Créditos: Joel Solano
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El 3 de octubre de 1982, 22 campesinos fueron subidos a un camión por el Ejército de Guatemala y los masacraron en la montaña de Iximché. Los familiares esperaron algún milagro de encontrarlos vivos, pero esto nunca ocurrió. 

Por Francisco Simón y Joel Solano

Este 23 de mayo, retornaron al caserío Buena Esperanza del municipio de San Martín Jilotepeque los restos óseos de cinco personas maya Kaqchikel que fueron masacradas durante el conflicto armado interno, para darles una digna sepultura. Según relatan los familiares, el hecho ocurrió el 3 de octubre de 1982 en ese caserío ubicado en la aldea Santa Rosa.

Los restos fueron exhumados en 2017 en el cerro de Iximché, de la comunidad de Chuatalun por el Ministerio Público (MP) y la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), con el acompañamiento de la organización ASOQANIL y familiares de los masacrados por el Ejército de Guatemala.

De acuerdo a datos de la comunidad, 22 personas fueron fusiladas en ese entonces. De estos, 17 ya habían sido identificados por la FAFG y fueron enterrados el pasado 1 de febrero.

Previo a la llegada de los restos de las otras cinco, familiares colocaron en un pequeño altar a un costado de la iglesia Católica a las 17 personas ya inhumadas como signo de “bienvenida” a la tierra que los vio nacer y la lucha que hicieron con fin de lograr un desarrollo comunitario, expresaron.

Posteriormente, los familiares y miembros católicos realizaron una velación en una de las capillas de la iglesia Católica de Buena Esperanza, donde también se ofició una santa misa. En el ingreso de la iglesia se colocó una plaqueta en memoria de las 22 personas masacradas, ya que según señalaron, la mayoría eran catequistas de esa iglesia.

Foto: Joel Solano

Las familias al ver los restos derramaron lágrimas y llantos. Contaron sus historias vividas durante y luego de la guerra. Algunas señoras indicaron que esperaron algún milagro para ver a sus esposos regresar con vida, pero esto nunca ocurrió. “Fuimos a la montaña a buscar a nuestros esposos, fuimos a varios lugares por varios años, sin saber que los mismos fueron llevados por el Ejército para matarlos en el cerro de Iximché. Fueron torturados y masacrados por buscar una libertad para la comunidad”, dijo entre llantos una de ellas.

Según los relatos las personas fueron subidas a un camión por el Ejército de Guatemala en 1982, en aquel entonces secuestraron a 28, pero 6 de ellos se salvaron “por algún milagro”. Las demás fueron fusiladas.

La mayoría de los masacrados eran padres de familia, se dedicaban a la agricultura y algunos eran catequistas de la iglesia.

Juan Sedillo de ASOQANIL explicó porque no se les dio digna sepultura a las 22 personas en febrero pasado, tomando en cuenta que fueron exhumados juntos. “Se debió a un mal proceso que realizó el MP y solo entregó en febrero los 17 restos, aunque los 5 están por identificarse, por lo que esperamos que durante el transcurso de los siguientes meses sean identificados por la FAFG”, indicó.

¿Cómo hallaron a los masacrados?

Manuel de Jesús de la aldea Chuatalun, quien formaba parte de la Patrulla de la Autodefensa Civil (PAC), dijo que del 7 al 9 de noviembre de 1982 les ordenaron con otro grupo de personas hacer limpieza a una carretera abandonada en esa época.

Cuando los mismos realizaban el trabajo se percataron que en la montaña había restos humanos en la vía por donde se encontraban, de inmediato avisaron a la iglesia Católica. “Recogimos ropa y todo, nos dimos cuenta de que eran 22 cráneos de varias personas en estado de descomposición; tiempo después llegaron familiares a preguntar por las personas desaparecidas, fue cuando les contamos que nosotros habíamos juntado a 22 personas que se habían muerto, sin saber que eran personas secuestradas de Santa Rosa. Se los llevaron al cerro de Iximché y los masacraron. Siendo los mismos en su mayoría catequistas”, recordó Manuel de Jesús.

Desde entonces, la Cruz Roja Internacional brindó apoyo psicosocial a los familiares que, por varios años han estado buscando ayuda para superar las heridas, la ausencia de sus padres, esposos, quienes eran agricultores o miembros de la iglesia Católica.

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