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Fragmentos de entrevistas con Gilberto Morales, un militante revolucionario

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Créditos: Gilberto Morales.
Tiempo de lectura: 8 minutos

 

Gilberto Morales Trujillo, o Juan José, como se llamó en otros tiempos, nos dejó la noche del 17 de noviembre de 2022, luego de luchar durante tres años contra el cáncer. Compartimos aquí algunos fragmentos de las entrevistas, o como él mismo dijera, interrogatorios a los que fue sometido durante el año 2012.

Por Rolando Orantes

Gilberto Morales Trujillo nació en Santa Cruz Verapaz, Alta Verapaz, Guatemala, el 30 de diciembre de 1946. Inició su militancia revolucionaria a los 15 años, formando parte, en distintos momentos, de la Juventud Patriótica del Trabajo, del Partido Guatemalteco del Trabajo, de las Fuerzas Armadas Rebeldes, del Partido Guatemalteco del Trabajo-Partido Comunista y de la Organización del Pueblo en Armas, a menudo cumpliendo, aunque nunca lo contara, tareas de dirección, por lo que vivió en la clandestinidad durante 35 años, hasta la firma de los Acuerdos de Paz. Estuvo en el exilio en dos ocasiones: la primera durante la dictadura de Carlos Manuel Arana Osorio, en el Chile de Allende, a principios de los 70, y más adelante en la Ciudad de México, luego de que el PGT-PC fuera desmembrado por los servicios de inteligencia del ejército de Guatemala a finales de 1983, durante la dictadura de Óscar Humberto Mejía Víctores. Además de las tareas de militancia, durante su vida desempeñó los más variados oficios.

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¿Puedes contarnos un poco cómo era tu vida al cambiarte de casa cada seis meses?

Pues yo hasta escribí, le escribí supuestamente una carta de disculpa a mi hija, porque hay una cosa que es muy fuerte durante la niñez, y es el espacio donde creciste. Los niños, los adultos y los jóvenes que crecen en una casa, construyen ciertos rasgos tal vez identitarios, y de recuerdo. Hay quienes pueden hablar del guayabal de su casa cuando eran niños, o del lugarcito oscuro donde se escondían a pensar. Y eso no lo tenían nuestros hijos. Entonces yo le escribo una carta a mi hija mayor, pidiéndole disculpas por eso, y me creo una autojustificación, diciéndole: “Pero bueno, tú venías y de repente encontrabas un rincón donde declarabas tu derecho soberano a él”. Porque sí, a veces veías los juguetes así, en un lugarcito…

Entonces, sí de alguna manera es una debilidad, una falta que te hace no haber crecido en una casa. Yo por ejemplo crecí en una casa, porque mi militancia empieza a los 15 años, entonces antes de esa edad recuerdo la casa del pueblo, antes de la emigración a la ciudad, teniendo yo 3 años cuando vine. Mis hermanas me dicen: “no puede ser cierto, te lo contaron”. Sucede a veces que los niños sustituimos lo vivido por lo que nos contaron. Pero yo tengo imágenes visuales, ¿ves? Tengo imágenes visuales, incluso con la luz del día, de la hora, tengo imágenes visuales donde estoy yo con mi hermana. En la entrada de mi casa, en Santa Cruz Verapaz, había una alameda de toronjales. Aquí pasaba la carretera y había un corte. Yo recuerdo que una vez mi mamá dijo: “Ahí anda el judío errante”, y fuimos, antes de los 3 años, a ver al judío errante. Y era un gringo, rubio obviamente, en un carro camper. Pero esa imagen, para un niño campesino, como era yo… Primero no miraba rubios, creo que fue el primero que vi en mi vida.

Entonces, ese tipo de detalles y las relaciones te van dando reminiscencias y de alguna manera creo yo que pueden influir en tu concepción del pasado, o enriquecer tu memoria para cualquier fin. Eso se lo negábamos a nuestros hijos. ¿Cómo era vivir así? Pues ya ves, estábamos seis meses, por sistema nos cambiábamos, pero si detectábamos que por ahí cerca había alguien que nos conocía y podía ubicarnos nos cambiábamos a los tres meses pues. Entonces…

¿Cómo era su relación con los vecinos, por ejemplo?

Muy cordial pero distante. Eso lo podrían decir los vecinos y, lo dijeron cuando después caía una casa: “Eran muy serios, saludaban, y muy respetuosos”. Pero establecer así intimidad de vecinos, de invitarlos a tomar café o a comer un tamal, no.

Teníamos pantalla. Suponete vos que, a veces podría parecer un matrimonio ante los vecinos, que no era tal; una pareja como matrimonio o como marido y mujer. Pero sólo servía para darle pantalla a la casa. Eso, pantalla, es otro de los temas que denotaban la imagen que dabas hacia afuera.

¿Cuál era la pantalla de ustedes? ¿Qué les decían a los vecinos?

Nosotros, bueno… “Pues mi marido es antropólogo”, suponete que se diera cuenta, “y por eso es que anda por fuera y viene de vez en cuando”. Con las mujeres había menos problema porque ellas eran “amas de casa”. Y claro, mandabas a tus hijos a estudiar.

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El 2 de agosto de 1954 es el levantamiento de la Escuela Politécnica para ir a combatir al ejército de la liberación a Guatemala. Estos cuates se habían aposentado en el Hospital Roosevelt, que estaba en proceso de construcción. No estaba terminado. El Hospital Roosevelt… aquí está la calle, que entonces todavía le decíamos Calle Real de San Juan, hoy es Roosevelt. Y está el INCAP, yo creo que ya lo habían terminado o estaban por terminarlo. Estaba la calle de San Juan. Aquí estaba la farmacia Landívar, la farmacia Suprema. La Landívar, que fue de gente de izquierda. Y en la siguiente calle vivíamos nosotros. De tal manera que cuando empieza el combate nosotros lo oíamos.

Pero un día antes recuerdo que fuimos con mi hermano a comprar víveres, porque no sabíamos si iban a poder comprar después. Recuerdo que veníamos caminando y le regalaron un cancionero, y venía cantando un bolero que dice: Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo… Él venía cantándolo y yo venía oyéndolo, que lo acompañé. Pero ya cuando el combate había empezado en serio, y que los empezó a apoyar algunos elementos de la fuerza aérea, nosotros nos parábamos en la pared de nuestra casa y mirábamos cómo el avión venía y cómo se le miraban unas crucitas en las alas, y atrás oíamos el retumbo de la granada, del avión que había tirado la bomba.

Algo que también fue sumamente impactante para mí a esa edad, yo tenía seis años, fue ver el desfile de un ejército vencido y un ejército vencedor.

Cuando ves cómo marchan, sabés quién ganó, porque el ejército de liberación, que a mí me parecían cuadras y cuadras y cuadras de gente con sombrero, porque ni siquiera era un ejército real, sino que todo era una fantochada, con las manos en la nuca, y encabezando ese desfile iba la bandera de la Liberación hacia abajo, apuntando hacia el suelo.

Después de que había marchado ese montón de gente con las manos en la nuca, sin armas, venían los cadetes triunfantes. Recuerdo todavía que venían algunos parados en las orugas de unos tanques disparando, eran tiros de Garand, 30.06. Para mí fue impresionante. Hace poco leí el testimonio de alguien que los vio sobre la Bolívar, que ha de tener mi edad o un poco más viejo tal vez. Se los llevaron desde ahí hasta a saber dónde. ¿Pero quién en su vida ha visto ese espectáculo de un ejército triunfante y uno vencido? No creo que muchos. Tal vez los europeos podrían haberlo visto, pero aquí en América no.

¿En dónde estabas parado?

Estaba parado en la Roosevelt. Aquí te digo, ésta es la cuarta calle, acá, y ésta viene siendo la octava avenida, que estaba allí. Había una gasolinera, que estuvo mucho tiempo todavía allí, en esa esquina. Casi enfrente, es decir en diagonal, una diagonal no muy tendida está el INCAP. Ahí los vi, los vi desfilar.

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A mi hermano lo empezaron a perseguir fuertemente en marzo y abril, y por ejemplo, en mi familia cayeron tantas veces a catear mi casa, de noche y de día y en la mañana, etcétera, que en la noche se desarrolló una estrategia familiar. La primera vez que llegaron se abrió la puerta, así a lo loco y, entonces a mí me agarraron durmiendo. Recuerdo haber despertado por la luz de una linterna en la cara, y así en off (ríe), en la oscuridad, oí la voz “no, éste no es, éste es muy patojo”.

***

En el año 64 un miembro del 13 de Noviembre (en referencia al levantamiento militar del 13 de noviembre de 1960) asesinó a mi hermano en una circunstancia cabrona para todos. Incluso con la familia, hablando en perspectiva, evaluamos el sufrimiento del cuate, este del 13 de Noviembre, porque eran muy amigos. Cuatazos (amigos). De hecho, la primera guerrilla que se organiza en Guatemala fue la de la Granadilla, y quien la dirigía era Luis Trejo, quien mató a mi hermano y, en la Granadilla está mi hermano, está mi primo, etcétera.

A mi hermano le da un ataque de amigdalitis cabrón, baja y de ahí va a salir a Europa y empiezan también a organizar la resistencia, con el coronel Loarca. Va a salir a Europa, pero sólo un viajecito, creo que iba a traer un poco de pisto y regresar. En esas estaban cuando el ejército le entra a la Granadilla y los dispersa, y entonces bajan. Todavía ahí está mi hermano, y bajan Trejo, mi hermano, mi primo, “el Patojo Paz” y otros más, que son los que empiezan a organizar la resistencia urbana. Todavía no se ha dado la ruptura en el interior de las FAR (Fuerzas Armadas Rebeldes). Y ya ahí, mi hermano va a salir y están echándose los tragos, y empieza un reclamo que, visto a la distancia, es infantil de parte de mi hermano. Él le empieza a reclamar, los dos están bolos (borrachos). Hay tres: está “el Mono Vargas”; él, digamos, era de la aristocracia del PGT (Partido Guatemalteco del Trabajo), porque sus padres eran del PGT desde el tiempo de la revolución, y está Trejo que es del 13 de Noviembre, y mi hermano. Mi hermano le empieza a reclamar porque Trejo se acuesta con la mujer de Bernal Hernández, que era un hijo de su chingada madre. En esa guerrilla de la Granadilla también estaba Bernal Hernández. Él, vos sabés que después de que bajaron regresó al ejército, y después se lo quebró el EGP (Ejército Guerrillero de los Pobres). A Bernal Hernández lo matan en la 7ª avenida y 17 calle. Pasa alguien, lo distrae y otro viene y se lo quiebra. Pues bueno, el Trejo se está acostando con la mujer de Bernal Hernández y a mi hermano le parece que eso es una inconsecuencia. Trejo, y eso se entiende bien por ser chafa (militar), porque a otros también les pasó, los amenazaba de muerte. El único que describe bien esto es César Montes. No bien exactamente, porque dice cosas inexactas. César Montes dice: “le dio una invitación para que le dieran el tiro”. Aura Marina Arriola habla de un accidente. César Montes también se equivoca porque dice “fue un accidente después de un forcejeo”. No fue así. Trejo lo amenazó. Cuando llegó a ese punto de fricción, Trejo le dijo que si seguía insistiendo en la crítica le iba a meter un tiro, entonces mi hermano le dijo: “bueno, si querés me metés el tiro, pero tu condición de inmoralidad no la vas a perder”. Entonces Trejo se ha de haber puesto de pie, y le metió… digo yo, porque la trayectoria del tiro es del pómulo izquierdo al pulmón derecho. Estaban sentados en una cantina y el otro se para así y dispara.

Trejo con una depresión terrible, porque después de la borrachera “puta, qué hice, y a quién se lo hice”. La mamá de Trejo decía que mi hermano era su hijo, y este Trejo pues lo quería mucho. Es decir, fue una mierda de tragos, pues.

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Yo estoy un tiempo en la universidad, hago dirigencia estudiantil, a ese nivel, en el Consejo Superior Estudiantil de la universidad. Luego se da la ruptura de las FAR y el PGT, yo me voy temporalmente con las FAR, pierdo contacto, me quedo en el aire prácticamente, y sin perspectivas, ni políticas ni personales, y entonces ahí es donde decido irme a Chile.

¿Cómo te vas a Chile?

Por mi cuenta, por mi cuenta. Viajé a Panamá con la idea de meterme en un barco y llegar a Valparaíso, porque entonces había muchas… no era una aventura pues, sino pagando mi pasaje. Había una línea… Se viajaba bastante todavía en barco, no se usaba mucho el avión, pero lograr conectarse con el barco era muy fregado. Entonces, tomé un avión. Angustioso el viaje, porque duró como dieciocho horas, no sé cuánto, porque era un avión turbohélice. Cuando entramos a Chile empecé a ver el desierto de Atacama, y me dormía, a saber cuánto tiempo, y despertaba y volteaba a ver y seguía el desierto ahí (ríe). Empecé a decir: ¡puta, hasta dónde me vine!

En Chile había una cultura del marxismo impresionante y de otras posiciones. Tuve la oportunidad ahí de leer marxismo en sus fuentes. Desde Hegel, la Fenomenología del espíritu, que “leer” es una fanfarronada: realmente la estudié conducido por un profesor especialista en Hegel. Entonces desde los… Saint-Simon, Fourier y todos los utópicos (socialistas), en el plano de lo social. Y de la economía política, la Historia crítica de la teoría de la plusvalía, El Capital, Salario, precio y ganancia y todas esas cosas. Y me la pasaba leyendo, con la experiencia tan especial y extraordinaria de que en ese momento se estaba dando el proceso chileno de Allende, entonces lo que leías en tu casa lo salías a ver a la calle. Y para mí fue muy especial.

Y me traje una cantidad de libros…

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