Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Miguel Ángel Sandoval

El partido semilla, es lo que podemos recordar, arranca su recorrido, alrededor de los años 2017-8, luego de algunas reflexiones de Edelberto Torres Rivas, quien es considerado su fundador o por lo menos, quien proporciona el sustento teórico para la creación del partido. Ya luego se hace circular uno o varios documentos por lo que se denominó “grupo promotor”, sobre la situación nacional y los objetivos de un partido-movimiento nuevo, entre personas de pensamiento democrático, que de manera general tenían alguna formación académica, o experiencia en la gestión pública o en programas internacionales. Hubo quienes señalaron el proyecto como algo vinculado desde su nacimiento, a las capas medias urbana.

Poco a poco se fueron consolidando como un proyecto político y en las elecciones de 2019, se constituyeron en la plataforma electoral de Telma Aldana, lo cual no fue posible concretar por la persecución judicial en contra de la exfiscal general. En esa ocasión participaron como partido recién inscrito, en verdad como se dice, al cuarto para las doce, y solo en diputaciones y acaso en alguna alcaldía. El resultado fue interesante. Ganaron unas 7 diputaciones y luego da inicio el proceso de dar a conocer la propuesta.

Fueron desarrollando una postura con aires socialdemócratas, que en la actualidad en verdad dice poco a quienes nos interesamos por la política y las definiciones ideológicas de quienes buscan ocupar posiciones de elección popular. En especial porque algunos de sus fundadores tenían un pasado con la UNE, este sí con adscripción formal a la Internacional Socialista, aunque gradualmente fue abandonando esas posiciones.

Ello era a todas luces, algo que los nuevos integrantes de Semilla no consideraban como algo viable. Imagino que sobre el tema debe haber existido algún debate en el interior de la corriente. De igual manera, había personas que habían militado en las organizaciones más clásicas de la izquierda guatemalteca, pero ya en ese entonces buscaban otras formas de participación y por ello el proyecto de Semilla. Y por esas razones, la idea, casi necesidad, desmarcarse de una y otra postura o modos de hacer política. De todas maneras, en la actualidad, los perfiles ideológicos de muchas organizaciones se han convertido en algo inasible, en una época nueva, en donde los parámetros clásicos, se han convertido en poco prácticos para abordar los problemas viejos y nuevos de nuestras sociedades.

Para las elecciones del 2023, las expectativas de Semilla, en el mejor de los casos, ubicaba sus posibilidades en torno a mantener los votos y las curules del año 2019, pero no mucho más. Incluso, observadores críticos, pensaban en algo menos por el efecto de desgaste que participar en un congreso como el actual supone. Mas allá de esos cálculos o previsiones, nadie esperaba un resultado como el obtenido en las urnas el 25J, menos convertirse en el partido que desde posiciones progresistas iba al balotaje junto un partido de larga trayectoria.

Así las cosas, Semilla es en los días posteriores al 25J y luego de ser sometido a un acoso judicial sin precedentes, la confirmación de una sorpresa que vio la luz el 25J y los días siguientes. De ser un partido de raigambre urbana, ha pasado a ser un fenómeno nacional que desde hace muchos años que no se veía. Ello por el hecho que, en cosa de un mes, las expectativas han crecido cual espuma a ojos vista. Casi se podría decir que el crecimiento de Semilla, ahora exponencial, se produce día con día.

No estaría muy alejado de la verdad si señalo que entre los integrantes de ese partido-movimiento, lo que ocurre en la actualidad se ha convertido en una especie de escalofrió al saber que, junto con una probable victoria electoral, viene a continuación la exigencia social de hacer un gobierno que se coloque al nivel de las expectativas que desde el 25J se han generado en la sociedad guatemalteca.

Si se tiene en cuenta que durante la campaña antes del 25J, el proyecto de Arévalo era uno de los grandes desconocidos en el país, y que, en la memoria de las nuevas generaciones, la invocación de su padre, el presidente Juan José Arévalo Bermejo (1945-1951), que estaba engavetado en el olvido, ahora se ha producido una simbiosis entre el hartazgo a la corrupción con la vieja manera de hacer política, y la memoria reencontrada de la Revolución de Octubre. Es por ello un caso que, de culminar, reeditara lo que de alguna manera hizo el padre al ganar las elecciones de la forma en que gano, en la época que era. Son las vueltas de la historia que, en este caso, apuntan a un fenómeno positivo.

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