Créditos: Juan José Guillén / Prensa Comunitaria
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Un trabajador de la paz, un mártir y una persona extraordinaria que conoció de cerca el sufrimiento del pueblo guatemalteco durante la guerra, así describen las personas que conocieron y trabajaron junto a monseñor Juan José Gerardi, cuyo asesinato cometido el 26 de abril de 1998 conmocionó al país.

Por Regina Pérez

El 26 de abril se conmemoran 25 años del asesinato de monseñor Juan José Gerardi Conedera, un pastor de la Iglesia Católica y un trabajador de la paz que quería una Guatemala distinta para toda la población, según las personas que la conocieron. De carácter introvertido, callado pero empático, sabía escuchar a quienes lo rodeaban.

Tenía una figura intimidante, pues medía 1.85 metros, era corpulento, pero una vez lo conocías y se rompía el hielo, era un personaje extraordinario, recuerda Ronalth Ochaeta, exdirector de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG). También lo describe como un hombre con una gran humanidad y sentido del humor, cercano a la gente.

Edgar Gutiérrez quién coordinó el informe de la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) recuerda en un artículo que no se destacaba por discursos públicos grandilocuentes y que su fuerte era el intercambio en grupos pequeños. Ahí podía sostener discusiones sobre casi cualquier tema, desde teología hasta discursos agrarios y literatura.

El padre Rigoberto Pérez quien lo conoció cuando lo nombraron para coordinar el proyecto REMHI en Quiché resalta que su carácter era poco introvertido, callado, pero que sus análisis y percepción humana eran sorprendentes.

Podía ver la humanidad de la persona, percibir sus emociones y aunque no tenía esa figura carismática, impactaba al público y tenía una manera de comunicarse, incluso contaba chistes y tenía conversaciones amenas en grupos, señaló. Su actitud era de cercanía a las personas, estimaba a la gente, dijo.

Gerardi nació en la ciudad capital el 27 de diciembre de 1922, fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1946 y en 1974 fue nombrado obispo de Quiché, departamento donde vivió una de sus experiencias más duras. Fue testigo de cómo la población era víctima de masacres y catequistas y sacerdotes de la Iglesia Católica eran perseguidos y asesinados, situación que denunció varias veces incluso poniendo en peligro su vida.

El 21 de julio de 1980, luego de conocer sobre la planificación de un atentado en su contra, tomó la decisión de salir de Quiché, “como signo de denuncia de los hechos que se venían dando contra la Iglesia de forma tan trágica y sistemática”, escribió el padre Santiago Otero en la biografía “Mártir de la Verdad, Monseñor Juan José Gerardi Conedera”.

En Quiché, Gerardi descubrió las dos Guatemala, la de la ciudad y la de las aldeas y pueblos y ese encuentro le reveló la situación de la mayoría de la población en el país y lo hizo encontrarse con la historia, indicó Pérez, quien considera que por eso Gerardi se comprometió y se convirtió en un profeta que señaló los caminos nuevos que Guatemala debía de tomar.

Eso fue lo que trató de hacer al fundar la ODHAG después de sufrir el exilio y al presentar el informe de las conclusiones sobre las violaciones a los derechos humanos del REMHI, el 24 de abril de 1998 “y lo testificó con su sangre al haber sido asesinado dos días después”, dijo el sacerdote.

A 25 años de su asesinato, el padre Otero considera que, aunque el tiempo ha pasado, el legado de Gerardi continúa actual, “posiblemente tan actual como en el año 1998”, en un contexto donde la corrupción, la impunidad y el robo desde los sectores públicos y privados, la mentira descarada en el ámbito de la justicia y la persecución de actores de justicia pareciera que no tiene precedentes.

En un documento que compartió con Prensa Comunitaria, de su autoría, señala que a Monseñor Gerardi se le considera el mártir de la verdad y la paz.

Del obispo, resalta entre su herencia pastoral, la verdad de la guerra. En la última fase de su vida, cuando sufrió la persecución y el martirio de sacerdotes y catequistas, el exilio y ver su diócesis como centro de batalla, comenzó a creer que la memoria histórica es necesaria para la reconciliación y para fundar una sociedad en la verdad y la dignidad. “Eso lo hizo un buscador de la paz y la reconciliación, todo esto con el fin de derribar el muro de la impunidad”, indicó en el texto.

Un crimen de Estado

El 24 de abril de 1998, Gerardi presentaba en la catedral Metropolitana el informe “Guatemala Nunca Más”, del Proyecto Interdiocesano REMHI que recogió miles de testimonios sobre las violaciones a los derechos humanos durante la guerra interna en Guatemala (1960-1996).

“Cuando emprendimos esta tarea nos interesaba conocer para compartir la verdad, reconstruir la historia de dolor y muerte, ver los móviles, entender el por qué y el cómo. Mostrar el drama humano, compartir la pena, la angustia de los miles de muertos, desaparecidos y torturados; ver la raíz de la injusticia y la ausencia de valores”, fue parte del discurso de Gerardi el 24 de abril, sobre este proyecto.

Dos días después, la noche del 26 de abril, el obispo fue asesinado en la casa parroquial de la Iglesia San Sebastián, ubicada en la zona 1 de la ciudad capital.

Por este crimen, fueron condenados el 7 de junio de 2001 por el Tribunal Tercero de Sentencia Penal los militares Byron Disrael Lima Estrada, su hijo Byron Lima Oliva y José Obdulio Villanueva a 30 años de prisión por la ejecución extrajudicial del obispo. También fue condenado el padre Mario Orantes por complicidad, a 20 años de prisión.

Su asesinato, según Nery Rodenas, director de la ODHAG, fue calificado como un crimen de Estado por el Tribunal. Se utilizaron los recursos y mecanismos del Estado para la ejecución del crimen, explicó. Luego de la sentencia, se dejó abierto el proceso de investigación contra otros autores vinculados al Estado de esa época, que planificaron, ejecutaron y trataron de encubrir el crimen del religioso.

Hasta la fecha, ninguna de estas personas contra quien se ordenó una investigación ha enfrentado responsabilidades. Entre estos están Rudy Vinicio Pozuelos Alegría, Andrés Eduardo Villagrán y Juan Francisco Escobar Blas, quienes tenían, según el Tribunal, conocimiento y posible participación en el hecho criminal.

También se dejó abierto el procedimiento en contra de Darío Morales García, Carlos René Alvarado Fernández, Luis Alberto Lima Oliva, Julio Meléndez Crispín, Edgar Antonio Carrillo Grajeda y Erick Estuardo Urizar Barillas por declarar falsamente y ocultar circunstancias y hechos con relación a los acusados y el crimen mismo. Esto según el documento “Impunidad y Redes Ilícitas: Un análisis de su evolución en Guatemala” de la Fundación Myrna Mack, de 2019.

La presentación del REMHI, dos días antes de su muerte, sí pudo tener una vinculación al crimen, según Ochaeta, aunque se desconoce hasta qué nivel. “De qué nivel fue la decisión es la respuesta que no tenemos y que a 25 años aún estamos esperando justicia para un hombre justo”, manifestó.

A su criterio, se condenó a las personas que tuvieron complicidad, pero no a los autores intelectuales. “Ahí está el quid del asunto, se perdió el interés, han pasado tantos fiscales, no solo la actual fiscal, son 25 años y esa responsabilidad está también en los fiscales generales porque hay un principio de unidad en el Ministerio Público (MP).

El REMHI un proyecto que devolvió la voz a las víctimas de la guerra

El proyecto REMHI, explicado en las palabras de Gerardi en la catedral metropolitana, fue una tarea para romper el silencio que por años mantuvieron miles de víctimas de la guerra y les abrió la posibilidad de que hablaran, contaran su historia de dolor y sufrimiento a fin de sentirse liberadas del peso que durante años las han abrumado.

“Este ha sido esencialmente el propósito que ha animado el trabajo que durante estos tres años ha realizado el Proyecto REMHI: conocer la verdad que a todos nos hará libres”, dijo en su discurso.

El proyecto consta de 4 tomos: I sobre el impacto de la violencia, el Tomo II sobre los mecanismos del horror, Tomo III, El entorno histórico y IV, sobre las Víctimas del Conflicto.

Este informe tenía como objetivo buscar la reconciliación, pero no automática, sino a través de un proceso de sanación por medio del reconocimiento de los hechos, la enmienda y luego la disposición de perdonar esos hechos que causaron tanto dolor, dijo Ochaeta.

De acuerdo con el exdirector de la ODHAG, no hay otro proyecto que haya tocado las fibras del dolor de la gente y las condiciones sociales en las que vivían. La única institución que podía hacer eso era la Iglesia porque estaba presente en todas las comunidades y monseñor Gerardi logró devolverles la voz, ellos dieron sus testimonios hasta tal punto que los nombres de las víctimas están escritos en los 12 pilares en el atrio de la Catedral, indicó.

El informe se realizó cuando aún no se había firmado la paz entre el ejército y la guerrilla y se estaban dando las negociaciones entre las partes. En ese momento, las víctimas de la guerra se estaban olvidando, fue ahí cuando se le presentó el proyecto a Gerardi y a monseñor Próspero Penados, quienes acudieron a la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG) para solicitar el aval, un proceso que duró casi un año.

La metodología del proyecto era científica pero no era acorde de lo que vivió la población, porque las violaciones a los derechos humanos que se conocen en los instrumentos jurídicos rebasaban en la realidad dichos conceptos, recordó.

Es por ello que lo que se hizo fue devolver la voz de la gente. “Nosotros no modificamos nada en ese informe, es la voz de la gente, al final si hay recomendaciones institucionales y todo este proceso fue verificado y presentado a una comisión redactora y un consejo editorial y directivo”, contó Ochaeta.

En el Centro Histórico, un grupo de personas, entre víctimas del conflicto armado y religiosos realizaron una marcha para recordar la memoria del obispo, en el marco de los 25 años de su asesinato. Foto por: Impunity Watch.

Gerardi a 25 años de su asesinato

Este 26 de abril se conmemora con diversas actividades y una misa en la catedral otro aniversario del crimen de Estado. Y la Iglesia retoma el mensaje de Gerardi de no tener miedo a construir una Guatemala y un país diferente con respeto a los derechos humanos, dijo Rodenas.

Según el entrevistado, Monseñor Gerardi, “fue un trabajador por la paz y la verdad” y por ese trabajo sigue siendo un ejemplo para las generaciones actuales.

Gerardi fue un pastor de la iglesia Católica que le tocó enfrentar momentos difíciles de una coyuntura nacional, como el conflicto armado interno, principalmente a la región donde él se desempeñaba como obispo, en el Quiché, donde sucedieron masacres y la iglesia fue perseguida, pero él tuvo la valentía de hacer denuncias de las violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo, dijo.

En palabras del sacerdote Pérez, Gerardi fue “un obispo mártir que no se imaginó las dimensiones del peligro que le acechaban, pero que conocía que ese mismo peligro acechó a la mayoría de la población que fue víctima del conflicto armado y las masacres de las que él tuvo conocimiento”.

Y considera que Guatemala, como país y la Iglesia Católica le debe mucho a Gerardi “por su testimonio valiente y veraz”.

Para Rodenas, el mayor legado de Monseñor Gerardi es el trabajo por la verdad, que dignificó a las personas al “haber contribuido a la reconstrucción de un país que fue segmentando por la guerra”.

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