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Pese a las descalificaciones y una campaña organizada por sectores conservadores, que intentaron restarle credibilidad e incluso llevar a cabo un intento de golpe de Estado que desembocó en la gesta revolucionaria de 1944, Juan José Arévalo gana la elección presidencial con el apoyo popular que se volcó a las urnas a mostrarle su apoyo.

Por Javier de León V.

Después de la elección las puertas de la casa de Juan José Arévalo estuvieron abiertas de par en par. El teléfono no paraba de sonar; en los pasillos, docenas de personas simpatizantes e integrantes de los partidos que le postularon le acompañaban, y la sala estaba desbordada por los ramos de flores que le enviaron de los lugares más alejados de Guatemala al nuevo presidente electo y, que ese jueves 21 de diciembre de 1944, dibujaban metafóricamente el momento que la población guatemalteca vivía.

Entrevistarlo o lograr breves declaraciones, después del contundente triunfo de Arévalo, se hacía una tarea complicada por la cantidad de reuniones y actividades que le tocó atender, así lo reportaban los medios de comunicación nacionales a internacionales que buscaban la primicia.

Uno de los pocos que logró entrevistarlo por algunos minutos y lanzarle algunas preguntas a Arévalo fue el periodista mexicano Fernando de la Llave, que publicó en la revista Estampa y en el diario guatemalteco El Imparcial. “Como presidente electo y más tarde como gobernante en el ejercicio del poder, adoptaré ante los partidos políticos no arévalistas una actitud de cordialidad y de absoluto respeto a su prédica, siempre que ellos no constituyan un peligro para los postulados de la revolución”, fue una de las primeras respuestas que logró De la Llave.

Durante esos minutos en los que periodista logró sacarle unas cuantas respuestas, Arévalo habló del significado de la elección: “las características del triunfo logrado por el pueblo de Guatemala nos colocan en condiciones de actuar sin resentimientos ni venganzas contra aquellos que nos han calumniado. El momento de encono ha terminado y entramos de lleno a un periodo de paz constructiva en el que todos los guatemaltecos serán considerados por el nuevo gobierno”.

Durante los tres días de elección, se instalaron 10 mesas electorales en la capital: en la Municipalidad, el centro de la ciudad, en el parque Morazán, en los barrios la Parroquia, San Pedrito, la Villa de Guadalupe, en la estación de ferrocarriles, en el Guarda viejo, en la avenida Centroamérica y 18 calle, en el Gallito y en la Concordia; en cada mesa habían disponible dos libros para registrar la votación, y que serían llenados con los datos de los hombres que formaron largas colas, que además se presentaron con muchos minutos de antelación, para votar mayoritariamente por Arévalo.

Diario El Imparcial, diciembre de 1944.
Diario El Imparcial, diciembre de 1944.

Hasta ese momento, a las mujeres no se les reconocía el derecho de voto, pese a que la Junta Revolucionaria, en el noveno principio, de 17, proponía la ciudadanía de las mujeres que supieran leer y escribir. Fue hasta la promulgación de la nueva Constitución, en marzo de 1945, que las mujeres que llenaran esos requisitos lograron ese derecho, postergando el de quienes no lo cumplieran.

La escena de las extensas colas para votar por Arévalo se repitió en toda Guatemala, excepto en Sololá, en donde el candidato Manuel María Herrera, de los partidos Frente Nacional Democrático y Demócrata Central, se impuso por 4,692 sobre los 1,528 del candidato más votado.

La elección presidencial en la que Arévalo arrasó y ganó con una amplia diferencia hacía su más cercano contendiente, se realizó del 17 al 19 de diciembre. Durante ese domingo, lunes y martes, desde que se fueron anunciando los primeros resultados, el candidato de los partidos Renovación Nacional, cuyos dirigentes eran maestros; y el Frente Popular Libertador, dirigido por estudiantes de la Universidad de San Carlos, encabezó la votación.

Al tercer día, el resultado favoreció de forma contundente al doctor Arévalo, con 255,260 votos. Le siguió el historiador Adrián Recinos, con 20,749; el agricultor Manuel María Herrera con 11,062; y el coronel Guillermo Flores Avendaño con 8,230.

Los contendientes Adrián Recinos, el coronel Flores y Herrera reconocieron a medias los resultados de la elección. Recinos dijo que su partido había registrado “irregularidades” que harían públicas, sin especificar cuáles. Mientras que el militar declaró: “Las elecciones se llevaron a cabo en un ambiente de libertad que nunca habíamos tenido en Guatemala […] y que estuvieron influidas por todos los vicios que nos legaron las tiranías pasadas, de las cuales se aprovechó el partido arévalista”.

Por su parte, Manuel María Herrera, del partido Nacional de Trabajadores, quien se hizo del tercer lugar y únicamente ganó la elección en Sololá, uno de los 22 departamentos del país, reconoció: “es innegable la popularidad de Arévalo” y, agregó: “El cómputo total demostrará que no se pusieron suficientes mesas electorales”.

Juan José Arévalo sería investido, el 15 de marzo de 1945, con una nueva Constitución, por Manuel Galich, un universitario de apenas 31 años y que semanas atrás había sido electo como el presidente del Congreso de la República.

De un ciclo de protestas a la elección de Arévalo

Lo que inició cinco meses atrás, dice Manuel Galich en su libro Del pánico al ataque (Editorial Universitaria, 2001), con las protestas estudiantiles de la Universidad de San Carlos se extendió al gremio de maestros, al sector de los empleados públicos y comerciantes que lograron la renuncia del dictador Jorge Ubico, y que concluyó el 20 de Octubre con el alzamiento cívico militar que dio paso a una nueva época en Guatemala.

De finales de junio a mediados de diciembre de 1944, varios eventos, desembocaron en una coyuntura que desbordó, por parte del movimiento popular, las estructuras de poder dominante quebrando irreversiblemente el aparato estatal del poder oligárquico tradicional.

Arévalo llegaría al poder con un grupo de 72 diputados arévalistas que el 29 de octubre de ese año instaló una Asamblea Nacional Legislativa, de la que fue presidente Manuel Galich y el abogado Alfonso Bauer Paiz, entre otras figuras.

El nuevo congreso inauguró el 3 de diciembre su periodo de sesiones extraordinarias para disolver la estructura de poder heredada de Ubico y que además convocaría a una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una nueva Constitución, que incorporaría los principios de la Revolución de Octubre de 1944.

Juan José Arévalo ganó la elección de diciembre de 1944 con una contundencia indiscutible. De ahora en adelante su pensamiento y plan de gobierno se abriría paso en condiciones sociales, económicas y políticas favorables que la Revolución de 1944 posibilitó a la población de Guatemala, que en un momento de conquistas llevaría a un pequeño país que se organizaba casi de manera feudal por gobiernos liberales a la modernidad.

Al concluir las sesiones de la Asamblea Constituyente y cobrar vigencia la nueva Constitución de la República, el 15 de marzo de 1945, el Congreso dio posesión de su cargo a Juan José Arévalo Bermejo.

Pese a ello, el camino también estaría lleno de obstáculos e intentos de sectores conservadores, que hasta noviembre de 1950, un año antes del final de su periodo presidencial, intentaron 29 veces darle golpe de Estado.

Lea la primera entrega:

El día que Arévalo regresó a Guatemala

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