Martín Martín Vásquez, un joven maya Mam, encontró a los 17 años en el arte una herramienta de denuncia y aprendizaje sobre los procesos históricos que han configurado y atravesado al pueblo Mam de San Martín Chile Verde, Quetzaltenango; una historia que, dice, es común para todos los territorios de Abya Yala.
Por Juan José Guillén
Martín Martín Vásquez describe sus acciones artísticas como “procesos de conocimiento y reconciliación con nuestra historia”, una serie de performances que exploran simbólicamente la historia de su territorio y, que desde 2017, ha llevado a cabo en su natal San Martín Chile Verde, Quetzaltenango. Un municipio del occidente del país.
¿Cómo comenzó su necesidad por manifestarse a través del arte?, Martín dice que los procesos culturales y cotidianos de los Mam están impregnados por el arte. En 2018 inició un proceso de investigación y relectura de su historia (que es una historia común a su territorio) para proponer acciones artísticas que, pedagógicamente, hicieran reflexionar a su generación sobre la historia que los atraviesa, una historia de lucha y dignidad, pero también de despojo y racismo, comentó.
En esta conversación con Martín Martín, se percibe su profundo sentido de responsabilidad alrededor de lo que hace, pues está consciente que, tanto la obra como los espectadores, forman parte de un todo al que él pertenece y, es a partir de esta premisa que propone la destrucción de las categorías: protagonista / espectador, pues en realidad sus acciones, dice, son por y para la comunidad.
Aunque sus acciones pueden ser interpretadas como “arte contemporáneo”, Martín Martín prefiere escapar a esas categorizaciones que considera occidentales, en cambio reflexiona alrededor de las características y dinámicas que persisten en las prácticas artísticas que históricamente han realizado las comunidades maya Mam para encontrar puntos comunes a lo que hace, y tomarlos como una ruta para sus acciones. En este camino ha encontrado que todo es posible desde una clave comunitaria.
JJ: ¿Cómo observas el contexto actual e histórico que atraviesa a las comunidades Mam de San Martín Chile Verde y cuál podría ser el síntoma común con las comunidades Mayas?
MM: primero está nuestra cultura, idioma, indumentaria y creencias. Es un hecho. Nos atraviesa de dónde venimos y quiénes somos como personas Mam. Las tramas políticas que nos encasillaron dentro de un departamento y una nación son poco importantes para nosotros, porque los Mam somos una nación muy antigua y milenaria. Nuestros abuelos se asentaron en estas tierras desde hace muchísimo tiempo y, por eso, como sucede con otras identidades mayas, la defensa de nuestra historia, identidad y territorio es primordial. Creo que ese es el síntoma común y el que nos ha dejado pervivir.
JJ: ¿Cómo comienza Martín Martín Vásquez a explorar el arte como una herramienta de denuncia e interpelación?
MM: me gustaría hablar primero de cómo tuve mis primeros contactos con el arte. Porque sé que hay muchos artistas con conceptos potentes, que conocí más recientemente, pero ¿Influyó en mí el arte europeo? No, eso es colonialismo. Comencé siendo artista cuando comencé a tejer mi indumentaria, tuve mis primeros contactos con el arte cuando veía a las mujeres de mi comunidad tejer, cantar, hacer música o exponer sus ideas. Cuando saqué mi primer trabajo de arte “conceptual”, a los 17 años, muchos me criticaron, me decían que no era arte porque no se había visto algo similar en San Martín Chile Verde. Entonces comencé a preguntarme ¿en qué categoría está lo que hago? Investigué y encontré la palabra “performance”, que poco me interesa, pero que sirve a otras personas para nombrar lo que yo hago y estar en sintonía con las interpretaciones que tenga la gente; Que lo vean como performance. Veo lo que hago como acciones de aprendizaje frente a los pactos culturales, políticos y económicos con los que el Estado pretende alienarnos.
JJ: En recientes declaraciones has afirmado que el arte contemporáneo debe estar al servicio de su contexto, de su lugar, alejado de las galerías citadinas que nada tienen que ver con sus protagonistas ¿Cuál es tu concepto del arte contemporáneo?
MM: creo que el arte debe ser como lo han propuesto nuestros pueblos desde siempre. Desde la cotidianidad. Insisto en esta parte porque nuestro vivir cotidiano está lleno de expresiones de arte ¿Quiénes la valorizan? No queremos que lo que hacemos sea entendido desde la mirada de “lo contemporáneo”, por eso digo que nuestro arte no es para quienes se juntan en galerías a tomar vino, sino también para los que tomamos atol, para quienes vemos estas prácticas desde lo comunitario, porque el sentido occidental del arte es, sobre todo, mercantil. El arte contemporáneo occidental también lo es. Por el contrario, en los pueblos hacemos arte para apreciar, para espiritualizarnos, nuestras prácticas abordan conocimientos, respeto a la naturaleza e historia, y todo esto sin pedir nada a cambio, cuando organizamos fiestas, hay bailes, cantos y prácticas que se organizan sin dinero de por medio, solo la necesidad de compartir nuestras filosofías y sentires. Todo es comunitario y por eso el arte de los mayas es y ha sido invaluable, no buscamos ponerle precio. Ese es mi concepto.
JJ: a propósito de tu respuesta, si el arte de nuestros tiempos tiene que corresponderse con el contexto que lo atraviesa y en este sentido tomar un papel más beligerante y menos romanticista como lo hemos visto con otros autores mayas ¿Qué crees que está haciendo la escena del arte contemporáneo en Guatemala?
MM: el arte que vemos en las galerías tiene un enfoque mercantil, que curiosamente no vende. Esto pasa porque se trata de imitar a los europeos, desde sus estéticas, preocupaciones y desde sus propuestas, eso pienso. En cambio, el arte que proponemos, quiere generar más conocimiento y hacer memoria de lo que sabemos, ese es su fin, hacemos arte para enseñar, para resguardar nuestro conocimiento.
JJ: en tu acción performática “Maya Mam por autonomía y guatemalteco por decreto” haces una fuerte crítica a las identidades impuestas y la aculturización, dos dispositivos impulsados por el proyecto de nación. ¿Qué reflexiones encontrás en el acto de cortarse el pelo?
MM: “Maya Mam por autonomía y guatemalteco por decreto” fue una acción en la que reflexioné mucho sobre los términos en los que se nos obliga a adoptar la nacionalidad. A los mayas nunca nos preguntaron si queríamos ser guatemaltecos, nunca nos preguntaron si antes nos considerábamos, como en mi caso, integrantes de la nación Mam, en la firma de la paz no estuvimos, en las decisiones de Estado no somos considerados. Entonces, concluyo que esta “identidad” fue una imposición que no escogimos, porque en la práctica no formamos parte ni tenemos voz para los gobiernos. Cuando decidí cortarme el pelo en esa acción trataba de hacer ver la crueldad con la que se nos pretende aculturizar, despojarnos de nuestra autoidentidad sin preguntarnos si estamos cómodos o de acuerdo con la identidad impuesta. Existen pruebas de cómo este Estado ha pretendido ladinizarnos históricamente. Por eso propongo regresar a nuestros procesos, evaluar cuáles son las intenciones del Estado para con los pueblos, eso hice en mi acción.
JJ: Tu más reciente obra consistió en la evocación a una práctica bastante común durante el siglo XIX y aún el XX: los blancos eran transportados en las espaldas de gente maya, tu acción está basada en un hecho cuya carga histórica aún pervive hasta nuestros días ¿Qué buscabas exponer en “Independencia criolla para el robo de tierra indígenas”?
MM: Seguimos cargando a los ricos y blancos a costa de nuestras tierras, a corruptos. Mi acción era para llamar a nuestros pueblos a que analicen lo injusto de cargar a esta gente a costa de nuestra dignidad. Mi acción no solo significó cargar a un ladino como sucedió hace años cuando los principales de mi comunidad tuvieron que cargar a cuestas a un ingeniero para que delimitara nuestras tierras comunales, esto lo hicieron mis abuelos para defender nuestro territorio a costa de su propia dignidad, ya que también tuvieron que caminar hasta la ciudad capital para exigir que se delimitaran sus tierras. Por eso cargar a este objeto, también significa estar subyugados al capitalismo, a la cultura impuesta, al sistema eurocéntrico, porque no se corresponde con nuestra realidad, pienso mucho en cómo pisotean nuestra dignidad, y eso sigue sucediendo como hace cientos de años. También es importante mencionar que este performance fue comunitario, recibí ayuda de fotógrafos y muchas otras personas para realizarlo, por eso no puedo decir que sea una acción únicamente mía, fue una acción política desde su fin hasta su construcción.
JJ: qué piensas de la producción artística adscrita a las aspiraciones y estéticas occidentales ¿Encuentras aspiraciones y suplantaciones? ¿Cuáles son tus reflexiones al respecto?
MM: creo que existen otras urgencias de las cuales hablar desde el arte. Lamentablemente como sucede con otras prácticas, el aspiracionismo hacia lo occidental se mantiene presente y en cambio cuando quieren hablar de lo propio lo hacen desde la apropiación siempre cómoda y fácil de tomar para ellos. Creo que mientras el arte siga viéndose como un producto mercantil, algo a lo que se le puede poner precio, más allá de algo de lo que aprender y reflexionar, esto no va a cambiar.
JJ: tu obra artística es una indagatoria en nuestro pasado colonial, caracterizado desde su racismo y segregación ¿Qué reflexiones atraviesan a tu cuerpo y te impulsan a crear estas obras desde la conciencia histórica?
MM: al crear mis obras, mi trabajo es el de investigar y contar. La documentación es importante para llegar a la gente de la mejor forma, porque creo que deben saber lo que nos ha pasado y nos está pasando. Lo que intento hacer es algo muy pequeño, “una pincelada pero con solo un pelito del pincel”, con esto me refiero a que mis acciones están protagonizadas y forman parte de todo un cúmulo de implicaciones, de procesos y vivencias. Mi obra más reciente enfatiza en la importancia de las acciones concretas de lo que hacemos, también a quienes han ayudado a curar esta obra desde lo comunitario. Somos gentes que nos impulsamos entre nosotros. Para mí es muy gratificante el trabajo grupal, a veces le digo a los míos: “ayudáme a leer esto que estoy proponiendo y si vos entendés esto, la gente lo va a entender”, por eso mis obras son comunitarias, porque es para favorecer a la comunidad, mi pueblo. Nunca lo he hecho para que me paguen, no es así como vemos al arte, sino que ponemos este conocimiento sobre la mesa, no solo lo pongo yo, lo pone mi territorio y sus historias, para aprender, para que conozcamos nuestra historia con todas sus luces y sombras. Juntos.