Por Fernando Espina
No soy un fiel creyente ni un acérrimo defensor de la democracia. Me parece que es fácilmente manipulable y que no necesariamente conlleva lo mejor para todos. Vea usted quienes nos han gobernado últimamente y como estamos por eso. Sin embargo, creo que de lo que existe es lo menos peor. No queremos volver a las dictaduras que tantas vidas y avances nos costaron. No vamos a tener una ridícula monarquía porque ya no están los tiempos para que nos “conquisten” de nuevo. Digo yo.
Sin entrar en muchos detalles diremos que es aceptado que la democracia es el gobierno del pueblo, es decir, de la mayoría (Viene del griego: demos: pueblo y kratos: gobierno). Pero como somos muchos para gobernarnos directamente tomando decisiones a mano alzada, lo que hacemos es elegir cada cuatro años un binomio presidencial, unos diputados y unos concejos municipales para que gobiernen por nosotros. Gobernar es tomar las decisiones e implementar las acciones más adecuadas para el beneficio de todos. Ya sabemos que no es tan así.
También es aceptado que para que una democracia se considere como tal deben cumplirse varias condiciones, pero acá vamos a evaluar las dos que para el momento que estamos viviendo considero más importantes:
- Unas elecciones libres e informadas. Inserte el emoji que se agarra la barbilla y mira hacia arriba y a un lado. No, no se cumple. Ya se cuentan por miles los candidatos que han quedado fuera de proceso electoral. Solo de Prosperidad Ciudadana fueron 1351. Desde ya podemos prever la tradicional compra de votos.
- Respeto a los derechos fundamentales. Esto ni se duda, fijo no se cumple. Se ha limitado el derecho a elegir y ser electo. Se ha limitado la libertad de prensa y con ello se amenaza el derecho de la libertad de expresión. Con esta simple revisión podríamos decir que nuestra democracia no es plena o que está limitada en dos de sus condiciones más importantes.
La gente no es tonta. Observa, analiza y decide qué hacer con su voto, obviamente no estoy hablando de los acarreados que venden su voto, a quienes no culpo porque es el sistema el que los ha creado y los quiere mantener así. Por eso a mí no me extraña que tanta gente esté tan desencantada y no quiera ir a votar o que personas de forma individual están llamando a votar nulo. Más bien los comprendo y apoyo.
Aunque entiendo la estrategia de quienes dicen que votar nulo no sirve, obviamente lo dicen porque quieren que voten por sus candidatos, me molesta mucho. No veo mucha diferencia con el acarreo de votos. Es casi como llevarlos a la fuerza a votar por alguien que no les mueve nada.
Cómo se le puede pedir a alguien que vote cuando el sistema dejó fuera a su candidato por venganza o para limpiarle el camino al candidato continuista. Perdóneme la comparación, pero es como que le diga a un deudo que acaba de enterrar a su esposa: “Mirá, como tu mujer se murió te voy a presentar a una mi amiga para que no te quedes solo. No le importa si estás enamorado de ella o no, lo que quiere es casarse.” ¿Es grotesco, no?
Votar nulo o no votar es tan válido como votar a favor de un partido, incluso puede que sea un voto más pensado. La mayoría de las personas que votan es porque son parte de un proyecto político. Unos porque creen en el partido o en el candidato y otros porque les ofrecieron un hueso. Otros tantos votan a cambio de un pago, de un almuerzo y una gorra. No es culpa de ellos, el sistema los quiere pobres para mantener el negocio de la venta de votos.
Con la tremenda fragmentación de partidos y con las estructuras partidarias tan débiles, los votos propios no les alcanzan y los partidos salen a buscar el voto de quienes no tienen un partido definido o un candidato favorito. Suelen ser personas que votan después de hacer un análisis, a su medida y según sus capacidades, de lo que más les conviene a ellos, a su familia o al país. Verdaderamente piensan su voto. Se plantean escenarios.
Para ellos su voto es su voz en la “democracia” y solo la pueden hacer escuchar cada cuatro años. Por eso me parece respetable que una persona se levante el día de las elecciones, vaya a un centro de votación y vote nulo. Esa persona pensante, porque pensó su voto, le está diciendo a todos los candidatos: “ustedes no me convencen” “me parecen ridículas sus cancioncitas, chistecitos, katas, chuchis, mishis y demás micadas”. “Sean serios. Ridículos”. Esas personas también dicen: “Estoy harta del sistema y vengo a rayar las papeletas para sacarme el enojo y gritárselo en su cara”.
Me parecen tan patéticos los candidatos y sus achichincles que andan por las redes sociales, programas de radio y televisión diciéndole al más pensante de los votantes que votar nulo no es el camino. Vergüenza dan. No tienen la capacidad de convencer con sus discursos y por eso tratan de convencer al que pensó, hizo sus cálculos y decidió no votar o votar nulo que está equivocado. Vaya soberbia, vaya miseria.
Si usted ya decidió no votar o votar nulo, hágalo. Exprese su voz de esa forma. Aunque limitada, aún es una democracia y no estamos obligados a votar o a votar por alguien. Vaya y déjele al sistema un poema de esos que empiezan con hache o el que usted quiera. Diga en redes sociales o donde le dé la gana que no va a votar o que va a votar nulo y por qué. Es necesario que los partidos, los candidatos y las autoridades actuales sepan que a usted ninguno de ellos le agrada. Que si de verdad quieren que usted vote, ellos deben empezar por escucharlo y saber en dónde están parados.