Créditos: prensa comunitaria
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Una nueva Alianza para el Progreso

Por Edgar Gutiérrez

Esta semana se reunieron en la Ciudad de México los gobernantes de Canadá, Estados Unidos y México. Su agenda incluyó asuntos que conciernen a Centroamérica. Críticamente, la migración irregular y el tráfico de drogas (el fentanilo causó 100 mil muertes en Estados Unidos en 2021). Subyacen en estos problemas la crisis de la democracia y el fracaso económico, sin exceptuar ningún país del hemisferio después de la caída de precios de materias primas, problemas en la cadena de suministros e inflación galopante.

Las corrientes migratorias se reforzaron en los últimos años por la combinación de persecución política y crisis humanitaria en Venezuela, Haití, Cuba y Nicaragua. No significa que los desplazamientos de centroamericanos hayan disminuido. Al contrario, las secuelas de la pandemia y la inseguridad física reforzaron la salida de salvadoreños (que se había mitigado), de hondureños (disminuyó con el cambio de gobierno hace un año, pero al cabo del primer semestre volvió a repuntar) y guatemaltecos (que ha seguido su curso invariable hacia el alza, al punto de causar escasez de mano de obra en actividades agrícolas, construcción, transporte y servicios básicos domésticos).

Las tres naciones de Norteamérica representan cuatro de las economías más sólidas de las Américas (la otra es Brasil) y, con matices, enfrentan crisis institucionales. En el contexto de la nueva multipolaridad en el mundo, con Estados Unidos replegándose en varias regiones, aunque dando golpes a la espinilla de Rusia en Ucrania, reagrupando además a las potencias europeas, es claro que la gobernabilidad de las Américas resulta estratégica.

América Latina y el Caribe necesitan tejer su propio acuerdo político, y López Obrador y Lula deben liderar la región. En lo que va de este siglo México apostó al acuerdo comercial con Estados Unidos y sigue sin conciencia plena de su rol histórico político en el subcontinente, que amplificaría su interlocución con Washington. Lula, tras el asalto extremista el domingo pasado contra los tres poderes del Estado, deberá priorizar la defensa de la democracia en una región problematizada (Perú, Ecuador, Chile, Bolivia, Argentina y Venezuela) y, sin embargo, con chances de ganar el pulso democrático. Y para eso también se requerirán aliados clave en Estados Unidos y Europa.

Los “Three amigos” -Biden, López Obrador y Trudeau- y los socios europeos tendrían que adoptar un proyecto estratégico para esta región, una Alianza para el Progreso II, dado que se fragmentarán los mercados globales, pero a diferencia de la iniciativa de Kennedy de 1960, es indispensable regenerar el tejido democrático de la zona para lograr el equilibrio económico y político.

Con todos los riesgos -crimen organizado, regresiones democráticas, impactos del cambio climático, debilidad institucional y otras- el hemisferio sigue siendo comparativamente en el mundo un campo de oportunidades.

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