Por Miguel Ángel Sandoval
El punto de partida debería ser el reconocimiento que la democracia que tenemos, la realmente existente, es capaz de reinventarse cada cuatro años sin que ocurra nada relevante en ese periodo. Lo vimos en el 2016-2020 y ahora, 2020-2024. Todo sigue más o menos igual. Acaso con el intermedio de la ilusión de justicia que vino de la mano de la CICIG, pero fuera de ello no pasa mucho.
Hay una constante. Y es lo que se denomina la fragmentación de la política, de las ideologías y de sus instrumentos: los partidos políticos. La verdad que son muchos y ello le confiere al proceso electoral un elemento de confusión. La gente, ahora que tienen los partidos un periodo corto de campaña, puede terminar y llegar a las votaciones, sin conocer bien a todos los partidos y candidatos, acaso sabe de los que se consideran los grandes o los más posicionados por la propaganda. Pero eso es transitorio. Al grado que muy pocas personas identifican a los partidos de las elecciones pasadas, sus candidatos y los problemas que se dieron.
En las elecciones de 2019, participaron 21 binomios presidenciales de otros tantos partidos, incluyendo una coalición de dos. Ahora tenemos 22 binomios con las coaliciones de dos partidos de la derecha y dos de la izquierda. Pero eso no oculta la confusión que se presenta. Ello es notable, pues ahora ya nadie sabe quién es de izquierda, de centro o de derecha. Las agendas de cada partido no tienen algo que tenga la fuerza para diferenciarlo del resto de competidores.
Quizás la única constante es que los partidos de derecha, que mientras más neofascistas sean, más insisten en la pena de muerte y en una visión represiva que limita los derechos de las personas. Pero fuera de ello, no hay agenda económica clara, agenda social que se considera seria, menos un posicionamiento internacional. Es el vacío de todo.
Quizás lo más dramático es observar las versiones de las fuerzas de izquierda, progresistas o revolucionarias. En ese carnaval de partidos, sus propuestas sin fuerza desaparecen, las agenda no se conocen, son uno más del montón. Pero, sobre todo, con la tendencia que se impuso que hace de los programas de gobierno algo solo para especialistas, mientras los candidatos de unos y de otros, hacen competencia de TikTok, que ha sustituido de una forma total, la comunicación política de todas las fuerzas en contienda.
Pero lo más relevante en la campaña electoral de 2023, es que los discursos cambiaron de protagonistas. No digo nada al tanteo. Vi a Semilla haciendo TikTok que dan vergüenza ajena. Cancioncitas en inglés (pues están de moda) y payasadas de sus candidatos, pero de ello a plantear un discurso coherente, o una propuesta política nada que mencionar.
En la URNG y winaq, nada que mencionar salvo alguna intervención de sus candidatos en los medios de comunicación, pero en general muy alejados de la vida nacional. Mención especial merece el MLP que sin binomio presidencial por razones que se encuentran en la intransigencia, al no inscribir a su principal carta electoral, Thelma Cabrera, pasaron a una situación de intrascendencia, en especial porque sus candidatos no tienen el menor conocimiento entre la población, salvo acaso en sus comunidades de origen, en donde queda saber si los votos pueden acompañar una labor social o de movilización para otros temas. Solo el resultado lo dirá.
Lo relevante del proceso en curso, es el discurso de dos propuestas que finalmente quedaron fuera por presentar errores, reales o supuestos, que permitieron al TSE, convertido en una especie de suprapoder, judicializado, eliminar de la contienda a cuatro candidatos presidenciales, como ocurrió en las elecciones pasadas Las propuestas a que hago referencia tienen en Thelma cabrera desde el sector popular, pero ahora, sin la fuerza necesaria, sin el empuje y sin convertirse en un polo referente.
Mientras que otros dos discursos de político emergentes, ambos personajes de la oligarquía nacional, si consiguieron un nivel de interés que con mucho fue más lejos en su proyección que los escasos esfuerzos de las izquierdas y de otras fuerzas del menú electoral 2023. Me refiero a Carlos Pineda que con base en redes sociales pudo instalar un discurso crítico al sistema, que explica en parte las razones de su exclusión.
Pero lo más interesante es el planteamiento de Roberto Arzú. De lo dicho por este personaje, lo más relevante fue escuchar de tres amigos de pensamiento democrático lo siguiente: es cierto lo que dice, pero lástima quien lo dice, otro, es el discurso que nos robaron, y uno más, que dijo, es el discurso que debió dar la izquierda. Como se puede ver, es el resultado de la confusión reinante, de la falta de referentes reales y de propuestas definidas
Por supuesto que estas afirmaciones merecen ser analizadas con sentido crítico, al tiempo que el discurso de Roberto Arzú, tiene que ser ubicado en su real contexto y, sobre todo, analizar los hechos con el discurso. Pero eso es parte de un proceso que aún no termina. Mientras tanto, desde las fuerzas progresistas uno de los temas tiene que ser la clarificación del programa político. Repito: los TikTok no pueden ser la única forma de ser de la política en los tiempos de la confusión. Encontrar otras formas y otros contenidos y la forma de comunicarlos, es la tarea que viene después el 25 de junio.