Créditos: Joel Solano
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Expertos de Guatemala y Argentina recuerdan la represión militar durante el conflicto armado interno en la conmemoración del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas.

Por­­­ Francisco Simón y Joel Solano

Fotos de Joel Solano

En el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, celebrada cada 30 de agosto, expertos de Guatemala y Argentina abordaron las causas de la represión militar y los intentos de las organizaciones sociales por hacer prevalecer a la memoria histórica en la actualidad, como un medio para confrontar la versión sobre el conflicto armado interno, que los gobiernos militares han difundido, y que niegan o justifican las atrocidades contra la población civil y desarmada.

El pasado 30 de agosto, la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua) ofreció una cátedra a un grupo de jóvenes para que conocieran las secuelas de la represión militar en los años 80, y para que sean ellos quienes continúen la conversación sobre el genocidio que sufrió el país.

La actividad se realizó en San Juan Comalapa, Chimaltenango, en el antiguo destacamento militar, conocido hoy como “Paisaje de la Memoria” inaugurado en junio de 2018. Así han denominado a este lugar en memoria de las 172 personas masacradas en ese destacamento, durante el conflicto armado interno.

Rosalina Tuyuc, cofundadora de Conavigua y exdiputada, habló de la importancia de compartir la memoria histórica con la juventud y la importancia que tiene la búsqueda de las personas detenidas y desaparecidas en Guatemala, que, según las estimaciones de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) estimó en 45 mil desapariciones.

En Guatemala, entre 1960 y 1996 hubo un conflicto armado interno que duró 36 años. Durante este periodo, la Comisión de Esclarecimiento Histórico estimó más de 200 mil víctimas de ejecuciones arbitrarias y desaparición forzada. El periodo más violento fue identificado entre 1978 y 1983, durante los gobiernos de los generales Romeo García Lucas y Efraín Ríos Montt.

La CEH concluyó que en aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional las fuerzas del Estado y grupos paramilitares fueron responsables del 93% de las violaciones de derechos humanos documentadas. El 83% de esas víctimas fue el pueblo maya.

“Necesitamos que la juventud pueda ir abanderando estas luchas, ya que son hijas e hijos de detenidos y desaparecidos. Ahí están los nietos, nietas, y bisnietos. Por ello, se hace necesario que la juventud se involucre en este tema. Muy pocas veces han participado organizadamente… debemos invitar a la juventud a que participe de otra manera, a través de la música, la poesía, el arte, la pintura. Es muy importante que los conocimientos de los jóvenes se conviertan en una lucha por la memoria”, dijo Tuyuc.

“Unos de los argumentos que utilizó el Ejército para desaparecer fue acusarlos de comunistas, de guerrilleros, de atentar contra la patria, el país… pero nosotros creemos que muchos de los desaparecidos y los detenidos, de los masacrados, en gran cantidad eran personas comerciantes, religiosos, agricultores, pintores, cantores, curanderos de enfermos, deportistas y estudiantes, quienes tenían un historial muy importante al servicio de la comunidad”, agregó.

El mensaje de Tuyuc fue claro: es importante conocer todo lo pasó para que la historia del genocidio no se vuelva a vivir y repetir. “Nos dijeron que era un conflicto pero en realidad fue genocidio”, anotó.

Según el Código Penal de Guatemala en su artículo 376, comete genocidio quien con el propósito de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico o religioso efectuare muerte de miembros de grupo; lesión que afecte gravemente la integridad física o mental de miembros del grupo; sometimiento del grupo o de miembros del mismo a condiciones de existencia que puedan producir su destrucción física total o parcial; desplazamiento compulsivo de niños o adultos del grupo, a otro grupo; medidas destinadas a esterilizar a miembros del grupo o de cualquiera otra manera impedir su reproducción.

Matar a inocentes y querer acabar con una identidad, esto es el genocidio, según el padre Ricardo Falla, quien ha estudiado y escrito libros sobre múltiples violencias ocurridas en el país durante el conflicto armado.

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La masacre de San Francisco: la historia de dos sobrevivientes que lograron “vencer al genocidio”

Evelyn Ixchel Elías originaria de Xecoxoy de Tecpán, Guatemala, recordó las desapariciones y masacres en Tecpán, Comalapa y San Martín de Poaquil: “Aquí los asesinaron, se quedaron en las fosas. La aldea de Xecoxoy fue la más afectada por los asesinados extrajudiciales que realizó el Ejército, ya que fue la comunidad más impactada por las violaciones a las mujeres, por los niños desaparecidos”. Sin embargo, hay varios familiares con la esperanza de encontrar aún a sus parientes.

“Los talleres que nos brindan los facilitadores nos ayudan a entender que es lo que pasó en Guatemala, cómo fue la vida de nuestros familiares, cómo los ejecutaron y torturaron de manera injusta. Información que, en la actualidad, no se brinda en las escuelas. Entender y saber qué pasó, y poder replicar toda esta información a las nuevas generaciones y que no muera la verdad en Guatemala. Que se sepa que aquí sí hubo genocidio y no guerra como nos lo pintan”, aseveró.

Argentina, la represión para acabar con la organización social

Osvaldo López, un militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de Argentina, quien estuvo detenido por más de 10 años en el centro de detención y torturas de la Fuerza Aérea Virrey Cevallos, compartió cómo se fue organizando la represión militar en América Latina. Todo empezó con la doctrina de seguridad nacional de los Estados Unidos a partir de la guerra fría, una estrategia para reprimir las expresiones de los movimientos de América Latina para que no pudieran tener éxito las luchas sociales y que podrían generar una movilización para cambiar al sistema.

“Por eso se implementó la represión”, dijo López.

En Centroamérica se arrasó con las aldeas que, supuestamente, eran subversivas o que se creía que colaboraban con la guerrilla, pese a que eran comunidades desarmadas. Desapariciones, torturas y ejecuciones extrajudiciales y masacres fueron parte del plan militar de los regímenes de la época, especialmente, en la década de los 80, para borrar “al enemigo interno”.

En Argentina la lucha contra la subversión no fue tan diferente. Hubo secuestros y tortura, además de la desarticulación de las organizaciones pues el objetivo era reprimir el movimiento social.

Ahí, se implementó un modelo económico que dejó a muchas personas excluidas del desarrollo productivo y de trabajo. Para evitar la oposición se dio el genocidio.

El modelo económico que vino en América Latina fue el neoliberalismo y todavía lo tenemos casi todos los países, convirtiendo a los productores en bienes primarios comunes para la explotación en el mercado internacional.

En Centroamérica se arrasó con las aldeas que, supuestamente, eran subversivas o que se creía que colaboraban con la guerrilla, pese a que eran comunidades desarmadas. Desapariciones, torturas y ejecuciones extrajudiciales y masacres fueron parte del plan militar de los regímenes de la época, especialmente, en la década de los 80, para borrar “al enemigo interno”.

En Argentina la lucha contra la subversión no fue tan diferente. Hubo secuestros y tortura, además de la desarticulación de las organizaciones pues el objetivo era reprimir el movimiento social.

Ahí, se implementó un modelo económico que dejó a muchas personas excluidas del desarrollo productivo y de trabajo. Para evitar la oposición se dio el genocidio.

El modelo económico que vino en América Latina fue el neoliberalismo y todavía lo tenemos casi todos los países, convirtiendo a los productores en bienes primarios comunes para la explotación en el mercado internacional.

En esa experiencia, ha indicado que el uso en la narrativa oficial de estas palabras tiene el objetivo de repartir las culpas.

“Ahí se pierde el plan sistemático de represión a la población, se pierde que fue una política sistemática del Estado y que hubo un objetivo económico. De hecho, en Guatemala, muchísimos militares se han apropiado de tierras en las aldeas que arrasaron, se han enriquecido con eso. Se ha formado una nueva casta de ricos gracias a esas expropiaciones de tierras”.

Con esto López no niega la existencia de grupos armados revolucionarios en toda Latinoamérica, pero sí fue incisivo respecto a que no significaron un factor de peligro frente al sistema, pero “los usaron como excusa para reprimir al pueblo”.

“Esta fue la instalación de un discurso de una historia oficial que hay que desenredar, que hay que reestructurar y que tiene que empezar a contar la verdad de lo que paso en Guatemala como en cualquier país de Latinoamérica. En esas fosas comunes de los que mataban, quienes determinaban quiénes eran los culpables eran los militares, porque ejercían la represión, excusándose en el comunismo, demonizado al guerrillero y legitimando una represión ilegítima”, concluyó el experto de Argentina.

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