Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Fernando Espina

Recuerdo que el 15 de enero de 2020 desperté muy cansado y aturdido. El día anterior había acompañado a la única diputada electa del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), Vicenta Jerónimo, a su toma de posesión en el Congreso de la República y después a la juramentación del presidente electo, un innombrable.

Iniciamos la jornada a las 7:30 horas, caminando hacia el Congreso, acompañados de un centenar de personas que habían llegado de todo el país a respaldarla, y la dejé en su hotel muy cerca de la media noche, sin haber desayunado, almorzado, ni cenado. Esa mañana me sentía flotando en una nebulosa mental, no tenía nada claro lo que debíamos hacer ahora que Vicenta era ya diputada. Llamé a mi buen amigo Gerson Sotomayor, quien tiene muchísima experiencia en el Congreso, para preguntarle por dónde empezar.

¿En dónde estás?, me preguntó.

En mi casa, respondí.

¡Qué hacés ahí, papaíto. Andate corriendo a la Dirección General del Congreso a pelear una oficina y la contratación del personal que va a acompañar a la diputada. Van tarde, ya no deben haber oficinas! Una hora después estábamos sentados, Vicenta y yo, en el despacho del director general gestionando la oficina y los contratos.

Mientras esperábamos, por unas cuantas horas, en un saloncito dentro de la oficina del director, escuchamos a unos diputados jóvenes, nuevos también, llegar muy motivados a recoger sus teléfonos móviles, sus tablets y la documentación para su seguro médico y de vida. Con una sonrisa burlona le pregunté a Vicenta, a modo de chiste: ¿Va a pedir el suyo compañera? A lo que con una sonrisa de vuelta respondió: Acuérdese compañero que tenemos el mandato de la asamblea de renunciar a todos los privilegios, venimos a servir con honor a los pueblos, no a beneficiarnos del cargo. Y así fue.

En los días siguientes, no más de 15, cumpliendo las instrucciones que habíamos recibido de la asamblea (todas las decisiones importantes del MLP se tomaban en asamblea de representantes de todo el país), Vicenta envió una serie de oficios a la Presidencia del Congreso renunciando al teléfono, al seguro médico y de vida, al fondo rotativo de caja chica de bancada, a 5 plazas de las 8 a las que tenía derecho y pidió que se movieran de horario las reuniones de jefes de bloque, para que el Congreso no tuviera que pagar los almuerzos de los asistentes. Estas acciones sencillas, para los miembros del MLP no eran más que coherencia con su modo de vida y con su visión de los cargos como servicio y no privilegios, revolucionaron la política parlamentaria en aquellos momentos y al parecer para el futuro. Se abrió un debate nacional sobre los privilegios de los diputados y de los funcionarios públicos; algunos otros diputados renunciaron a algunos de sus privilegios; el presidente del Congreso hizo la pantomima de ir a comer a los comedores de empleados; se hicieron varios reportajes e investigaciones sobre el tema.

Para Vicenta Jerónimo no fue nada fácil cargar con esa sencilla acción, los diputados la discriminaban, la insultaban, se burlaban de ella y la hacían de menos. Fueron momentos muy difíciles, incluso se enfermó por todo el acoso y maltrato recibido. Sin embargo, valió la pena. Me da mucha esperanza y satisfacción ver que 4 años después, algunos de aquellos diputados que con emoción escuchamos recogiendo sus teléfonos celulares, lideraron e institucionalizaron la práctica de no pagar la comida en las reuniones oficiales del Congreso con fondos públicos y renuncian, con su bancada, a privilegios como los seguros médicos y de vida.

Y pensar que hay quien dice que una golondrina sola no hace verano.

COMPARTE