Por: Tihui Campos[1]
Ya no soy un hombre, soy una idea. Lula
¿Qué está pasando en Brasil?
En los últimos días, las redes sociales nos han invadido con información del juicio y encarcelamiento por corrupción del expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, relacionado al caso Odebrecht. Se le acusa de recibir un apartamento, ofrecido por la constructora OAS, a cambio de facilitar contratos para la empresa Petrobras.
Ante cualquier ciudadano harto del enriquecimiento ilícito de nuestros gobernantes en Latinoamérica, podría ser justo y necesario la culminación de este proceso, y así dar el ejemplo a los demás países involucrados con esta red de corrupción; pero si miramos más allá, veremos que todo el proceso está plagado de pruebas falsas y testimonios sin fundamento, que solo visibiliza las grandes diferencias económicas, políticas y sociales que existen actualmente en Brasil, la lucha de clases.
Lula, el obrero que llegó a ser presidente
La lucha por sacar de la grave pobreza en la que se encuentra su país se concibe al conocer sus orígenes. El sindicalista nació en Pernambuco, una de las ciudades con mayor número de empobrecidos en Brasil. Séptimo de ocho hijos, conoció la violencia, las carencias y limitaciones que aquejan a gran parte de los brasileños del Nordeste. Para poder vivir y construir un futuro diferente realizó diversos trabajos: limpiabotas, vendedor ambulante y recadero, estos empleos le sirvieron para capacitarse y poder emplearse como tornero mecánico, lo que le permitió iniciar en el sindicalismo, que combinó con sus visitas recurrentes al estadio para apoyar al equipo de sus amores, El Corinthians.
Rápidamente se inició en la defensa de los derechos de los obreros brasileños, en ese año perdió su dedo meñique en un torno. Narra la terrible experiencia con la que fue tratado en su accidente: “Llegué a las tres de la mañana (al hospital) oliendo a mono de trabajo, oliendo a grasa. El médico me miró a la cara y dijo: ‘¿Para qué necesita 10 dedos un peoncito? Voy a quitártelo’. Y me lo quitó”. Esto no lo detuvo en su sueño de construir un Brasil distinto, fue detenido varias veces, destacó como uno de los grandes promotores de las huelgas y manifestaciones que debilitaron el poder de la dictadura y aceleraron su caída. En 1980 fundó el Partido de los Trabajadores, que después de tres intentos, lo llevó a la presidencia. Entre las reivindicaciones sindicales que logró al retornar la democracia en Brasil destacan: derecho de huelga, reducción de la jornada laboral, vacaciones parcialmente pagadas y revisiones salariales en función del costo de la vida.
Los claroscuros de Lula
Antes de llegar a la presidencia su programa era de enfrentamiento al sistema: anticapitalista. Para su tercer proceso electoral guardó en su baúl a aquel luchador social que convocó al Foro Social Mundial, retando al foro de Davos y sacó el traje y corbata para poder seducir a la clase media y al Fondo Monetario Internacional y así llegar a la presidencia.
En sus dos mandatos, Lula logró reducir los índices de pobreza de 38,4% a 24,6%, creó millones de espacios escolares, aseguró servicios sanitarios para las clases menos favorecidas, creó puestos de trabajo y aumentó los créditos a bajos intereses. En el plano internacional, su gobierno se convirtió en el líder regional. Promovió la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) para tomar distancia de Estados Unidos y, a través de Mercosur, promovió una economía alternativa en la región.
Espacio nos falta para escribir sus grandes logros, pero es imperante reflexionar sobre sus errores: mientras el mundo entero disfrutaba el Mundial de futbol y las Olimpiadas, las clases más desfavorecidas eran desalojadas de manera violenta de su hogar, para dar una imagen de una ciudad ordenada y sin pobreza. Es importante subrayar que esta política de limpieza inició con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva desde que Brasil fue asignado para los juegos Panamericanos de 2007.
La dictadura vuelve a Brasil
Después de un humillante y misógino proceso de destitución de Dilma Rousseff (la sucesora presidencial de Lula), Brasil vive una gran encrucijada en su naciente y débil democracia. Al imponerse el gobierno de Michel Temer de manera vil, Lula ha decidido lanzarse de nueva cuenta a la presidencia, por lo cual, la élite brasileña, al tener las leyes de su lado, han encarcelado al posible candidato presidencial con mayor porcentaje de intención del voto en la historia de la nación carioca, 85 por ciento.
Hoy la moneda está en el aire y el pueblo brasileño es quien debe elegir en las urnas que tipo de proyecto desean, ya lo dijo Lula antes de entregarse a la justicia en Curitiba: “Hace mucho soñé que era posible gobernar este país y sacar a millones de la pobreza. Ese es el crimen que cometí. Es el crimen que no quieren que cometa más. Es por ese crimen que hicieron el proceso contra mí: meter pobres en la universidad, meter negros en la universidad, permitir a los pobres comer carne, comprar autos, viajar en avión, hacer su agricultura, tener su casa propia. Si ese es el crimen que cometí, les aviso: voy a continuar siendo un criminal”.
[1] Profesora de asignatura de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Twiter: @tihui
Fuente: unamglobal.unam.mx