Créditos: Estuardo De Paz
Tiempo de lectura: 11 minutos

Por Jorge Ramón González Ponciano*

1
Decía nuestro querido René Poitevin Dardón en sus clases en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos a fines de los años setenta, que en 1944 Guatemala llegó tarde a su cita con la democracia burguesa y, que cuando ésta apenas empezaba, vino la intervención estadounidense en 1954 a cortar de tajo las aspiraciones del nacionalismo revolucionario.  La mal llamada “Liberación” reblanqueó a Guatemala y la regresó al feudalismo. La paranoia anticomunista posterior acabó durante las siguientes décadas con las premisas más básicas de la democracia burguesa y normalizó la praxis genocida que ha sido clave para la modernización regresiva del Estado y la economía.

2

Guatemala en 2024 retoma el camino de la democracia burguesa, como diría Poitevin, con la toma de posesión de Bernardo Arévalo de León y Karin Herrera Aguilar, y en ello tuvo un papel decisivo la movilización de pueblos indígenas, jóvenes y ciudadanos de todos los estratos, hartos del litigio malicioso de un puñado de rufianes que, con la complacencia del sector privado, por ahora controlan buena parte de las cortes y el poder legislativo.
El nuevo gobierno asume justo cuando se cumple el ochenta aniversario de la “Primavera democrática” lidereada por Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz. Por azares de la historia le corresponde tomar las riendas del país a un destacado hijo del expresidente Arévalo, Bernardo. Nacido en el exilio, políglota, reconocido experto en asuntos de seguridad y ejército y diplomático de carrera, su triunfo electoral en binomio con la doctora Herrera Aguilar despertó la esperanza de que por fin la ética retorne a la política y al servicio público en Guatemala.

3

El chanchullo electoral estuvo dirigido a allanarle el camino a la presidencia a la hija del general Ríos Montt, Zury Ríos Sosa, despojando de su derecho a participar a candidatos y partidos rivales, especialmente a los sectores indígenas y populares representados por el Comité de Desarrollo Campesino (CODECA) y su instrumento político el Movimiento para la Liberación de los Pueblos. Terminó favoreciendo a una organización de izquierda social demócrata, que no figuraba en las encuestas.  “Un milagro” le llamó el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. El tiro les salió por la culata e intentaron anular el resultado. El lawfare no funcionó gracias a la respuesta indígena y ciudadana y a las presiones de Estados Unidos y la Unión Europea.

4

Con el músculo del apoyo ciudadano respaldándolos, Bernardo y Karin pueden propiciar que Guatemala retome el saneamiento del poder público iniciado por la Comisión contra la Impunidad y la Corrupción en Guatemala (CICIG) y por la Fiscalía Especial Contra la Impunidad (FECI) al mando de Juan Francisco Sandoval. La lucha ha sido y será ruda: dos tercios del Congreso están podridos y al centenar de bribones identificados con nombres y apellidos por diferentes instancias del gobierno estadounidense, se agregan costras, dinastías y redes de parientes y allegados prepotentes y pistoleros, acostumbrados a succionar la ubre del erario y sacar raja de la cultura del atraco a nivel nacional, departamental y municipal.

5

El reclamo ciudadano inmediato es restaurar el orden y la legitimidad del Ministerio Público y que vayan a prisión los rastacueros que han servido de cómplices y tapaderas del ladronismo de Giammattei, su concubino y que en varios casos están vinculados a la Fundación contra el Terrorismo, la Liga Pro Patria y otras agrupaciones que son parte de la columna vertebral del Frankenstein que al correr de los años compactó a lo peor de los círculos anticomunistas, neofascistas y neoliberales responsables de convertir Guatemala en fosa común y cementerio.

6

Se aplaude que el nuevo gobierno estará a cargo del primer gabinete paritario de toda la historia guatemalteca, con igual número de hombres y mujeres, pero es fuerte la crítica a la ausencia de representación indígena que contrasta con la inclusión de personas afines al Comité de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), la entidad que mejor representa los desastres derivados de poner el poder público al servicio del mercado y el interés privado.
Al respecto dice Aura Estela Cumes Simón que se esperaba un gabinete un poco más plural dado el calibre de la movilización indígena, popular y estudiantil, y exhorta a los ladinos mestizos de clase media, demócratas y de izquierda del nuevo gobierno, a “que no vean a los pueblos indígenas como pueblos subalternos”, y “se ayuden a gobernar respetando la autonomía indígena”.
Por su parte, Kajkoj Máximo Ba Tiul dice que es un gabinete de transición y, si el nuevo gobierno no funciona, los pueblos se movilizaran porque “nuestro proyecto es para muchos años, y de aquí en adelante se debe trabajar para fortalecer a las comunidades, a los pueblos y al liderazgo”.  La decisión de los pueblos originarios de llamar a la movilización, afirma Ba Tiul, “no fue para defender a Arévalo y Semilla sino para restablecer la democracia burguesa y de ahí avanzar hacia la transformación o refundación de la misma democracia”.

7

Las reflexiones de Aura Cumes y Máximo Ba Tiul a propósito del gabinete de Arévalo y la democracia burguesa parecen confirmar los desfases señalados por René Poitevin Dardón hace más de cuarenta años, y no falta el argumento frecuente de que en lugar de paridad de género y representatividad étnica debiera priorizarse la capacidad profesional y la honestidad en el desempeño del cargo. Ello fue cierto en el pasado y sigue vigente, y a manera de ejemplo viene al caso recordar la sólida formación de muchos de los que liderearon la revolución del 44.  Por ejemplo, se atribuye a Cara de Hacha, el coronel Carlos Castillo Armas, cabeza de la invasión mercenaria, haber dicho: “Ya quisiera yo tener gente como la que tuvieron Arévalo y Árbenz”.
La ciudadanía ahora y siempre, en cualquier parte del mundo, tiene sobrado derecho a exigir altos parámetros éticos y profesionales en el desempeño de la función pública y a nosotros se nos impone romper con la abyección, el conformismo y la mediocridad de los sociópatas, fantoches, guasones y malandros que malgobernaron el país y envilecieron el arte de la política, anteponiendo el interés privado al bien público, y violando con ello las premisas básicas de la gobernabilidad liberal y la democracia burguesa. No porque el punto de llegada sea ese tipo de democracia sino porque aun carecemos de la fuerza política organizada con el ñeque suficiente para empujar transformaciones estructurales de más largo aliento.

8

El nuevo ejecutivo llega con muy buen capital político y requerirá de una estrategia comunicacional efectiva para informar a la ciudadanía y orientarla en cuestiones que requerirán del músculo ciudadano para garantizar el correcto proceder de alcaldes, diputados, jueces y ministros. Y es que, así como en los medios de comunicación se habló de un golpe de Estado en cámara lenta, podría decirse que al mismo tiempo hemos vivido los chispazos y aironazos de un levantamiento ciudadano que sigue fermentándose, como no se veía desde los años ochenta cuando en todo el país se encontraron pueblos indígenas organizados y pobladores urbanos.
En bloqueos y manifestaciones se mostró esa energía y, aunque parezca lento, está en marcha el despertar organizado en colonias, barrios y asentamientos y sus distintas formas de articulación con las demandas históricas de los pueblos indígenas. Como dijo Marcela Blanco a los pocos días de salir de su injustificado encarcelamiento. La mayoría excluida está tan ocupada buscando el sustento y lidiando con la delincuencia, el caos vehicular y los problemas de transporte, que no tiene mucho tiempo para participar en política organizada.

Pero lo que se vio en el bloqueo del periférico en la capital, donde se encontraron la Guatemala indígena profunda y el pobrerío urbano, no fue cosa menor, y no es por nada que el exministro de gobernación haya tenido el tacto de no usar la fuerza para reprimirlo. Ese encuentro es un termómetro que refleja cómo vienen los nuevos tiempos recios en Guatemala, que incluyen, por ejemplo, la premisa de que “la Bethania siempre ha sido anticapitalista”, como dijera un improvisado orador en medio de la verbena bailonguera que permitió a la muchedumbre anónima paladear a que sabe la nueva soberanía popular en ciernes.

9

Si bien el activismo de la juventud y de la diáspora dentro y fuera del país han mermado la credibilidad en la visión cacifera del mundo, el monopolio neoliberal sobre los medios de comunicación y la larga escuela de manipulación y guerra psicológica es un reto político para el nuevo gobierno.
No sería raro que, como ocurrió en México, la prensa falsaria en Guatemala siga perdiendo rating, y ojalá el neoarevalismo implemente campañas permanentes de alfabetización, fomento de la lectura y acceso al libro, como lo han hecho las “Brigadas para leer en libertad” lidereadas por Paco Ignacio Taibo II que desde hace algunos años acompañan a la movilización ciudadana y la construcción de contrahegemonía en la Cuarta Transformación mexicana.

En el escenario político, urbano y digital, es notable el accionar de la juventud indígena y la juventud de la izquierda radical ladina popular, la centro izquierda de las capas medias, y sectores de la pequeña burguesía y hasta de la burguesía que vienen eslabonados con las jornadas de 2015 y están siendo bastante efectivos en combatir la desinformación y construir prensa alternativa en el mundo virtual.  No todo está resuelto en esa materia y sería valioso, como parte de este esfuerzo colectivo, recuperar el trabajo acumulado de investigación, diagnosis y prospectiva hecho en años y décadas anteriores por algunas instancias, agencias, revistas digitales y equipos de analistas como por ejemplo el de El Observador (https://elobservadorgt.org/), (https://elobservadorgt.org/) que merecería ser destilado en cápsulas de difusión amplia en las plataformas que llegan a millones.

10

El binomio presidencial Arévalo-Herrera se identifica con el legado de la Revolución del 44 por muchas décadas criminalizado y clandestinizado. Esa revolución apostó por la educación, el reparto agrario, la ciencia, la educación, la universidad, el arte, el deporte, el aprecio social del magisterio y la investigación aplicada a la justicia social.
Eso abre la posibilidad de visualizar una unidad nacional que no se quede en limpiarle la mesa de corrupción a las transnacionales, como anhelan las huestes neoliberales, sino que reconvierta el país-finca de mozos y patrones en un modelo de desarrollo y participación ciudadana que revierta el feudalismo, acabe con la cooptación de los poderes públicos por parte de las redes criminales y monte una infraestructura educativa que permita el despegue de una economía que aproveche la biodiversidad y pueda satisfacer las necesidades de las grandes mayorías empobrecidas y marginalizadas sin necesidad de tocar el subsuelo.

11

La Guatemala posterior al 54 es fruto de la paranoia anticomunista y del racismo aplicado a las relaciones internacionales de los Estados Unidos, que decidieron no tolerar ninguna expresión nacionalista revolucionaria en el hemisferio.  De ahí que la entrada del neoarevalismo se perciba como oportunidad para que se siga investigando y se incorpore a los textos de enseñanza de la historia lo acontecido en Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX, y no nos conformemos con las versiones más o menos mentirosas y sesgadas de mercenarios intelectuales importados por el patriotismo anticomunista.
La historia de la revolución del 44, el profesionalismo de sus funcionarios, sus logros en materia agraria, educativa, indigenista, y la efervescencia político cultural fue de tal excelencia que atrajo la atención internacional.

Esa realidad histórica ha sido silenciada y distorsionada y las nuevas generaciones ignoran la forma artera con que el terrorismo de Estado trató de extirpar la memoria de esos años. Fue el único paréntesis democrático que tuvimos en más de doscientos años de independencia criolla y que contrasta con la destrucción humana e institucional causada por treinta y seis años de conflicto armado, y veintiocho años de neoliberalismo y capitalismo salvaje.

12

La “Liberación” del comunismo nos dejó con el 70% de la población económicamente activa subempleada o desempleada, y con un culto a la limpieza social que sigue siendo bandera electoral y naturaliza el exterminio de los desechables antes invocado para eliminar a cualquier ciudadano con ideas democráticas.
Ojalá y no pase mucho tiempo antes de que Guatemala pueda despojarse de ese acostumbramiento a la muerte y asumir la humanización de la sociedad en los términos más prácticos, como en la digitalización de su territorio y sus recursos naturales, como lo hizo Uruguay, y podamos destinar las tierras fértiles y ociosas a la producción de alimentos.  Que se restituya la función social de la propiedad como lo estableció la Constitución de la República promulgada en 1945. Que se modifique la Ley de Minería, y se garantice por ley que las comunidades de los cuatro pueblos reciban un porcentaje significativo de las regalías derivadas de la conservación y aprovechamiento de la biodiversidad, de la expansión de la industria turística y de la preservación del patrimonio arqueológico ancestral y colonial.

13

El estorbo geopolítico que representa el Frankenstein guatemalteco es tal que hasta Mario Vargas Llosa, neoliberal y partidario de restringir el derecho al sufragio a “los que votan bien”, se dio el tiempo a escribir una novela que reitera la gran fractura que se produjo entre Estados Unidos y América Latina a partir del 54 guatemalteco.
La Guerra Fría empezó, como decía Jean Franco, con el derrocamiento de Árbenz, y en la memoria continental permanece el recuerdo del repudio latinoamericano a la Declaración de Caracas con que Estados Unidos justificó la agresión a Guatemala. Perviven en la memoria de muchos las imágenes de Frida Kahlo saliendo a manifestar en la ciudad de México en su silla de ruedas pocos días antes de su deceso, y la vibrante sacudida del Gloriosa Victoria, cuadro pintado por el maestro Diego Rivera y que estuvo muchos años extraviado.

14

Los Estados Unidos no cumplieron con la promesa de mostrar la superioridad del capitalismo por encima del socialismo, transformando Guatemala en país de clase media mestizo ladino, según las premisas de la teoría de la modernización, y tras el triunfo de la Revolución Cubana y en nombre del combate al enemigo interno crearon el Frankenstein encargado de ejecutar el “genocidio anticomunista” como le llama Norman Naimark al desastre humano que dejó la Guerra Fría en Guatemala, Indonesia y Sri Lanka. Ahora los Estados Unidos, sin arriesgar muchos recursos, intentan desmontar el engendro que ellos mismos crearon.  Ese Frankenstein como lo bautizó Piero Gleijeses cuando el New York Times lo entrevistó en 1999 a propósito de la visita de Clinton y la historia de la CIA en Guatemala, no es invencible.
Gleijeses autor de Shattered Hope (La Esperanza rota), ese gran clásico sobre la revolución del 44, recordó que fue gracias al financiamiento y asistencia técnica de los gobiernos de John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson, que pudo consolidarse la amalgama de personas e intereses hermanados con el anticastrismo, y en años recientes arropados por lo más reaccionario de las iglesias pentecostales, los republicanos trumpistas, el uribismo colombiano, la ultraderecha israelí y taiwanesa y el lumpen del neofascismo iberoamericano.

15

De allí que la idea simplista de que Semilla y el nuevo gobierno son hechura de Estados Unidos, los demócratas globalistas y una familia evasora fiscal que vende pollo frito, resulta insuficiente para entender las múltiples contradicciones y matices del factor estadounidense en Guatemala y de otros actores extranacionales que quieren deshacerse del estorbo geopolítico representado por el Frankenstein que tanto perjuicio sigue causando a la sociedad.

El propio Bernardo Arévalo, en una declaración que no recibió suficiente atención mediática durante los meses de campaña en 2023, reveló que fue John F. Kennedy quien aprobó el golpe de Estado de 1962 para imponer al coronel Enrique Peralta Azurdia e impedir que su padre ganara los comicios y se convirtiera nuevamente en gobernante de Guatemala. Aunque en su convocatoria a la acción, Bernardo Arévalo afirma que en 1954 nos arrebataron la primavera, es indiscutible que para desmantelar el Frankenstein requerimos de la ayuda de quienes tienen una deuda histórica con Guatemala y que debiera ir más allá del ridículo perdón de Clinton por la destrucción causada por el “genocidio anticomunista”.

16

En el panorama regional mucho ayuda al optimismo guatemalteco el ejemplo de los avances democráticos en México y Colombia y los pasos aunque lentos de la izquierda de Xiomara Zelaya en Honduras. No hay duda que de aquí a cuatro años querrá enarbolarse de nuevo la limpieza social como bandera electorera, queriendo replicar los “éxitos” del autoritarismo carcelario de Nayib Bukele que ha logrado frenar la criminalidad en El Salvador. Tampoco será fácil aplacar el discurso alharaquiento de quienes ven en cualquier reforma el peligro de que nos estamos convirtiendo en otra Venezuela.

17

Hace cuatro años, Guatemala no era tema en el flujo noticioso regional, pero la torpeza y el raterismo sociópata de Giammattei ganaron muy pronto la atención de la opinión pública por el hurto del dinero de las vacunas, los sobornos para entregar concesiones mineras y otros trinquetes que, al igual que Jimmy Morales, trató de encubrir alineando al Estado guatemalteco a la política exterior de los Estados Unidos en Ucrania, Israel, Taiwan y Venezuela.
No se olvide que Giammattei se encontró con Zelensky en Kiev y que su primer acto público como presidente electo fue intentar entrar a Venezuela con su pasaporte italiano para mostrar lealtad a la causa anti bolivariana. Veremos si, como a Morales, ese servilismo diplomático le alcanza para escapar del brazo de la justicia estadounidense, o si por el contrario le funcionan marufias como el último viaje a Washington para presentarse ante la OEA, tropezón incluido para hacerse la “vístima” y evitar con ello que le ocurra lo que a Juan Orlando Hernández, el expresidente hondureño extraditado a los Estados Unidos a los quince días de haber entregado el cargo.

18

Dado que en Guatemala los partidos políticos no llegan a tales, pues en su mayoría son franquicias privadas del CACIF y fachadas de grupos criminales, la guerra política y cultural en el mundo virtual está provocando su pulverización, un fenómeno global anticipado por el politólogo Phillipe C. Schmitter y acelerado entre nosotros gracias al hartazgo ciudadano y a la creación de instancias explícitamente dirigidas a la fiscalización ciudadana como ojo con mi pisto (https://www.ojoconmipisto.com/), (https://www.ojoconmipisto.com/) que está cumpliendo un papel efectivo en vigilar el destino de la inversión pública como nadie lo había hecho antes.

19

Ello contribuye de manera importante a hacer que el acto político sea un acto de información, educación y conocimiento, y no un acto de fe, chantaje moral y obediencia dogmática como acostumbra el conservadurismo autoritario de derecha y de izquierda.

COMPARTE