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Créditos: Desinformémonos
Tiempo de lectura: 3 minutos

 

Por Raúl Zibechi

Un hilo rojo va de Zoilamérica Narváez a Dora María Téllez. Ese hilo tiene nombres y apellidos. Ese hilo es la ambición de poder, la obsesión por el poder, que pueda llevar a una persona a cometer los más horrendos crímenes. En este caso es una historia no sólo de ambiciones, sino de violación y de tortura.

Al día siguiente de la liberación y destierro de 222 nicaragüenses encarcelados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el diario El País publicó un breve reportaje a Dora María Téllez en el que detalla las condiciones de reclusión. Le prohibieron leer y escribir, nopodía tener libros, papeles, ni lápices. “Dormíamos sobre una colchoneta lisa, sin nada, en el suelo frío. No nos daban toallas, nos secábamos poniéndonos la ropa encima. Eran torturas psicológicas constantes” (El País, 10 de febrero de 2023).

Aislada en su celda, ni siquiera podía hablar con nadie de modo que para no perder totalmente la voz cantaba en voz baja. “Al principio estuve tres meses sin ver a nadie. Luego, dos meses, un mes, 40 días; la manera en la que las organizaban era muy errático”. Pero lo más terrible era el aislamiento. “Las mujeres que estábamos en El Chipote estábamos todas aisladas…. A los hombres nunca los tenían más de dos meses así…. Eso es el odio visceral hacia las mujeres de los Ortega-Murillo”.

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Cuando tenía apenas 10 años Zoilamérica Narváez comenzó a sufrir acoso sexual de su padrastro, Daniel Ortega, comandante de la revolución y presidente, uno de los hombres más poderosos de Nicaragua. Hizo la denuncia pública en 1998: “Estuve 12 años bajo el abuso sexual. Y luego transcurren ocho años con un acoso sexual” (BBC, 6 de marzo de 2919).

Ortega se metía en su cama para tocarla indebidamente. “Recuerdo que mi reacción de protección siempre fue quedarme paralizada, hacerme como que seguía durmiendo». Dice que también trataba de tapar el agujero que dice Ortega hizo en la puerta del baño para poder espiarla mientras se duchaba. Pero él siempre lo destapaba al día siguiente. “Aprendí muy pronto que no podía detenerlo”, dice Zoilamérica.

Del abuso físico y psicológico el comandante Ortega pasó a las violaciones. «Siempre me hizo sentir sucia, que yo estaba haciendo algo malo. El abuso sexual vino siempre acompañado de un profundo abuso psicológico», dice Zoilamérica, Su madre, rosario Murillo, sabía lo que estaba pasando. No hizo nada. “Y nada hicieron tampoco los otros miembros del entorno de Ortega, que a diario le decían a su víctima que debía estar orgullosa de ser la hijastra del líder revolucionario”.

Demoró 20 años en hacer la denuncia, por puro miedo. Cuando la hizo pública, Rosario Murillo se puso del lado del violador, su esposo. La persiguieron. Tuvo que exiliarse en Costa Rica. «Se me acusaba de demencia, se me acusaba de mitómana, se me acusaba de ninfomanía, se me acusaba de complot político, de agente de la CIA».

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“Un hombre de poder, esencialmente sin escrúpulos, eso es lo que es Ortega: un animal de poder sin escrúpulos”, dice Dora María.

“Para mí, él se quedó como el abusador y ella se quedó como la madre que fue su cómplice”, dice Zoilamérica.

Ya no le tema a Ortega. “A mi madre sí le tengo miedo. Una persona con semejante obsesión por el poder es capaz de cualquier cosa”, concluye.

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Hasta ahí los testimonios de dos víctimas del poder.

Ortega y Murillo son un grave problema para la emancipación. Pero son apenas la punta de la madeja. El centro es el poder, son las relaciones de poder que establecemos, las que aceptamos y las que, como revolucionarios y revolucionarias, debemos meditar y sobre todo trabajar.

Cuando decimos que no queremos tomar el poder, estamos diciendo que no aspiramos a ser poder sino a construir un mundo nuevo, con poderes de abajo, como las Juntas de Buen Gobierno, que son poderes colectivos que rotan cada semana, estamos hablando justamente de esto.

De superar en nuestras relaciones el colonialismo y el patriarcado. De vivir de forma no capitalista, de no acumular ni bienes materiales no poder, ni nada que sirva para establecer relaciones asimétricas. Por eso mandar obedeciendo. Por eso bajar y no subir.

Necesitamos una nueva cultura política.

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