Por Stef Arreaga
22 de julio del 2019
Cuando llegue la hora,
cambiarás mi desierto en cascada,
ungirás mi cabeza con aceite fresco
y tu fuerza conquistará mi debilidad.
Conducirás mis pies sobre tus huellas
y caminaré por la senda angosta
que conduce a tu Casa.
Fragmento de poema Cuando llegue la hora, de Julia Esquivel
Julia Esquivel falleció el pasado viernes 19 de julio a los 89 años. Julia fue una teóloga ecuménica, poeta, educadora, revolucionaria, defensora de los derechos humanos, amiga, hermana y guía. Nació el 3 de mayo de 1930, en San Marcos, en el occidente del país. Se graduó como maestra de educación primaria y luego ingresó a la Facultad de Humanidades en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC).
Dio sus más hermosos versos y sus más sagradas luchas a Guatemala, lugar de donde tuvo que huir durante los años más cruentos de la guerra interna. Siempre será recordada por su trabajo voluntario con los más desposeídos y por acompañar hasta sus últimas fuerzas las luchas sociales de la Guatemala que siempre anheló ver florecer.
Julia fue una mujer muy saludable, pero luego de casi nueve décadas, finalmente cerró los ojos al lado de muchas personas que le amaban y con quien logró construir lazos de amistad y hermandad que estuvieron en ese último momento para acompañarle.
Olga Piedrasanta, su mejor amiga, comenta que en sus últimos días estuvo en cama. Pasaba largos periodos dormida. A veces parecía que estuviera inconsciente, pero reaccionaba con algunos movimientos y gestos que les hacía saber que estaba escuchando cada palabra de sus amigos y seres queridos. En uno de esos momentos abrió los ojos, vio a esa amiga que le acompañó en momentos muy importantes de su vida y le dijo con una voz muy suave: “Muchas gracias por venir”.
A inicios de los años 50 solicitó ingresar al Seminario Presbiteriano de Guatemala, pero le negaron la solicitud por ser mujer, por lo que decide sacar un diplomado en el Seminario Bíblico Latinoamericano en Costa Rica, para ejercer el ministerio pastoral.
A principios de los años 60 regresó a trabajar al Instituto Evangélico América Latina como profesora de estudios bíblicos. También se desempeñó como directora de internados y responsable de campamentos para estudiantes. Y a partir de ahí siguió enseñando a través de su fe.
“Ella siempre decía: yo soy ecuménica. Podía estar en la iglesia católica, en la evangélica, luterana, presbiteriana, o menonita, pero nosotros tuvimos el privilegio que ella predicara en nuestra iglesia. Creo que la identificación que tuvo con la iglesia menonita es que nosotros velamos y ayudamos a las personas pobres en forma silenciosa. La sociedad guatemalteca conoce muy poco de la iglesia menonita pero tenemos un brazo social muy fuerte. Nuestro centro es Jesús, y si él lo hacía, nosotros que somos sus seguidores también lo hacemos. Y eso mantuvo a Julia Esquivel por más de 25 años en nuestra iglesia”, mencionó Olga.
Julia dedicó muchos años de su vida al trabajo voluntario religioso y social. Trabajó con niños y jóvenes en situación de calle y en conflicto con la ley penal. Poco tiempo después fundó la agrupación “Amigos de los niños”. También dedicó gran parte de su vida al trabajo con mujeres en áreas marginales en donde dirigió distintos proyectos de desarrollo integral.
En 1971 recibió amenazas por parte del Ministerio de Gobernación por publicar un documento llamado “Al cese de la violencia política”. Luego de esta publicación fundó y dirigió la revista Ecuménica “Diálogo” que incluía no solo temas religiosos, sino que hacía análisis social y viajaba al interior del país para ir compartiendo con las comunidades sobre temas sociales y religiosos. En enero de 1976, fue informada que la Policía Militar Ambulante la busca por haber entrevistado a familiares de muchas víctimas de la guerra por parte del Ejército de Guatemala.
Entre 1977 y 1979 se conviertió en co-fundadora del Comité Pro-Justicia y Paz en Guatemala. En ese mismo periodo de tiempo la intentaron secuestrar dos veces y fue advertida de un plan del ejército, para asesinarla. En 1980, después de la quema de la Embajada de España, salió al exilio.
En la década de 1980, a pesar de vivir su exilio en Suiza, dio conferencias a grupos cristianos sobre la situación en Guatemala. También, con el apoyo de la ONU, varias organizaciones sociales y de derechos humanos presentó denuncias, informes y aclaraciones sobre masacres, asesinatos, torturas y desapariciones forzadas en el país. Al final de la década se publicó su poemario llamado “Florecerás Guatemala”, cuyos poemas fueron publicados en holandés, alemán e inglés.
En la presentación de Florecerás Guatemala, el escritor guatemalteco, Luis Cardoza y Aragón, dijo: “Pensé que no había escrito sino un solo poema (…) Un mismo poema en donde la oigo sollozar su plegaria, estremecida de espanto y furia santa. Veo que llora, que la estrujante tragedia de Guatemala no la olvida nunca. Julia es testigo de esa tragedia, y es ejemplo de fidelidad, de lealtad y bondad (…) Julia nos ha enseñado a llevar nuestra tierra en el corazón”.
Cuando Julia decidió regresar a Guatemala su familia y amigos la recibieron. “La acompañábamos al mercado, al super, al banco, a eventos culturales que tanto le gustaban, a donde fuera estábamos juntas. De ahí en adelante no volvimos a separarnos, en los momentos más difíciles y más felices ahí estuvo ella. Hace tres meses murió mi esposo y Julia llegó a pesar que era de noche, nos acompañó, dijo unas palabras muy hermosas y especiales. Mi familia, ella y yo siempre nos tuvimos mucho amor, respeto y admiración. Era mutuo”, relató Olga Piedrasanta.
En diciembre de 1994, recibió el doctorado Honoris Causa en Teología por la universidad de Berna, Suiza. Unas semanas antes había recibido la noticia de este reconocimiento, Julia y Olga se encontraban juntas en el momento cuando recibió la llamada. Al terminar le dijo a su mejor amiga: “me han pedido que vaya acompañada de una persona especial y de confianza para mí, no puedo pensar en alguien más que no seas tú”.
Olga y Julia salieron en el mes de diciembre para Suiza: “Fue un acto muy hermoso y emocionante. Tuvimos actividades en cada una de las universidades de Suiza, la última semana, luego de tantas conferencias y días de mucha actividad, estuvimos en un castillo en donde se hacían votos de silencio, ahí estuvimos, porque después de tanto tiempo y tanto trabajo, necesitábamos estar ahí. Aunque Julia había pasado ahí varios años de su vida, para mi fue una experiencia maravillosa”, recordó Piedarasanta.
“No conozco a nadie que haya vivido la Biblia como ella, que tenga la capacidad de pensar al ser humano y la vida desde lo mejor del saber espiritual contenido en esas viejas páginas. Es ecuménica Julia porque su compromiso con la verdad trasciende los límites impuestos por las sectas, porque su amor a la humanidad no encuentra barreras en los fanatismos que desafortunadamente pueblan el mundo ahora”. Edmundo Urrutia
La vida de Julia estuvo provista de detalles especiales. En su casa tenía un lugar especial: un oratorio. Un cuartito donde siempre tenía decoraciones típicas, un espacio abierto para quien quisiera llegar a orar. Ahí estaba ella, con las puertas de su casa abierta para sus amigos y seres queridos que quisieran pasar momentos de paz y de intimidad con dios.
Orden Monseñor Juan José Gerardi Conedera
“Recibo este reconocimiento en nombre de las víctimas constantes, de los muchos entre los pocos ricos, que en este momento están muriendo de hambre”, dijo Julia Esquivel el 10 de diciembre del 2014, al ser galardonada con la orden Juan Gerardi Conedera.
Ese reconocimiento es otorgado cada 10 de Diciembre, como celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos promulgado en 1948 por las Naciones Unidas, a instituciones o personas cuyo trabajo está comprometido al servicio de otros, explicó Nery Rodenas, director ejecutivo de la ODHAG.
Las palabras con las que Julia cerró ese día estremecieron a las y los asistentes: “No nacemos humanos, nos hacemos humanos en la medida en que nos encontramos con los despreciados”.
“Mi amada y querida Julia, hoy mi corazón está triste, muy triste…Mi latido es un tamborcito y una plañidera chirimilla que toca por tu partida, amada Julia, con grande amor y ternura recuerdo que siendo un niño me enseñaste a orar y es que fuiste una mujer profundamente cristiana y profundamente comprometida con el pueblo, desde ese día hicimos un pacto de ternura…Me abrazaste y me dijiste ” yo voy a ser todas tus abuelas que la guerra te quitó”… y desde entonces te respeté y amé como a todas ellas”. Eduardo Morales Equit
La muerte de Julia Esquivel enlutó miles de corazones este fin de semana. Ella fue velada en la iglesia menonita Casa Horeb, lugar donde asistió durante las últimas tres décadas.
Las redes sociales se llenaron de poemas, fragmentos y frases de su autoría. Entre oraciones, cantos, y palabras de amor, fue enterrada el día domingo de una forma muy especial y sencilla, tal y como ella era.
Fotos: Stef Arrega