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Créditos: Comunidad Mollejón. Río Salinas, Sayaxché Petén. Nelton Rivera
Tiempo de lectura: 10 minutos

Por Paolina Albani y Carlos Choc

Con información de Elmer Ponce y Nelton Rivera

En el Noroccidente del Petén, entre las fronteras de Guatemala y México hay dos comunidades hermanas que comparten el mismo nombre y los mismos recursos naturales. Lo único que las separa es el río Salinas. El año pasado, el paso de las tormentas Eta e Iota resaltó no solo el aislamiento y abandono en el que viven sino el contraste entre ambos poblados.

De lado mexicano hay más. Tienen escuelas, casas de concreto, caminos asfaltados, tiendas y centros de comercio, telefonía e internet, red de agua potable, energía eléctrica y un destacamento militar. El Mollejón guatemalteco es su exacto opuesto. Ubicado en uno de los rincones más alejados de Petén, 120 familias de lancheros viven en una especie de destierro involuntario; sobreviven de lo que les da la agricultura, fuera de todo alcance y ayuda que el gobierno guatemalteco pueda brindarles.

El acceso a esta parte de Petén es a través del río Salinas, que se encuentra a dos horas de viaje en lancha, más o menos a 9 kilómetros de distancia desde Pico de Oro. El corazón de la comunidad se encuentra en el enclave de la playa, donde las lanchas se parquean, descargan y trasladan mercadería. La ruta les ha permitido desarrollar una relación económica, social y productiva con su contraparte mexicana.

En la playa inicia el único camino que tiene la comunidad y que los conecta con otros poblados de Sayaxché, el centro municipal. El camino tiene una extensión de 18 kilómetros y corre paralelo al río. Su ubicación y el hecho que no es una carretera formal, sino de terracería, la hace susceptible a las inundaciones. De esa cuenta, la ruta, a menudo, queda bajo de agua y cuando esta se retira nadie puede utilizarla hasta que el lodo se endurece.

Cuando eso sucede, por días enteros el Mollejón guatemalteco pierde contacto con Sayaxché y depende completamente de México. Por eso, desde hace algunos años que la comunidad petenera sueña con parecerse al Mollejón mexicano.

El presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo (COCODE), José María Coy, cuenta que ha solicitado en repetidas ocasiones la instalación de la red de cableado eléctrico porque llevan 45 años viviendo en la oscuridad.

El principal problema para conseguirla, según dicen los comunitarios que les respondió la Municipalidad, es el estado arcilloso del camino, que imposibilita el ingreso de cualquier vehículo para la instalación de los postes. Antes de tener luz, deben tener un camino sólido.

Ubicación satelital

Comunidades Mollejón 2, en Roberto Barrios en Chiapas, México. Foto Nelton Rivera

Atrapados en el Mollejón en medio de una tormenta

A finales del 2020, en medio de la lucha por hacerse de una carretera asfaltada, ocurrieron dos imprevistos serios: las tormentas Eta y Iota. Las lluvias desbordaron al río Salinas e inutilizaron la única salida del Mollejón guatemalteco.

Las casas de más de 120 familias, que en ese momento habitaban la comunidad quedaron bajo el agua. Llovió más de un mes sin parar y la tierra absorbió tanto como pudo. La lluvia desbordó el río. Para esta comunidad, las inundaciones no son algo raro, pero las circunstancias y la intensidad de estas tormentas superaron sus expectativas.

El Mollejón llevaba las de perder. Siempre lleva las de perder por la proximidad del río y porque están rodeados de bosques que les cierran el paso como cercas. La única opción para salir de allí son las lanchas, pero el día que la emergencia estalló solo unas cuantas familias las tenían.

“Nosotros nos quedamos sin nada, sin animales, sin gallinas. Estamos comenzando otra vez a revivir la cosecha, pero el Ministerio de Agricultura no nos da ningún proceso de seguimiento. Dicen que sí y que sí, pero el tiempo va pasando y no logramos ningún apoyo”, resalta Coy.

En el poblado, la gravedad de una tormenta se mide con el tiempo en el que el agua tarda en desaparecer. Los de Mollejón supieron que estaban en problemas porque el nivel del río no bajó pronto. Para su sorpresa, la inundación no cedió durante tres meses.

“Ahí si sufrimos más, porque nos quedamos sin nada. Uno todavía aguanta, pero los niños no. Me pongo a pensar que si estuviera buena la carretera nosotros nos largamos, pero así como está es imposible. No podemos pasar y tampoco podemos contratar un camión que venga, porque si la carretera está mala no puede entrar”, argumenta Coy en una visita a la comunidad.

Los pobladores de Mollejón no quieren hablar mucho sobre la inundación; se sienten defraudados y ya no confían en las personas que llegan a verlos, por lo que han encomendado la vocería de sus demandas al presidente del COCODE.

El rescate de los pobladores fue posible gracias a la ayuda del Ejército mexicano y otras organizaciones, entre ellas una iglesia evangélica, que acudieron con lanchas para sacarlos y que luego los alojaron en una escuela que convirtieron en albergue.

“La tormenta fue muy dura. Fue muy triste. El agua está en la casa y se le manda a dormir en la calle. Para nosotros fue difícil. Gracias a Dios, la República de México nos apoyó. Del lado de Guatemala es donde menos nos apoyaron. El presidente de El Salvador mandó unas cajas. Lo malo es que la comunidad tenía que pagar para que una lancha pudiera ir a recoger la ayuda y eso cuesta unos 1 mil 500 quetzales. No tenemos dinero para pagar eso. La CONRED y el Ejército tienen lancha. Hasta helicóptero tiene CONRED…”, cuestiona Coy.

Río Salinas, Sayaxché Petén. Comunidad Mollejón. Foto Nelton Rivera

La comunidad pasó 25 días en México antes de regresar. Nadie del lado guatemalteco acudió a su auxilio; los mexicanos sí siguieron llevándoles ayuda.

“En el corazón de la comunidad está la escuela y también un templo evangélico. Pensamos que veríamos una escuela más formal. Son dos aulas. Allí se nota la mala calidad de vida que tienen. Cuando salimos al patio pensé que vería una cancha, al menos con techo de estructura de metal, pero no. Es una escuela abandonada. No creo que tengan agua potable. En cuestión de educación y ayuda, están muy abandonados de aquel lado. La escuela del Mollejón segundo -del lado mexicano- está más acondicionada”, reconoce Jesús Sánchez Hernández, el pastor mexicano.

Sánchez y otros miembros de su iglesia llevaron ayuda y comida a la escuela mexicana donde las familias se refugiaron. Un mes después, cuando los guatemaltecos regresaron a su tierra, los visitaban tras hacer un viaje de una hora en carro, para llegar al Mollejón mexicano y de allí cruzar hacia Guatemala

La inundación todavía no había cedido completamente. La comunidad quedó parcialmente destruida. Animales, granos y casas fueron afectadas. Poco a poco los pobladores recogieron las cosas que pudieron salvar y ahora ocupan su mente en pensar cómo evitar que la tragedia se repita.

Para Coy no hay que pensar mucho la respuesta. Del otro lado, en el Mollejón mexicano, la vida es sencilla, pero no les falta nada. Tienen escuelas, casas de concreto, caminos asfaltados, red de agua potable y, sobre todo, energía eléctrica.

“A nuestra escuela se la llevó el río. La Municipalidad -de Sayaxché- aprobó cinco proyectos y no sabemos qué pasó con ellos. El Ministerio de Agricultura viene a recoger datos, a pedir fotocopia del DPI, pero no dan nada. Uno espera que el viceministro de Agricultura mandé una visita para que vea la necesidad y hacerles ver que para nosotros es importante la carretera y la luz”, se queja el presidente de la comunidad.

La solicitud para ambos proyectos la presentó de nuevo ante las autoridades municipales en febrero de este año. Coy también buscó respuesta en México, pero no tuvo éxito.

La única manera que el Mollejón ha tenido para enterarse de las tormentas que vienen es a través de la radio, pero Coy asegura que en esa ocasión la CONRED no les avisó.

“CONRED y el Ejército no avisaron en tal fecha va a ser la tormenta, busquemos un lugar adecuado. Nosotros tenemos que sacar nuestro maicito, nuestro frijolito, que es nuestro consumo. Los animalitos. Nos quedamos esperando cuando sentimos el golpe. Cuando miramos al ganado se lo llevaba el río”, refiere.

Debido a la respuesta de México, el Mollejón guatemalteco decidió que de presentarse una nueva tormenta migrarán temporalmente al otro lado del Salinas. Porque “tenemos buena comunicación con ellos”, señala Coy.

“-Alfonso- Portillo nos dio medicamento y una lona. Esa lona nos duró 10 años. Trato de buscarla con los alcaldes, con el gobernador y lo que me dicen es que no hay. No hay. He llegado un montón de veces a la Muni y no hay. Es algo que nos sirve para ir a amontonarse a los potreros y no molestar a los vecinos. Pero no hay un acceso para que nos puedan ayudar”, agrega.

El impacto de las tormentas y la pobreza en la que está sumido el Mollejón ha dado pie a que al menos 15 personas abandonen la comunidad con ruta hacia Estados Unidos. Quienes tienen posibilidades de prestar dinero o de pedir a sus familiares en ese país, para pagar al coyote 90 mil quetzales, lo hacen. La mayoría son jóvenes de 20 años en adelante. La tercera semana de julio de este año, un segundo grupo de 6 o 7 jóvenes se preparaba para seguir a los que ya se fueron y que lograron llegar exitosamente.

“Esta comunidad era más grande y se están yendo por la situación. Hay muchos guatemaltecos en México. México está más desarrollado. Por eso se van para allá. La educación está mejor. Les dan libros -a los niños-. Les dan todo. Allá van a trabajar solo para ellos, acá tenemos que trabajar para nuestros hijos. Esa es la desventaja acá”, dice.

Antes de Eta e Iota la migración no era una alternativa para los jóvenes porque la comunidad lograba subsistir de sus cosechas y del intercambio comercial con México. Coy espera que en unas semanas, cuando se dé la cosecha, las personas reconsideren quedarse. Él mismo ha pensado en migrar hacia Estados Unidos. Lo detienen sus hijos pequeños -el mayor de ellos no tiene ni siquiera 10 años- y reconocer que la tierra y el río, generalmente, han sido buenos con el Mollejón.

“Yo si no quisiera irme, porque soy de aquí, pero por las condiciones en que vivimos y la familia le dice a uno: vámonos, vámonos. Así se han ido todos”, indica.

José María Coy, presidente de la comunidad Mollejón. Foto Nelton Rivera

Dos años de espera frente a la temporada huracanes

Después de las tormentas, 17 viviendas del Mollejón quedaron destruidas y/o con daños, pero solo cuatro serían tomadas en cuenta para el proceso de reconstrucción que lidera el Gobierno de Alejandro Giammattei. El resto de la comunidad deberá continuar viviendo en las casas tal como quedaron cuando el río retrocedió.

 

De acuerdo a las autoridades del Gobierno, los pobladores que fueron seleccionados para la reconstrucción de viviendas deberán esperar cerca de dos años o más, tiempo en el que los alcaldes crearán los expedientes de cada comunidad y, que las familias deberán utilizar para tener certeza legal sobre el terreno donde se haría la construcción, sin olvidar que la tierra deberá ser declarada libre de riesgo, según confirma CONRED y el viceministro de Vivienda, Carlos Armendáriz.

“Casas afectadas fueron varias, pero tomaron como prioridad cuatro casas nomás. Tomaron la foto del dueño y de la casa. Las demás no, porque dicen que no hay seña -del daño-. Esos cuatro todavía no tienen una respuesta positiva. CONRED quiere que las personas se vayan a lo alto, pero no se puede porque aquí está su terreno. La gente no tiene dinero para ir a comprar otro pedazo de tierra. Y aunque tuviera no lo vende porque es una bendición el terreno. La cosecha -siempre- la logramos”, indica Coy.

Comunidad Mollejón, Sayaxché Petén. Foto Nelton Rivera

Una de las lideresas de la comunidad, Ermelinda Sandoval, cuestiona cómo está gestionando el Gobierno los recursos para atender la emergencia:

“Aquí estamos abandonados. Vivimos como Dios nos ayude cuando vienen las inundaciones. Cuando ya pasó todo vienen las autoridades a ver. Por qué no vienen cuando está la necesidad. Ellos dicen: nosotros apoyamos a las comunidades. Son mentiras, señores. Me gusta escuchar las noticias, al presidente Giammattei dice: nosotros estamos apoyando a las comunidades afectadas, pero ¿Dónde están? Cuando necesitan los votos allí están. Necesitamos ayuda para nuestra comunidad y dicen que gastarán tantos millones, pero ¿Dónde están? En sus bolsillos. No sean así”.

Recientemente, las autoridades del Gobierno indicaron que solo una casa de las cuatro seleccionadas podrá formar parte del proyecto de reconstrucción, porque los terrenos de las restantes no reúnen las condiciones de seguridad.

La desesperación y la inconformidad de la comunidad con las autoridades es tal que han decidido castigarlos en la época electoral.

“Si mañana, en la época política, viniera alguna persona a ofrecer algo yo tomaría la palabra para hacer ver que ya no vamos a querer personas que nos vengan a hacer promesas falsas. Cuando ya ellos están en el puesto se olvidan del Mollejón”, indica el pastor local. “Hay una partida presupuestaria de 200 mil quetzales para sacar inmediatamente a un bacheo de carretera u otro proyecto, pero ahora dice el alcalde que solo 90 mil puede manejar. Incluso si se hace hoy, hasta el otro año se va a disputar el proyecto”, agrega.

En mayo de 2020, la municipalidad de Sayaxché adjudicó el mejoramiento de la calle que conecta al Caserío Roto Nuevo con el Caserío El Mollejón al único oferente: las Ferreterías Comerciales, S.A. por 1.3 millones de quetzales. Pero esta calle no es la que la comunidad quiere asfaltar. El camino en el que están interesados ha recibido mantenimiento una sola vez en 2018.

Debido a esto, la agresividad ha escalado a tal punto que las reuniones que han tenido con las autoridades municipales de Sayaxché ya no son en un tono pacífico. La gente del Mollejón está desesperada, no solo porque se sienten engañados, sino porque la urgencia de construir es inminente frente al inicio de la temporada de huracanes que podría empeorar aún más sus condiciones de vida.

Desde inicios de junio de este año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que los países de Centroamérica serían los más afectados por los seis o diez huracanes que se pronosticaron para 2020.

El Mollejón guatemalteco sueña con ser una comunidad desarrollada y parecerse así, a su contraparte mexicana. Pero, al igual que Pico de Oro, que está a una hora de distancia en lancha, están preparados para recibir una decepción de parte del Gobierno y, como siempre, arreglárselas por su cuenta con la poca ayuda que México les pueda brindar en medio del encierro involuntario.

Vecinos de la comunidad Mollejón hacen un recorrido de 18 kilómetros para revisar los daños en la carretera comunitaria. Foto Nelton Rivera

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