonombrados, son los indígenas permitidos al servicio del poder central de fuerte acento colonial.
Nota. El artículo fue publicado originalmente en tres partes.
Febrero de 2022.