Por Édgar Gutiérrez
Por diferentes motivos, tres actores decisivos de la gobernabilidad, que gravitan en sus propias órbitas, se han alineado sin concertar entre sí, eclipsando la democracia y su orden jurídico. Ese bien supremo y sus derechos inalienables de libertad individual y justicia social, que fueron motor de la política internacional desde el final de la Guerra Fría, han quedado degradados en los hechos.
Las lógicas políticas de tres actores -el pueblo, el grupo dominante del poder económico y Estados Unidos- ofrecen otro telón de fondo del proceso electoral en curso y los escenarios previsibles.
Actor 1, el pueblo. Si la democracia no ofrece resultados económicos y de seguridad, no importa el régimen político que se imponga; eso sí, siempre que dé resultados. Estamos de acuerdo con que el Presidente cierre el Congreso, gobierne bajo la ley marcial, ordene a los jueces y fiscales, decida el gasto público sin explicaciones y persiga a quienes se le oponen o critican. Que sea un dictador, pues, pero eficaz y que parezca justo.
Por eso Bukele, sostenido sobre una brillante estrategia de comunicación de masas a través de las redes, es muy popular. Giammattei es extremadamente impopular porque no ofrece resultados; sin embargo, se le tolera que viole la ley, que mienta, robe y abuse. ¿Por qué?
Hay varias razones: desmovilización del pueblo; temores de persecución (“si acusan y encarcelan arbitrariamente a grandes fiscales y periodistas, qué no harán conmigo, que soy ciudadano de a pie”); ausencia de líderes creíbles y con estrategia, además de la válvula de escape que representa la migración, a pesar de los altísimos riesgos.
Estos son ingredientes básicos, pero no suficientes para explicar por qué opera con eficacia la “dictadura corporativa”. Estos otros completan la ecuación:
Actor 2, el grupo de dominante del poder económico. Bajo la dictadura de la CICIG y la FECI sufrimos cuatro años de sustos indecibles y persecuciones arbitrarias, abusivas y sin precedentes. Los comunistas pusieron en marcha un plan de humillación y despojo de quienes hemos generado empleo y riqueza. No fue como en el siglo pasado, a través de las armas; tomaron astutamente el control de la justicia y lo presentaron -a nivel nacional e internacional- de manera engañosa como una gesta heroica contra la corrupción y la impunidad de la oligarquía corrupta. Resentidos, nos tildaron de hambreadores y racistas.
Si no es por Jimmy y Giammattei, más los aliados en el Congreso, las Cortes y los gremios profesionales afines, estaríamos contando la historia desde el encierro o el destierro. Que no vengan ahora a preguntarnos por la salud del Estado de derecho y la democracia, la gran corrupción y la invasión del crimen organizado. La novia no está para tafetanes. Debemos ser resarcidos. Mientras, quienes nos hicieron sudar la gota gorda, deberán llorar lágrimas de sangre.
¿Quién ganará las elecciones este año? Es irrelevante. Lo importante es que los indeseables están descalificados para competir.
Actor 3, Estados Unidos. Atacaremos la causa-raíz de las migraciones irregulares, que son la corrupción extendida desde los altos funcionarios del gobierno y una economía atrofiada que no genera oportunidades ni bienestar al pueblo debido a la oligarquía depredadora.
Apoyamos elecciones libres y competitivas, condenamos las restricciones de las libertades civiles y la persecución de los operadores de justicia, periodistas independientes y líderes sociales. Pero no tenemos con quién hablar y Giammattei se hace de oídos sordos. No podemos hacer mucho, considerando las crisis en el mundo, sobre todo en Estados Unidos. Como no ocurría en siglos, estamos literalmente partidos a la mitad, y nuestras instituciones democráticas y las libertades están bajo seria amenaza.
Los populistas han ganado el debate sobre migración y drogas. La represión es una salida falsa, pero… Si el régimen corrupto de Guatemala nos sirve de “tercer país seguro” y nos entrega narcos de segunda línea, tendremos éxitos qué reportar mientras sostenemos la batalla estratégica contra las fuerzas anti-democráticas.
La no democracia es problema solo si amenaza nuestros intereses geopolíticos, como lo hacen Cuba, Venezuela y Nicaragua aliándose con China y Rusia. Guatemala no es el caso.