Inquietudes y preguntas, sobre los Acuerdos de Paz

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Créditos: Diario Digital
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

Este 29 de diciembre se cumplen 24 años de la firma de la paz y los acuerdos. Parece algo remoto y por ello muy pocos creen que se deba hacer algo al respecto. Soy de la opinión que no existe nada que celebrar, acaso una conmemoración y recordar los acuerdos con algo de vergüenza pues es muy poco, casi nada, lo que se hizo a la fecha. De manera sonora, el actual gobierno se dio a la tarea de desmontar lo que quedaba de la institucionalidad que vio la luz con el advenimiento de la paz. Hoy el gobierno se limita al ritual –vacío de contenido- del cambio la rosa marchita, en alguna ocasión o fecha que consideran de alguna significación.

Pero hay algo que si merece un cuestionamiento serio y meditado: ¿Cuál es la razón por la que el decreto legislativo 52-2005 que es ley nacional, se ignora olímpicamente por todo el gobierno, la clase política, por las organizaciones sociales, el empresariado, por la comunidad internacional, por todo el mundo? ¿En virtud de que, el convenio 169 no es respetado en su totalidad? ¿Cuál es la razón por la que la ¨ONU no demanda el cumplimiento de una agenda que en su momento respaldó y promovió?

En mi opinión, los contenidos de los acuerdos de paz son vigentes. Veamos de forma rápida: hace falta una reforma política, la reforma educativa está pendiente; la creación de un sistema nacional de salud a la espera; en el sector justicia, a gritos se demanda su reforma. Ni hablar de lo fiscal. Es lo mismo con el asunto de la tierra. En este caso sigue pendiente una legislación agraria y un largo etcétera. Y sigue pendiente abordar y resolver la llaga nacional que representan los derechos para los pueblos indígenas. Asimismo, esta por construir una democracia real y funcional, no el remedo que tenemos hoy en nuestro país.

Con los puntos planteados parecería elemental pensar que los Acuerdos de Paz son un pendiente de primer orden. La razón por la que no se impulsan estos cambios o reformas, es porque sigue la idea que Guatemala es una finca que no admite cambios, que no necesita reformas. Que lo viejo conocido debe continuar. No hay razón de peso para que se impulsen las reformas que se caen de maduras, que el país exige como la alternativa a lo que conocemos hoy. Cualquier partido político o movimiento social que se respete, tiene que incluir en sus planteamientos programáticos los puntos que se exponen como parte de los Acuerdos de Paz.

No acepto desde ningún punto de vista, pensar que los acuerdos son viejos o que los acuerdos fueron hechos para una situación diferente a la actual, o que ya no son necesarios porque el mundo cambio. Ninguno de estos argumentos es serio, o para decirlo mejor, todos son puras excusas. Pero, sobre todo, ponen contra la pared a todos los sectores del país que participaron de la elaboración de los contenidos de los acuerdos. Reitero, es falso que fueron hechos solo entre la guerrilla y el ejército. Todos los sectores del país participaron, de una forma o de otra, con mayor o menor interés, con más o menos propuesta, con más o menos determinación.

Hay solida documentación publica sobre la participación de los diferentes sectores de la sociedad guatemalteca en el proceso de paz. Han sido cooperativistas, empresarios, iglesias, universidades, prensa, etc. Nadie estuvo al margen. Incluso para el tema fiscal, hubo consultas con mecanismos internacionales como la Cepal o el BM. Todo esto, facilitado por la ONU que fungió como mediadora.

Lo único cierto, es que las dos partes principales de los acuerdos se han reducido y ocupan hoy, posiciones de marginalidad política. Es el caso del PAN y la URNG. El resto de sectores sigue igual que al momento de la firma de la paz. Incluso algunos con mucho mas desarrollo. Es cierto que hay alguna plataforma como la asamblea de la sociedad civil que no existe más, pero las agrupaciones que la integraron permanecen e incluso se han fortalecido.

Es el caso de las organizaciones mayas que, si en la época se contaban con los dedos de las manos, ahora son decenas y decenas con los más variados propósitos. El hecho que los actores principales vivan ahora esa situación complicada, no niega en absoluto el hecho que los acuerdos son una agenda nacional. Serían acuerdos viejos o una agenda vieja si se hubiera cumplido y los problemas del país fueran otros. Pero la situación está lejos de ser superada.

Las iglesias que participaron en el proceso, hoy miran desde lejos los incumplimientos de dichos compromisos. Salvo alguna voz aislada, pero de manera general se alzan de hombros. Organizaciones mayas se alzan de hombros, pero no exigen que se avance en el cumplimiento de los compromisos, particularmente el AIDPI. Los partidos políticos, al menos los que sobreviven, no dicen ni pio, pese a ser firmantes de varios compromisos y declaraciones altisonantes.

En el sector de los desinformados, se coló la idea que con los acuerdos se dio el inicio al neoliberalismo desbocado. En este caso dos precisiones: a) el neoliberalismo, era un fenómeno mundial. B) ni un solo apartado de los compromisos de la paz tiene algo que ver con el neoliberalismo. Y hay quienes de forma sistemática se dieron a la tarea de denostar los acuerdos porque no habían sido ellos quienes, desde la marginalidad, apostaran por la paz y las reformas indispensables del país.

Ahora a 24 años de la firma de la paz, que, a pesar de todos los defectos, a pesar de sus inexactitudes, tiene un conjunto de acuerdos que contienen, se entienda o no, los cambios que el país requiere para poder salir del agujero en que nos encontramos. Hay por lo menos tres temas que podrían ser considerados nuevos o no existentes o embrionarios al momento de la firma de la paz. A) el problema migratorio. B) el medio ambiente con la minería y megaproyectos incorporados. C) el papel creciente en la política del narcotráfico.

Si alguien considera que la reforma judicial, fiscal, política, educativa, política, de salud, o los derechos indígenas no son algo de urgencia nacional, o el nuevo rol de las fuerzas armadas y de policía, no son los cambios que el país demanda, pues me encantaría que ese alguien dijera que o cuales son los cambios o reformas por las que debemos luchar sin cesar.

En otro orden de ideas, la paz firmada en 1996 fue para concluir un largo y cuento conflicto armado, entre cuyas raíces estaba la ausencia de democracia real y todos los temas de la agenda como demandas urgentes e insatisfechas, asimismo, existía la violación sistemática de los derechos humanos que llegó a adquirir la categoría de guerra sucia y terrorismo de Estado. Es importante destacar que en esos años el país era un paria internacional por la violencia ejercida desde el poder en contra de sus propios conciudadanos.

Hoy día las armas no parece que sean la solución de estos temas, pero sí es totalmente oportuno, recordar que la guerra se inició por el acumulado de problemas que los acuerdos de paz plantearon como indispensables para alejar del país el fantasma de una nueva guerra. La agenda de país planteada por los Acuerdos de Paz, buscaron resolver las causas que estaban en el origen de la guerra. Y esto es precisamente lo que todos los actores del país parecen olvidar. Nadie quiere otra guerra, así como nadie de los que la iniciaron la querían.

En otras palabras, lo que hago con estas notas es un emplazamiento al gobierno, a los sectores o grupos organizados de la sociedad, a los académicos e intelectuales, para que dejemos de alzar los hombros ante el tema de los Acuerdos de Paz y pensemos en ellos como la agenda mínima para rescatar nuestro país. Lo único que ha envejecido es el país y sus problemas, haciéndolos más complejos y más urgentes, no los acuerdos y las vías que plantea para solucionarlos.

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