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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 2 minutos

Por Ilka Oliva-Corado

Se sienta para descansar un momento, ha pasado parada durante diez horas con dos intermedios de diez minutos para ir al baño y media hora para almorzar. El clima de noviembre es muy frío en Nueva York, son los días de vestirse con tres mudas de ropa, con guantes gruesos, dos pares de calcetas y botas de tractorista. Nemesia siempre lleva gorro y sombrero para cubrirse del frío y del sol.  El pañuelo que le cubre el rostro lo usa todo el año, le ayuda un poco con las quemaduras en la piel, en verano por el calor y en el invierno por el frío.

Va y viene entre los surcos de los árboles de manzana en la finca donde trabaja, la caja que carga sobre la espalda cuando está llena pesa cincuenta libras, el peso es el doble cuando tiene que subir por la escalera hasta la copa de los árboles para alcanzar los frutos que están más altos, en la bajada tiene aún más temor por los resbalones que pueden costarle la vida.

No hace mucho llegó a Estados Unidos, será cosa de veinte años. Llegó justo para la temporada de cosecha de manzana y de una vez encontró trabajo en ese campo donde ha estado desde entonces. Nemesia siempre ha creído que tuvo suerte de no llegar a rodar como le toca a la mayoría de migrantes indocumentados, que van de trabajo en trabajo luchando la sobrevivencia contra el idioma y la exclusión. El corte de manzana es un trabajo duro, le cuenta Nemesia a su familia cuando habla con ellos por videollamada, pero es donde mejor puede ganar en sus condiciones debido a que no habla inglés.

En su natal San Juan Chamelco, Alta Verapaz, Guatemala, vestía su indumentaria indígena, en los campos de manzanas usa pantalón de lona. Su ropa de Guatemala sólo la usa para eventos especiales, dejó de ser la ropa de diario para convertirse en su ropa de gala.

Nemesia se sienta para descansar un poco, aún le quedan dos horas de trabajo, con su teléfono celular les toma una fotografía a las cajas de manzanas apiladas a un costado de los surcos, para enviarla a su familia en San Juan Chamelco y que vean el trabajo que realiza. Sólo con ellos puede practicar su idioma materno, el Poqomchí, en Nueva York habla el Q’eqch’i con quienes la recibieron, que también son de San Juan Chamelco, el inglés todavía no lo ha aprendido porque tampoco sus compañeros de trabajo lo hablan, sólo el español. Nemesia tuvo que cruzarse un desierto para aprender español.

Cada caja contiene 900 libras de manzanas y por cada caja un trabajador del campo gana 20 dólares. Nemesia logra llenar 7 cajas durante las 10 horas de trabajo, ganando al día $140 dólares por 6,300 libras de manzanas cortadas, eso en un día tranquilo. Si su espalda pudiera hablar contaría con santo y seña lo que es la explotación laboral en la vida de un indocumentado.

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com 

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