Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Miguel Ángel Sandoval

La expectativa sobre el gobierno de Bernardo es enorme. Nadie ponga en duda este aspecto del tsunami político que representa, para tirios y troyanos, el inobjetable triunfo electoral del 20 de agosto. Alrededor de un millón de votos de ventaja al candidato rival. Y ello no es nada despreciable. De la misma manera que la disminución brutal del voto nulo y el blanco. Apenas un 3% a nivel nacional, contra un 22/23% en la primera vuelta. Lo único a señalar sobre la participación electoral de los guatemaltecos, es la mediana asistencia a las urnas en la segunda vuelta, aunque esto es parte del comportamiento normal. Sin candidatos a alcalde y diputados, la asistencia tiende a ser menor.

El pelo en la sopa como escribí en un tuit, es la negativa del segundo lugar, Sandra Torres, a reconocer el triunfo electoral del presidente electo Bernardo Arévalo.  Es algo que se practica en todas las democracias que tengan un respeto por los usos y costumbres, de eso que se llama vivir en democracia.  Se da el caso que aun con tendencias en el conteo y los datos tabulados, con un 20 % ya se reconoce y se felicita al vencedor. Así son las cosas. Ello es normal. Aunque por lo visto no en la democracia a la tortrix que tenemos en nuestro país.

Como el triunfo de Arévalo, con vigilancia electoral por la OEA, la UE, la MOE y el TSE, fue reconocido en las primeras horas del conteo, los opositores se quedaron sin materia, pues no pueden alegar fraude, malas prácticas, etc., pues si alguien hizo uso de la compra de votos, acarreo, soborno con dadivas, y lo que ya conocemos, fue precisamente el partido perdedor, que “fortalecido” por el oficialismo, creyó que era el ungido. Tremendo error de cálculo o de planificación de campaña.

En la actualidad los pocos que no se rinden a la evidencia, hablan como si supieran del trabajo en la sombra de los derrotados, de la planificación malévola en que se encuentran, para poner todos los tropiezos al periodo de transición. Pero no se dan cuenta de un dato absolutamente claro: la sociedad guatemalteca no está dispuesta de darse robar la esperanza de un mejor país reencontrada en la masiva apuesta del 20 de agosto. Es por ello que la negativa de Sandra Torres y la UNE para reconocer la victoria de Arévalo parece un mal chiste. Es solo la idea de ganar tiempo, pero no se sabe para qué. Es una apuesta sin sentido.

Mientras tanto, Bernardo Arévalo, presidente electo, inicia a dar muestras de una apuesta por la gobernabilidad: sus declaraciones sobre la UNE dándoles una suerte de seguridades de no represalias del tipo que sean, de decir, ya pasó el tema electoral ahora construyamos el país que nos hace falta, son dignas de encomio.  En esa dirección se puede valorar el gesto de ponerse en la solapa la bandera nacional, quitando el pin de Semilla, en una expresión que el partido fue la clave de la victoria electoral, pero que ahora se trata de ser el presidente de todos los guatemaltecos.

Estos gestos y la idea de inaugurar diálogos sobre temas torales del país parecería que es una buena dirección. Se trata de avanzar en la unidad nacional, en dejar de lado expresiones de polarización que muchas de ellas, en el pasado reciente, han sido creadas de manera artificial.  Son temas que tienen prioridad. Hay que reconstruir el tejido social, la institucionalidad, el sentido, la dirección de un gobierno. Dejar de lado la confrontación, la incertidumbre. El país necesita al menos certezas en su vida democrática.

 

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