Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Miguel Ángel Sandoval

El 7 de diciembre tuvo lugar una importante marcha por la democracia en las calles de la ciudad capital. Mas allá de los comentarios, el hecho en sí es digno de retener como la expresión de que tenemos una ciudadanía que quiere la democracia y que está en contra de todos los escenarios de terror que tienen origen en el MP.  Apenas estaban los diarios y las redes intentando un balance de la marcha y de las pequeñas cuestiones que adornaron el comentario, cuando el 8 por la mañana, el MP en otra de las demostraciones de rechazo a los resultados de las urnas y a la elección de Arévalo y Herrera, dio rienda suelta a una especie de “investigación” que se encuentra en curso, que permitió al Fiscal más cuestionado del país, atreverse a decir que las elecciones debían ser declaradas nulas. Ala gran.

La reacción nacional fue categórica y el presidente Bernardo Arévalo, dijo con tres calificativos, la impresión que le merecía la verborrea del MP y a continuación, todos los comentarios, opiniones, valoraciones políticas y legales, fueron en contra de las pretensiones del fiscal y sus acompañantes. En verdad, una especie de investigación, innecesaria, de incompetencia, torpeza y espíritu antidemocrático. Fue lo mismo en el plano internacional. En cosa de horas la reacción de la OEA, de países de la UE, de presidentes de aquí y de allá. Mención especial merece la delegación de senadores y diputados de EEUU, que se encontraba en nuestro país. Pues pudieron ver en tiempo real, en vivo y a todo color, las incoherencias que se producían desde Gerona.

Al momento sabemos que tanto desde EEUU como desde la UE hay sanciones en curso hacia quienes resulten responsables de esta serie de hechos y actos que van en contra de los resultados electorales del 25 de junio y el 20 de agosto, pero fundamentalmente, en contra de la democracia y el estado de derecho. Es inaudita la forma y manera en que se está tratando de retorcer la ley y la justicia. No hay nada que permita pensar que lo hecho y actuado por el MP, se inscribe en parámetros de legalidad, mucho menos de justicia. Es posible afirmar ahora que el sistema de justicia guatemalteco se encuentra en trapos de cucaracha.

Es ese el contexto en el que desde el departamento de estado de los EEUU se anuncia que más de 300 guatemaltecos tendrán prohibido el ingreso a ese país, por el mecanismo simple de quitarles la visa. Para un migrante esto no es nada relevante, para alguien que nunca viajo a los EEUU tampoco. Pero para quienes viajar a Disney y cosas por el estilo, se convirtió en un modo de vida, la medida del gobierno de los EEUU es un trancazo. El shopping anual fue de pronto suspendido pues sin visa no hay compras de fin de año, etc. Pero, sobre todo, se trata de rechazados por corruptos y por ser enemigos de la democracia, O sea, golpistas.

Pero hay otro ángulo que hace falta subrayar. Como sabemos, desde hace algún tiempo existe en el continente, la idea de hacer del sistema judicial una camisa de fuerza para la democracia. Y es un fenómeno que tiene nivel mundial. Vivimos en una fase en donde el ataque a la democracia es el hilo conductor de eso que denominamos neoliberalismo en el terreno político. Y ello debido a que para la idea que se tiene hoy de ejercer el poder por parte de los neoliberales, la democracia es un obstáculo que hace falta quitar del camino.

Para las corrientes neoliberales, el discurso de la democracia es bueno solo para guardar las apariencias, pero a partir de ahí, la lucha es para vaciarla de contenido, de quitarle su sustento, de convertir todo lo que huela a división de poderes, institucionalidad, voto democrático, estado de derecho, en obstáculos, en problemas. No es casual la predica por quitar de en medio al estado, de limitar sus funciones y dejar como único árbitro, todopoderoso, al mercado, que como sabemos, no tiene la menor conciencia social ni ninguna vocación de servicio.

En una entrevista la académica norteamericana, Wendy Brown, afirma sin muchas vueltas, que el fenómeno Trump solo podría ser posible luego del desprestigio de la democracia, del acoso de la misma y la desvalorización de esta por quienes ejercen el poder. Se podría decir en esta dirección, que la destrucción gradual de la democracia, por aquí o por allá, era el requisito sine-qua-non para el ejercicio del poder por los neoliberales más enjundiosos. Es el caso de Trump, de Bolsonaro, y de otros en diversas partes del mundo.

Ese mismo proceso es el que observamos en el fondo de las actitudes del grupo que pretende en nuestro país gobernar sin oposición, sin rendir cuentas a nadie ni a nada. Es por ello que se expulsó a la Cicig, que se avaló la violación flagrante a normas internacionales con el caso de Jerusalén y la embajada guatemalteca en esta ciudad, a pesar de los compromisos en el marco de ONU desde el año 1948. Es por ello por lo que se apoya a Ucrania, alejándose del discurso que nace con los Acuerdos de paz sobre las soluciones negociadas, el dialogo, etc.

En uno de los primeros casos es la ruptura del compromiso de gobierno con la comunidad internacional, con el objetivo de apoyar la reconstrucción de la justicia luego de la firma de la paz. Mientras que, en el segundo, fue la ratificación de que, para la elite gobernante de nuestro país, los compromisos internacionales y los tratados, no contaban mayor cosa. Es el mandato divino que opera, al pensar en Israel como la tierra prometida de algunos textos del evangelio. La política se sustituye por la fe. Era el alejamiento a ojos vistas de las más claras normas de la democracia. Como hemos visto en otros países, solo que, en nuestro caso, a la tortrix.

Quizás una de las dificultades en el análisis había sido la falta de una visión global, holística, de lo que significaba los ataques a la democracia por aquí y por allá. No caímos en la cuenta de que la democracia como sistema de gobierno era un obstáculo para las elites neoliberales. Es entonces que el fundamentalismo hace su ingreso, que la violencia verbal se convierte en la norma. Es el reino de eso que se denomina el law fare, que no es más que el uso abusivo de las leyes para el control de los opositores al modelo neoliberal. Las pruebas están frente a nosotros y no nos hemos dado el tiempo de analizarlas de forma estructurada.

Es por ello que, durante los últimos 25 años, para situar un lapso de tiempo, vimos que la democracia poco a poco dejaba de tener sentido, que no daba resultados, que el discurso democrático se sustituía por el del mercado eficiente y el estado inservible, que se iba convirtiendo cada día más en un discurso vacío, en algo ritual pero menos ligado a la vida de las personas. Es en estas condiciones que el estado de bienestar sucumbe a los embates del neoliberalismo y que en todos los países la idea de democracia de hace menor cada día que pasa.

Es por eso precisamente, que las 90 consultas democráticas realizadas de buena fe, en las comunidades de las regiones de todo el país, fueron rechazadas por las elites en el poder, a pesar de estar amparadas en instrumentos internacionales como el Convenio 169 o en otros asideros legales. Por ello la participación democrática no fue respetada, y todo porque los acuerdos sobre mineras o hidroeléctricas, no pensaban en términos democráticos sino en términos de libre mercado y acumulación capitalista.

Este es uno de los antecedentes de la crisis actual en nuestro país. Es la constatación que la democracia no forma parte de los parámetros de la elite que gobierna el país, y es por ello la resistencia a aceptar los resultados electorales. Fuera por supuesto de la gran corrupción que impera desde hace ya bastantes años. El concepto de estado patrimonial palidece ante la barbarie que se ha desencadenado en medio de la impunidad. Y ello como fenómeno global, no solo en nuestro pequeño país.

En esta perspectiva y teniendo el gran marco del deterioro de la democracia, de su pulverización o de su conversión en un discurso ritual que oculta toda la barbarie de las elites, que hemos afirmado que la contradicción principal del periodo es entre democracia o barbarie. Por supuesto que apoyado en reflexiones de diferentes personajes que han planteado que la tarea principal de los revolucionarios del mundo, era la defensa de la democracia neoliberal, como lo dice sin adornos, Bonaventura de Souza.

No se trata de dejar de lado los planteamientos que tienen origen en la utopía de un Mundo de iguales, sino de entender que, en la actualidad, a nivel planetario, las tareas tienen que ver con impedir el fortalecimiento de las tesis de libre mercado a ultranza, en donde la democracia y las instituciones vinculadas a eso que denominamos estado de derecho, son sustituidas a modo y capricho de las elites neoliberales, que en muchos casos son racistas renacidos -supremacismo blanco- expresiones modernas del fascismo, o autoritarios en nombre de Dios.

En el caso guatemalteco ante la evidente crisis del modelo democrático, solo detenerse en las expresiones de la fiscal que anda en la clandestinidad, cuando dice que su función es de acuerdo con el mandato divino, nos coloca ante la gravedad de la tarea que tenemos por delante. Es solo comparado con la torpeza de Bolsonaro que ante el Covid hablo de una gripita, y vimos las consecuencias en vidas humanas que se perdieron por esta bestialidad. El mesianismo más ramplón se convierte en el eje de las acciones de Gerona.

Igual gravedad presenta la actitud del presidente, al cual ya le quedan pocos días de mandato, cuando por la vía de las pasiones más elementales de los hombres, pretende por la vía de facto, convertir la democracia guatemalteca, en una monarquía animada por los instintos básicos hacia su pareja sentimental. En el caso de la fiscal y de la pareja real, nos habla del naufragio de la democracia guatemalteca, del deterioro de sus instituciones y de la veracidad de las tesis que dicen que la democracia es un estorbo.

Es por ello que, para el gobierno de Bernardo Arévalo, la gran tarea se encuentra en el rescate de la democracia liberal guatemalteca, dotarla de uñas y dientes, recuperar la institucionalidad, colocarla en el imaginario nacional como una opción y en este sentido ganar la batalla cultural contra los enemigos de la democracia, y trabajar para darle contenido social y económico a la democracia realmente existente. No se pide más, pero tampoco se demanda menos.

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