Texto y fotografía: Ana Cristina Alvarado
El 21 de junio Día Nacional Contra la Desaparición Forzada se inhumaron 172 osamentas en el Memorial Paisajes de la Memoria, un espacio que rinde homenaje a las personas desaparecidas durante el Conflicto Armado Interno. Aunque estas 172 víctimas aún solo llevan un número, brindarles un espacio individual en este lugar de memoria es entender que ante todo son los seres amados de alguna familia y que en la espera de la recuperación de su nombre, merecen estar en un espacio que los reconozca como tales.
Entre agosto de 2003 y diciembre de 2005 la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) recuperó 220 osamentas en el área del destacamento Militar de San Juan Comalapa debido a la solicitud de investigación y exhumación que la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (Conavigua) hizo al Ministerio Público (MP). 48 han podido ser identificadas. Ambas organizaciones coordinaron actividades artísticas y culturales para acompañar durante dos días la inhumación de las 172 osamentas aún no identificadas.
Visité el Memorial el miércoles 20, salvo por los carros estacionados a la orilla carretera, nada me daba señales de su ubicación. En cuanto estacionamos las notas de la marimba nos indicaron que el Memorial estaba cerca. “Tan cerca”, me dije pensando en las veces que visité San Juan Comalapa y lo pasé desapercibido. Ascendimos por un camino de tierra acompañadas del ruido de nuestros pensamientos y nuestra conversación. En cuanto el camino dobló a la izquierda hacia lo interno de un bosque nos quedamos en silencio. Lo primero que noté fue los crisantemos blancos que adornaban los troncos de los árboles. “Florecerás”, pensé mientras me invadía una mezcla de emociones y me conectaba únicamente con ese espacio.
Continuamos y pronto vimos el mural pintado en las paredes del Nimajay (Casa grande) y las fosas aún vacías. Se estaba llevando a cabo una ceremonia maya. En cuanto nos acercamos nos entregaron una raja de ocote y nos hicieron partícipes. Todos los troncos tenían flores. A nuestros pies estaban colocadas fotos de mujeres y hombres desaparecidos. Una mezcla de emociones me invadió. Mientras mis ojos se maravillaban por la dedicación con la que se había preparado el espacio, mi memoria me recordaba que este había sido uno de los escenarios del genocidio.
Predominaba la presencia de mujeres de la comunidad. El sufrimiento que han atravesado quebraba, sin embargo el verlas de pie transformando el horror me llenaba de fuerza. Conocimientos de la comunidad y ofrendas de la época prehispánica encontradas durante la investigación de la FAFG dan cuenta de que se trata de un sitio sagrado. Las flores y verlos y verlas de pie confirmaban que este espacio arrebatado y testigo de la violencia, estaba siendo recuperado.
Al finalizar la ceremonia me dirigí al mural que nombra a 6,041 mujeres y hombres desaparecidos que han sido reportados a la FAFG. Quien tiene un familiar desaparecido al encontrarse frente a un espacio que reúne fotografías y nombres inmediatamente inicia la búsqueda. Encontré a Sergio y me quedé un momento pasando los dedos una y otra vez sintiendo las letras, materializando a quien no está. A Rolando no lo encontré aunque recorrí la “R” varias veces. Pensé en el resto de nombres y en la posibilidad que el memorial brindaba a tantas familias, de hacer lo que yo estaba haciendo, de tener un espacio para recordar y honrar a sus seres queridos.
El jueves regresé para ser partícipe de la inhumación. El número 172 se materializaba ante nuestros ojos en los osarios que ocupaban gran parte del salón. Tantos y no estaban todas las osamentas encontradas en ese destacamento, ni las encontradas en otros, ni las que falta por encontrar. Tantos, que le tomó mucho tiempo al equipo de la FAFG colocarlos nuevamente en el camión para trasladarlos al Memorial. Las autoridades ancestrales encabezaban la caminata, seguidas por los osarios, la comunidad y acompañantes provenientes de distintas partes del país. Llevábamos en las manos los ramos de crisantemos que habían adornado cada caja. La presencia de niños y niñas me hacía pensar “Así se teje la memoria”.
Llegamos. A pesar de los recuerdos que guardaba el lugar el ambiente era festivo. El bosque estaba repleto, había espacios preparados para actividades artísticas. Sobre una alfombra de pino y pétalos de rosas pasaron los 172 osarios hasta llegar al Nimayaj. De las 48 osamentas encontradas en el destacamento que han sido identificadas 29 son víctimas de San Juan Comalapa. El resto proviene de la Ciudad de Guatemala, Mixco, Chimaltenango, Tecpán, San Martín Jilotepeque y Zaragoza. Este dato indica la posibilidad de que entre las 172 osamentas haya personas de distintas partes del país, que alguno de los asistentes haya visto pasar a uno de sus familiares ese día.
Más de 20 años han pasado desde la firma de los Acuerdos de Paz, más de 30 años desde el periodo en el que ocurrió el mayor número de desapariciones y aún no existe la voluntad política de buscar a las más de 45,000 personas que nos hacen faltan. En 2006 el Grupo de Trabajo Contra la Desaparición Forzada en Guatemala presentó ante el Congreso la iniciativa de ley 3590 que busca crear la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Víctimas de Desaparición Forzada y otras Formas de Desaparición para dar seguimiento y sistematizar la búsqueda. Después de 12 años la iniciativa de ley permanece en tercera fase de lectura sin que sea aprobada.
Hasta julio de 2016 la FAFG ha identificado a 2133 personas. Cada prueba de ADN en hueso tiene un costo de $300. El factor económico no es la única limitante. Información sobre la ubicación de los cementerios clandestinos facilitaría su trabajo. Sin embargo, los militares que tienen esta información continúan sin revelarla. Con apoyo o sin apoyo la búsqueda del ser querido no cesa, se traslada a la siguiente generación. Los esfuerzos por parte del Estado deben ser de carácter urgente para que sean las madres y no los nietos quienes los encuentren.
Estés en el Memorial o estés donde estés, descansa, vamos a encontrarte.