Javier de León, símbolo de la dignidad del estudiante

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Sergio Palencia Frener* 

En momentos como el actual, de ataque del Estado contra la democracia en sus múltiples formas –indígena cantonal, estudiante colectiva–, surgen luces en nuestro horizonte. Hay que prestarles atención, no dejar que se vayan desapercibidos. En ellos se resguarda lo que de sueño, ética y bondad hay en Guatemala.

La graduación del estudiante Javier de León Gómez desde la prisión del Mariscal Zavala es una muestra de potente dignidad. La fiscalía y el pacto de corruptos, al procesar a Eduardo Velásquez, Marcela Blanco, Rodolfo Chang y Alfredo Beber, oficializó su apoyo a la espuria rectoría de Walter Mazariegos. A pesar de los esfuerzos de las fuerzas gubernamentales por deslegitimar la lucha por la democracia universitaria, sus acciones se revierten.

Javier de León, como tantos estudiantes, hombres y mujeres de la Universidad de San Carlos en resistencia, llevan en la calma de sus palabras, en la paz de sus acciones, una profunda crítica al sistema de corrupción. El estudio en sociedades como la guatemalteca está atravesado por la vivencia de la dificultad, de la falta de apoyo y recursos. Nos han saqueado por décadas.

Cierto, pero de esa dificultad y de su conciencia el estudio-desde-la-sociedad se convierte en sueño colectivo de gran fuerza. La física, como la filosofía, implica una contemplación de lo pequeño en lo grande, del universo en los detalles. ¿De qué están hechos los astros? ¿Cómo se mueven y cuánto pesan las galaxias? ¿Cuántos tiempos habitan un instante? Todo esto apunta a un sueño, ese mismo que sentimos cuando, de niños, nos inunda una sensación de grandeza ante la inmensidad: ver en el agua algo que crece en nosotros. La razón, el estudio, están movidos por esa misma materia que compone el universo y el átomo, es ella misma en estado de autoconciencia dirían Hegel y Bloch. La flor se percibe a sí misma en el ser humano, ¡esa es su grandeza! Natura naturans spinoziana.

Por eso, desde la prisión militar, la graduación de Javier de León transmite semejante luz y energía: porque, a pesar del esfuerzo por apagar los ánimos y la verdad, el Estado nunca podrá detener lo que bulle en el sueño del estudiante.

El gobierno de Giammattei se queda pequeño y, de manera inversamente proporcional, la humanidad de los estudiantes y de los profesores sancarlistas, acusados con la propia culpa del gobierno, brilla con más fuerza. En su Cántico cósmico, Ernesto Cardenal pinta el big bang, la idea de la explosión primigenia, con imágenes de revolución y coloquio, a veces bastante similar al Popol Wuj de los pueblos mayas. Dice el poeta:

“La noche oprimía la tierra como selva impenetrable…

Se dice que cuando aún era de noche,

cuando aún no había luz,

cuando aún no amanecía,

dicen que se juntaron. Dijeron: ¿Quién hará amanecer?”[1]

La persistencia en las cárceles, la olla comunal de Gerona, el baile de la marimba en Santa Lucía Utatlán, todas ellas, actualizan la espera activa de los grandes ancestros. Su sueño es posible, dable, necesario.

* Profesor-investigador de antropología histórica en la Universidad William & Mary, Estados Unidos. Ha publicado diversos trabajos sobre historia y etnografía de Mesoamérica. Su último libro, Rebelión estamental y el origen del Estado finquero en Guatemala, 1780-1940 (UNAM, 2021), estudia la política de casta finquera y distintos momentos de resistencia de las comunidades mayas del país

[1] Cardenal, Ernesto. (1989). Canto cósmico. Managua: Nueva Nicaragua, p. 18.

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