Texto y fotografías: David Diego
Las abuelas inclinadas sobre sus rodillas, agarrando el brazo de piedra con las dos manos molían el maíz para las tortillas, el tomate para el chirmol, el chile güaque para el pepián. Pero desde el Popol Wuj se menciona que en una piedra de moler se preparó la masa de los hombres de maíz. Son pocas las personas que aún se adentran a las montañas a buscar una piedra adecuada para picarla, moldearla y convertirla en un perfecto molino pre hispánico. Las piedras de moler se heredaban de madre a hija, algunas llegaron a tener más de cien años en una familia. Por ello son ahora piezas de museo.
Durante el conflicto armado las mujeres antes de abandonar sus casas enterraban sus piedras de moler con la esperanza de algún día volver y recuperar la piedra y heredarlas a su hijas. En algunos cientos de años desenterrarán esas piedras y descubrirán como las abuelas nos crearon.