Por Miguel Ángel Sandoval
El fantasma de los expresidentes presos recorre el continente. Es una frase de Carlos Marx. Solo que él decía: Un fantasma recorre el continente, es el fantasma del comunismo. Ahora no es este el que camina por todas las veredas y caminos de América. Ahora es el de la corrupción con sus más distintas expresiones. En Perú, hay tres expresidentes que hoy comparten la misma prisión. Y ello por delitos de corrupción. Como el señor Trump que pronto debería ir a prisión. Ojo, los delitos dejan de ser juzgados solo después de 20 años.
¿Qué es lo que tiene Perú de diferente a Guatemala? De entrada, hay un sistema judicial que funciona o hace como que funciona, pero lo que sí es cierto es que hay tres expresidentes presos por delitos que tienen como denominador común la corrupción. Es cierto que no todos han sido declarados culpables, salvo Fujimori. Los tres tienen ideologías diferentes, posturas políticas distintas. Pero los tres han sido llevados ante la justicia por corruptos. No hubo la Cicig peruana, no fue necesario. Lo que hubo son delitos que no pueden ser ignorados.
Si hacemos memoria hay otros que en las últimas décadas fueron llevados ante tribunales varios presidentes, y cumplieron sentencias cortas o fueron absueltos. Hubo corrupción y golpes de estado mezclados. Es el caso de Humala, Kuczynski, Viscarra, alguien más entre ellos, Alan García que antes de ser capturado opto por el suicidio. Y ahora, Fujimori, Castillo y Toledo en la misma prisión. El fin de semana CNN informó del último, Toledo.
La reflexión que se impone es la siguiente: ¿Qué hacen mejor los jueces peruanos que los guatemaltecos? ¿Qué es lo que diferencia la corrupción de los expresidentes peruanos de los guatemaltecos? ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en esto? ¿Qué hace la sociedad para sanarse? El tema es de sumo interés para la sociedad guatemalteca. Pues si recordamos, un expresidente fue condenado por genocidio y la CC a pedido anulo la sentencia. Debió ir a prisión.
Adelante, Pérez Molina fue a prisión acusado de corrupción, y en su momento, Colom, fue a prisión, aunque salió por falta de consistencia en las acusaciones. Otros como Morales que esperan su turno, y esa es la razón por la que busca la impunidad vía algún puesto de elección. Pero, parecería que el espejo peruano es algo en que la sociedad guatemalteca se debe ver. Las razones son obvias, los delitos demasiado parecidos, la inestabilidad política es una resultante de los delitos y el mal gobierno. Quizás la principal diferencia: en Perú hay movilizaciones sociales, aquí parece que la sociedad no termina de despertar. Es cierto que hubo 2015, pero ahora parece que no hay energía para eso.
En Guatemala la impunidad no puede ser la norma, ni puede ser la regla de oro del poder. Es indispensable reencontrar el rumbo. Tenemos como opción la Democracia o la Barbarie. Y por ello el voto en las próximas elecciones debe ser distinto a lo realizado en 2015 y 2019. La corrupción no puede ser legalizada. El rechazo de CIGIG no puede convertirse en la punta de lanza del gobierno. Los gobernantes están obligados a rendir cuentas, que no es una demanda de los chairos. Debe ser una demanda de la sociedad entera. En ello se juega el futuro del país.