Por Kajkoj Máximo Ba Tiul
28 de febrero 2019
Como un homenaje a don Juan Vito, de la familia Bá Velásquez
En el día Joob’ Tz’i, fuimos comunicados que nuestro hermano, amigo, padre de familia, Aj Q’ij Juan Vito Huiinaq Xiloj, comenzaba su retorno al seno de la madre tierra. Hombres y mujeres de muchos lugares, además de sentir la tristeza y la nostalgia, por la partida de uno de los nuestros. Comenzamos a caminar desde las cuatro esquinas de nuestro país, para acompañar a la familia y depositar a don Juan en lo profundo de la sagrada tierra, acontecimiento que tendría lugar en el día Wuqub’ E’. Amanecimos ese día, acompañados del sutz’ y el mayul y por las ultimas luces de Q´ana’ Po, la madre luna, que en ese momento estaría más cerca de la tierra. Su luz era tan fuerte, que auguraba a don Juan un camino con mucha iluminación y claridad. Además, porque sentíamos y en efecto así fue, que re’ loqlaj q’ij, es decir el sagrado sol, estaría igual de fuerte. Así nos encontramos todos como a medio día, para que don Juan iniciara su descenso y así se convertiría en un anciano más, de cabeza y pelo blanco.
Entre los significados que en uno de los calendarios se le da al día E’, es camino. Nuestros abuelos y abuelas, nos enseñaron a hablar de “caminos llanos, planos y anchos”. En el Popol Wuj, encontramos el relato de Wuqub Jun Ajpu’ y Jun Jun Ajpu’, tío y padre de Junajpu’ e Ixb’alamke’. Ellos caminaron en los cuatro caminos: rojo, negro, blanco, amarillo, para vencer a los señores de Xib’alb’a, los Oxlajuj Kame. Este es el mismo recorrido que don Juan Vito, hará para encontrarse con todos nuestros abuelos y abuelas. Estamos seguros que así como lo hicieron Junajpu’ e Ixb’alamke’, logrará pasar todas las pruebas, para que al final pueda convertir en uno de nuestros ancianos de cabeza blanca.
Don Juan o Tat Juan, fue maestro de primaria de su comunidad, director y fundador del Instituto de Educación Básica de su comunidad, secretario y fundador del comité pro mejoramiento y promotor de la introducción del agua potable y energía electrica. Un hombre muy querido por muchos de nosotros y por su comunidad. Quienes tuvimos la dicha de conocerlo, lo recordaremos como una persona muy seria y exigente, pero también noble. Además de acompañar a muchas personas con su trabajo espiritual, se dedicaba al cuidado y crianza de vacas, a la siembra del maíz. Viviendo lo que lo dicen los Q’eqchi’ que el “verdadero aj Ral Ch’och’, no solo habla el idioma, sino también cuida, trabaja y defiende la tierra y el territorio. Padre de tres hijos, de quienes confiamos que seguirán construyendo desde los valores y principios que les inculcó don Juan.
Es cierto que aunque tengamos conciencia que la muerte es solo un paso para estar vivo totalmente, la separación siempre nos da tristeza, sobre todo si se tuvo una relación muy estrecha con quien se nos va adelantar. La muerte es como cuando se deposita el grano de maíz en la tierra, para que vuelva a convertirse en milpa y luego mazorca, para que no aguantemos hambre. Así, podemos entender la separación de don Juan Vito. Ahora todas sus enseñanzas, sus consejos, sus anécdotas, su historia, deberán estar siempre presente en cada acto de nuestra vida. La muerte de don Juan Vito, solo hay que verlo como un retorno, como volver al origen. Después de un tiempo de estar caminando por todos los lugares, haciendo lo que hizo, volvemos a donde debemos llegar para compartir con quienes se nos adelantaron y esperarnos a quienes aún no hemos emprendido ese viaje.
La esposa, los hijos y la hija de Don Juan Vito, no se quedan solos. La separación es temporal no es definitiva. Llegará el momento en que otra vez estarán juntos. Aunque hoy estará más cerca que antes. Don Juan no se fue, se quedó. Allí está, solo basta con hacer lo que recomendó. Hoy sus palabras se harán vida. La forma como educó para trabajar la tierra, cuidar las vacas, guardar el maíz, cosechar el chilacayote, comer los tamalitos, guardar la tuza, tomar el atolito, como mover la jícara, como cuidar el fuego, como quemar el copal y muchas cosas más, es lo que hay que hacer, para que él se sienta feliz. Como decía una amiga en el rito del sepelio: “hay que barrer la casa para que don Juan esté contento”. Así, debe hacerse todo el tiempo. Barrer en sinónimo de pureza y equilibrio. Así como es nuestra casa, así es nuestro espíritu. Por eso, nuestra pedagogía es “aprender haciendo”. Todo hay que practicarlo para que lo que nos enseñaron se haga vida. Así, el estará con la familia y con todos nosotros.
Hoy hay fiesta de abuelos y abuelas. Y por eso, la marimba acompañó el velorio y el entierro. Esa misma marimba volvió a sonar, allá en la tierra, en las cuatro esquinas. Las estrellas, la neblina, el sol, la luna, también están contentos, porque retorno otro de los nuestros. Nosotros debemos convertir la tristeza en alegría. Una alegría que nos permite comprender que en algún tiempo estaremos de nuevo platicando y nos contará porqué se nos adelantó.
¡Hasta pronto don Juan y que tengas buen camino!