Por Kajkoj Máximo Ba Tiul
“A 54 años del desalojo violento
del pueblo de Chikoyoguito”
El libro, “El Pensamiento Sistémico de Marcos Roitman, es un discurso completo sobre el “origen del social-conformismo”[1], muchas de sus apreciaciones pueden ser importantes para el momento que estamos viviendo en América Latina y particularmente en Guatemala. No es mi interés hacer un resumen del libro, pero si me parece sugerente para comprender y analizar el comportamiento de los ciudadanos, en la época actual y ante los problemas sociales y políticos que afrontamos.
Para Roitman, “el conformismo social es un tipo de comportamiento cuyo rasgo más característico es la adopción de conductas inhibitorias de la conciencia en el proceso de construcción de la realidad […] se manifiesta en su dimensión colectiva como individual”. Los sujetos conformistas “se sienten identificados en un orden donde se pierde la relación entre hacer y pensar, al extremo que pensar es considerado una resistencia a vencer”.
“El sistema, nuevo leviatán, se apropia de la conciencia logrando que los individuos entreguen su voluntad de actuar y pensar desde el orden sistémico. El pacto social se fundamenta en inhibir conductas antisistémicas”. En nuestro caso el pacto criminal que se ha adueñado de la institucionalidad de Estado, intimida y coloniza las mentes, los estómagos y las cabezas de los ciudadanos. Sobre todo, cuando acuden a la biblia y a mensajes supuestamente cristianos, para convencernos de que todo va bien, cuando todo va mal. Pero, no solo intimidan al ciudadano común y corriente, sino también a quienes supuestamente tienen claro por dónde va el país, como la elección del nuevo procurador, sabiendo que, al elegirlo, dejan en manos de una persona corrupta y ligada al grupo criminal nuestros derechos.
En Guatemala, el conformismo y el “miedo” siendo histórico, se convierten en la enfermedad que no nos permite avanzar hacia lo desconocido y ayuda a que los corruptos sigan haciendo estragos dentro del Estado. El conformismo y el miedo, no permite una fuerte alianza de todos los ciudadanos conscientes y honestos. Son las enfermedades que no permite encontrarnos y obstaculiza el hecho de “hacer y pensar juntos”. Se le pone excusas a todo, por ejemplo, en lo electoral: “llevamos un año de estar haciendo asambleas o que, en América Latina, quienes han ganado elecciones no son los partidos tradicionales de izquierda”, los otros, dicen: “ya tenemos nuestros candidatos, nosotros ya sabemos quiénes estarán en las listas”.
En el plano político-social, “ustedes reciben plata de USAID y nosotros no”, que “el proyecto de ustedes, es muy académico y el nuestro no”. “Que ya me cansé de hablar de los problemas y nada cambia”. “Que la gente ya está comprada y no va a cambiar nada”. Estos solo son infantilismos de ciudadanos no comprometidos, así como de los partidos de izquierda, progresistas o de partidos étnicos/campesinos, que no permiten el encuentro en nada.
Ningún proyecto por muy revolucionario que sea y que no tenga un balance entre corazón y cerebro, está echado a perder de entrada. Como me decía un amigo, al referirse a Antonio Pop, que decía, lo complicado está en relacionar “lo objetivo y lo subjetivo”, como parte central de la praxis. De hecho, todos los sectores tienen razón, que este Estado oligárquico-criminal-terrorista-narco-militar, no quiere parches, sino un cambio total, eso implica desmontarlo (palabra que utilizo casi siempre), en todo sentido, pero lamentablemente queremos ir solos y estar solos. Situación que requiere de comprender que los grupos de poder que han controlado el Estado actual, tienen que hacerse a un lado o por lo menos ponerle límites y esto inicia con desmontar y desalojar a los grupos criminales que han invadido toda su institucionalidad.
Para un proceso como este, se necesita buscar la forma de cambiar la conciencia de la gente, principalmente la gente de a pie o los nadie, por un lado, porque vive buscando lo diario, lo que va a comer su familia, no están pensando en refundaciones, aunque queramos demostrar lo contrario en las redes sociales. Lo otro, porque es quien está más sujeto (del cambio o la ciudad) a que lo convenzan con pocas migajas de los partidos de derecha e incluso de las ONGs clientelistas. Por eso, el neoliberalismo nos hunde en la pobreza para que no tengamos tiempo de pensar en el país y que nos conformemos con lo que somos y tenemos.
No puede haber refundación o refundaciones, si caminamos solos o si se quiere construir desde el vanguardismo, sin la presencia de pueblos o con una presencia folclórica de la gente. Se tiene que convencer a la gente. A la gente de a pie, a los nadies, a los ninguneados, para que asuman el proyecto, no solo el instrumento y que confíen que puede cambiar para bien. En caso de que se les apueste a las elecciones, no se debe olvidar que está masa desinformada, colonizada y sometida, es quien vota. Se requiere de un proceso profundo, para convencerlos que los cambios que se proponen son profundos, para que todos vivamos bien y felices. Convencerlo de que ya no le tengan miedo al COCODE, al alcalde, al presidente, al diputado, al gobernador, al profesional, al sacerdote, al pastor, al líder o lideresa social, al maestro y a la maestra, al policía nacional o cualquier miembro de las instituciones de seguridad, a la policía municipal de tránsito. Convencerlo de que la construcción de un nuevo modelo de Estado es para que retome su dignidad, su wanqilal dicen los Q’eqchi’. Que el nuevo modelo de Estado no es el fin es el medio y que, por lo consiguiente, este nuevo Estado va a proteger su forma organizativa, su pensamiento, su espíritu, sus valores y principios, etc. El cambio será producto de la lucha de todos, como lo han hecho las comunidades durante muchos años y que por tener eso, siguen siendo pueblos vivos y en resistencia.
Cómo convencer a todos los pueblos, que, en el nuevo Estado, no habrá corrupción e impunidad. Que ya no se desviaran recursos destinados a la salud y educación para otros proyectos, como sucede con los Q600 millones que le quitaron al Ministerio de Salud, que las municipalidades no tendrán tanta libertad para gastar el dinero que les sobra en el año. Que no habrá informes como el último del PNUD que evidencia que hay desigualdad, pobreza, extrema pobreza, sino que todos estaremos bien, estamos comiendo y viviendo bien. Que ya no habrá listas Engel, porque quien se apropia de un recurso que es del pueblo, tendrá que ir a la cárcel o a restituir lo que se robó de acuerdo a las normas comunitarias. Que no habrá funcionarios mentirosos e hipócritas, que dicen que todo está bien. Que en el nuevo Estado todos irán a la escuela, a recibir clases en sus idiomas, los maestros serán de su territorio. Que la justicia será para todos y todas. Que las niñas y los niños ya no serán violados. Que a los ricos se les limitara su riqueza. Que los ríos, lagos, montañas, se les devolverá. Que sus tierras y territorios se les devolverá. En una palabra, que vivirán en autonomía y libre determinación, como vivíamos antes. Que el cambio de Estado no solo será de nombre, sino será un cambio estructural de fondo.
Este nuevo rumbo primero necesita tumbar el conformismo y el miedo, para eso tendrán que terminar los egoísmos, los hegemonismos, la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo[2].
[1] Roitman Rosenmann, El Pensamiento Sistémico, los orígenes del social conformismo, Siglo XXI editores, México, 2003.
[2] Castro Fidel, http://www.cubadebate.cu/opinion/1992/06/12/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992/, visto última vez el 23 de julio de 2022