Créditos: Estuardo de Paz
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Durante los primeros días de marzo de 1966 el gobierno militar de Guatemala secuestró a al menos treinta y cinco personas, reteniéndolas secretamente en instalaciones policiales y cuarteles militares. Nunca aparecieron. Era el ensayo de una práctica que muy pronto se extendería por toda América Latina: la desaparición forzada como método de represión política.

Por Rolando Orantes

El exsargento

En 1967 el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, entonces de 26 años, entrevistó en Guatemala al desertor de la Policía Militar Mario Julio Ruano Pinzón, un exsargento que había trabajado en el Cuartel General de Matamoros, en la Ciudad de Guatemala. Era el único testigo de las desapariciones y vivía en la clandestinidad. Los otros tres, los sargentos Carlos Leonardo, Lisandro Chacón y Elías Dubón habían sido asesinados en situaciones aparentemente casuales. La historia fue recogida en su libro Guatemala: país ocupado, publicado ese mismo año y recientemente reeditado, en 2020, por Siglo XXI con el título Guatemala. Ensayo general de la violencia política en América Latina.

Ruano Pinzón le contó a Galeano: “Éramos cuatro los inferiores que andábamos con los oficiales, como pistoleros, aquella noche; andábamos con el tercer jefe, el coronel Máximo Zepeda Martínez”. Mientras Ruano hacía guardia llegó un vehículo Ford de color verde con quienes le parecieron las últimas personas presas y que fueron encerradas en el almacén de guerra.

Por la noche el coronel Máximo Zepeda recibió una llamada del viceministro de la Defensa, coronel Rafael Arriaga Bosque, y le ordenó a los sargentos que se quedaran en la puerta y no dejaran entrar a nadie. Según Ruano, su amigo Miguel Ángel Folgar, telefonista del cuartel, le contó que escuchó la orden directamente de Arriaga Bosque. Los prisioneros serían ejecutados.

“Me acerqué a uno de los detenidos. Me dijo que se llamaba Manuel. Le pregunté por qué lo habían traído y me dijo: ‘Cosas de política’. Me dijo que antes había trabajado para el coronel Jacobo Árbenz. Me pidió un cigarrillo y se lo di. Le pregunté si quería algo para sus familiares y me contestó: ‘No vale la pena. A nosotros ya nos quedan pocas horas’. Me dijo que algún día yo iba a leer unos libros que él había escrito”.

Poco después llegó Arriaga Bosque y entró al sitio donde estaban las personas detenidas para reunirse con los oficiales. “Cuando fueron fusilados, estaban el coronel Zepeda, el coronel Óscar Ruiz, el teniente Hugo Alonzo y René Ortiz. Estaba también el coronel Arriaga Bosque”, dijo Ruano Pinzón.

Rafael Arriaga Bosque

Más tarde el teniente Hugo Edmundo Alonzo le ordenó a los sargentos subir unos costales a un picop y un jeep. Al cargar el primer costal Ruano vio cómo las mangas se le llenaban de sangre. Con el segundo notó “la forma de una cara y el pecho”. Los cuatro sargentos quedaron manchados pese a que los cuerpos estaban envueltos en nylon. A continuación Máximo Zepeda condujo el picop y Hugo Edmundo Alonzo el jeep. Se dirigieron al aeropuerto, donde los subalternos subieron los cuerpos a un avión. Pero quienes los tiraron en el Océano Pacífico fueron Máximo Zepeda y el teniente Hugo Edmundo Alonzo, dijo el exsargento identificado como Julio Ruano Pinzón.

Otra persona, “alguien que tiene por qué saberlo, y que tiene también, en consecuencia, por qué esconder su nombre”, le contó a Galeano: “Hay una unidad del ejército, que actúa de particular, que encubre estos asesinatos; hay varias casas acá en la ciudad donde actúan. Una de ellas detrás del campo de aviación de La Aurora: es una casa de dos plantas, con una verja enfrente y todas las ventanas tapiadas con bloques superpuestos. Pero no es la única”.

En estas casas se practicaban diversas técnicas de tortura. De algunas le habló a Galeano su fuente. Métodos brutales que revelan más la intención de infligir un castigo previo a la muerte que la de obtener información, excusa histórica de los torturadores.

“Al individuo le atan una goma al cuello, una goma delgada cuyas puntas van hacia derecha e izquierda. De cada lado de la ‘manguera’ tiran dos individuos que rompen, así, la tiroides; prácticamente la persona queda convertida en una bolsa de huesos y carne: pierde la voz, pierde la capacidad de comer y además ciertos movimientos. […] Otra de las formas de tortura fue la que emplearon con los hermanos Pineda Longo; a uno de ellos le fueron cercenados los órganos genitales: así fue encontrado su cadáver. A algunos les han metido alfileres en los ojos, después los matan”.

Según el Mensaje a nuestras conciencias, del padre Thomas Melville y fechado el 20 de enero de 1968 la “Nueva Organización Anticomunista”, una supuesta “organización de extrema derecha”, era dirigida por el coronel Máximo Zepeda y los tenientes Hugo Edmundo Alonzo y Luis Domínguez.

Stella Calloni señala en su libro Los años del lobo. Operación Cóndor que a principios de los años 70 en Madrid José López Rega, asistente del entonces expresidente argentino Juan Domingo Perón y posteriormente creador de la organización terrorista Alianza Anticomunista Argentina o Triple A, “gracias a su amistad con el ex agente de la CIA y embajador de Estados Unidos, Robert Hill, hizo buena amistad con uno de los mayores asesinos centroamericanos, el coronel Máximo Zepeda, fundador y jefe del Escuadrón de la Muerte de Guatemala, la Nueva Organización Anticomunista Guatemalteca (NOA) que dejó miles de víctimas en ese país”.

Terroristas

Eunice Campirán Villicaña, Lucía, y David Aguilar Mora, Damián, eran dirigentes del Frente Urbano del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre. De nacionalidad mexicana, Eunice nació en Toluca el 13 de enero de 1943, y David en Chihuahua el 31 de diciembre de 1939. Se conocieron a principios de los 60 en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde coincidieron con el guatemalteco Francisco Amado Granados, que daba clases en ese centro educativo y era dirigente del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre. Eunice y David militaban en el Partido Obrero Revolucionario (trotskista), al que también pertenecía Amado.

Según una carta pública distribuida, en septiembre de 1966, por varios medios de izquierda internacionales, David Aguilar Mora habría sido torturado y ejecutado en la base militar de Zacapa, y los responsables serían el subteniente Carlos Cruz y Cruz, alias Serrucho y los miembros de la G-2 César Guerra Morales y Rigoberto García, alias El Gato. Eunice Campirán, después de ser violada por soldados y oficiales, habría sido asesinada con un hacha. Sus cuerpos fueron enterrados en un lugar conocido como La Ladera, en el cementerio de Puerto Barrios.

Manuel Aguilar Mora, hermano de David, declaró, en julio de 1966, al diario mexicano La Prensa que Eunice fue capturada junto a Iris Yon Cerna durante una reunión y las asesinaron a garrotazos. Al momento de su secuestro, tortura y desaparición David tenía 25 años. Eunice, 23 y estaba embarazada.

Fernando Arce Behrens nació el 31 de enero de 1931. Estudió en la Escuela República del Brasil, en el Instituto Nacional Central para Varones, en la Universidad de San Carlos de Guatemala y en el Colegio de México, y recibió cursos de diplomacia de la ONU. Formó parte además del equipo de beisbol los Atómicos. Fue esposo de la escritora y periodista María Atala Valenzuela Marroquín, y publicó en los periódicos Flash de hoy y La Nación, y en las revistas El estudiante, Alero y Lanzas y letras. A los 23 años se exilió en Brasil, Uruguay y Costa Rica. Fue miembro del PGT y el MR-13 y escribió, entre otros ensayos, La cultura maya, Los organismos internacionales y la ayuda que prestan para el desarrollo y El Congreso de Panamá frente a los ideales bolivarianos, según el Diccionario Histórico Biográfico de Guatemala. Tenía 35 años.

Víctor Manuel Gutiérrez fue un dirigente bastante popular durante la década revolucionaria de 1944 a 1954 gracias a su honestidad y carisma. Maestro de profesión, fue secretario general de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala, miembro del Consejo General de la Federación Sindical Mundial y diputado al Congreso de la República por el PGT durante el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán. Sus intervenciones en desfiles y manifestaciones eran recibidas con entusiasmo, y sus columnas y discursos solían publicarse tanto en la prensa partidaria como en el diario oficial, pero luego de la invasión estadounidense de 1954 tuvo que vivir en la clandestinidad o en el exilio. En México publicó Lecciones elementales de filosofía; Guatemala contra Ydígoras; Rasgos históricos del movimiento sindical latinoamericano y Breve historia del movimiento sindical de Guatemala, entre otros títulos. Cuando desapareció tenía 44 años.

Un telegrama secreto de la CIA fechado en marzo de 1966 y en su mayor parte censurado señala: “Los siguientes comunistas y terroristas fueron ejecutados en secreto por las autoridades la noche del 6 de marzo de 1966: A. Víctor Manuel Gutiérrez Garbín, líder del grupo PGT que vivía en el exilio en México. B. Francisco ‘Paco’ Amado Granados, prominente izquierdista guatemalteco y líder del Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13), organización guerrillera encabezada por Marco Antonio Yon Sosa. C. Carlos Barillas Sosa, medio hermano de Yon Sosa”.

Otro documento secreto indica que el 3 de marzo de 1966 tropas guatemaltecas habían capturado en Retalhuleu a Leonardo Castillo Flores, “alto dirigente del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT – Partido Comunista Guatemalteco) e integrante de la Directiva compuesta por tres personas de las Fuerzas Armadas Rebeldes, el brazo armado revolucionario del PGT”, y a tres personas más. Ese mismo día “el grupo fue sometido a un interrogatorio inicial por personal del ejército guatemalteco” y el 4 de marzo fueron interrogados por oficiales enviados desde la capital “específicamente para esta tarea”.

Luego del interrogatorio, “los prisioneros fueron ejecutados secretamente”. El agente de la CIA que redactó el documento aclaraba que “los prisioneros se negaron a cooperar y fueron evasivos y/o dieron muchas declaraciones falsas”.

Los periódicos locales estadounidenses

El domingo 13 de marzo de 1966 el diario estadounidense Youngstown Vindicator, de Ohio, reprodujo la noticia publicada por The Washington Evening Star, el sábado 12, en la que se reportaba que la policía guatemalteca había “capturado y ejecutado sin juicio y en secreto a por lo menos 26 miembros destacados de una organización terrorista comunista clandestina”. Jeremiah O’Leary, encargado de América Latina para el Evening Star y quien dijo contar con información de una fuente autorizada señaló “que entre los asesinados se encontraban Víctor Manuel Gutiérrez, el principal teórico del Partido Guatemalteco de los Trabajadores (PGT), y Leonard Castillo Flores, secretario general de la Federación Nacional Campesina, ambos grupos comunistas”.

The Spokesman-Review, de Spokane, Washington, añadió a la noticia algunas palabras de O’Leary que el diario de Ohio decidió omitir: “La redada y ejecución de los rojos de alto rango” había comenzado una semana antes de las elecciones “pero las capturas más importantes ocurrieron el sábado anterior”. El jefe de la Policía Judicial, Alberto Barrios Ramírez, negó las capturas y ejecuciones, “pero este reportero conoció los detalles de miembros de la banda de Turcios en una reunión clandestina en un parque al otro lado de la calle del Palacio Nacional mientras se producía un tiroteo simultáneo en el escondite de Turcios”. O’Leary supo luego “que Turcios escapó por poco, pero que otros fueron capturados y ejecutados. Se decía que las víctimas fueron llevadas al sótano de la sede de la policía y torturadas, luego llevadas con capuchas en sus rostros al campo y ejecutadas”.

The Victoria Advocate de Texas agregó, siempre citando a O’Leary: “La historia de las ejecuciones ha sido confirmada por fuentes confiables. Se entiende que las autoridades de Guatemala planearon la redada basándose en información de que los principales líderes rojos iban a llegar a la capital para aprovechar la violencia que se esperaba después de las elecciones”.

El lunes 14 de marzo varios medios locales se hicieron eco de la noticia. El Gadsden Times de Alabama se refirió brevemente a Gutiérrez titulando que la policía guatemalteca había matado a un “commie leader”. También el Eugene Register-Guard de Oregon mencionó las capturas de Gutiérrez y Castillo. El Reading Eagle de Pensilvania señaló que la policía había asesinado a entre 15 y 25 rojos terroristas y guerrilleros, incluido el líder del proscrito Partido Comunista, Víctor Manuel Gutiérrez, quien vivía en el exilio en la Ciudad de México y se reportó su captura en Guatemala luego de las elecciones presidenciales.  También había sido capturado Leonardo Castillo Flores, “funcionario en el régimen pro comunista de Jacobo Árbenz”.

El The St. Joseph Gazette de Missouri añadió que las autoridades militares y policiales se negaban a confirmar o negar los informes, y que Víctor Manuel Gutiérrez había abandonado la Ciudad de México, el 1 de marzo, aparentemente para regresar a Guatemala. Esta información también fue reportada por el canadiense The Montreal Gazette.

El Lewiston Morning Tribune se refirió también a la desaparición de Gutiérrez y del exdirigente de la Confederación Campesina de Guatemala Leonardo Castillo Flores, quienes según informes “fueron llevados con sacos en la cabeza a un lugar aislado en el campo y ejecutados”. Familiares de las personas capturadas habían intentado por medios legales que la policía las presentara en buen estado de salud. “Estos esfuerzos legales, generalmente efectivos en Guatemala, hasta ahora han fracasado en los casos de los comunistas desaparecidos”. Thelma de Gutiérrez viajó a Guatemala con sus dos hijos pequeños, pero no obtuvo respuesta, al igual que la esposa de Castillo.

Leonardo Castillo Flores

The Morning Record de Meriden, Connecticut y la Schenectady Gazette añadieron que “la policía guatemalteca, al enterarse de que los comunistas se habían reunido en la capital poco antes del día de las elecciones, realizó una intensa búsqueda de líderes guerrilleros”. Turcios Lima, el comandante de las FAR que recientemente había regresado de la Conferencia Tricontinental de La Habana, “escapó por poco de la captura el día antes de las elecciones, durante un asalto en el cual tres agentes secretos guatemaltecos resultaron heridos por disparos de ametralladora”. Según estos diarios, la presencia de Turcios en la capital había sido confirmada por los rebeldes.

Los diarios de Meriden y Schenectady dijeron además que esa semana en Guatemala circuló el rumor de que Yon Sosa había sido asesinado por las FAR. Según estos periódicos locales estadounidenses, tras su regreso de La Habana Luis Turcios “sostuvo una reunión secreta con Yon Sosa, proponiendo tomar el mando de todo el movimiento guerrillero en Guatemala”. Al negarse, el líder del MR-13, que “seguía la línea de Pekín […] fue ejecutado por miembros del grupo pro-Castro de Turcios”. Los diarios de provincia aclaraban que el rumor no había sido confirmado, pero aprovechaban para señalar que se nutrían de “círculos por lo demás habitualmente bien informados”.

Propaganda electorera

El domingo 8 de mayo de 1977 el exdictador Enrique Peralta Azurdia llegó desde Miami, donde vivía hacía varios años, para dar inicio a su campaña a la presidencia de Guatemala por el ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN).

La prensa retomó el caso de las desapariciones de 1966, utilizándolas como propaganda electorera. El semanario Inforpress, en su número 241, del 12 de mayo de 1977, lo resumió bajo el título de “Se inicia campaña anti-peraltista” y los subtítulos “Recordando el caso”, “Ydígoras Fuentes le pregunta a Peralta Azurdia”, “¿Y así pretende ser presidente?”, “Peralta Méndez transmitió la orden” y “Ricardo Peralta Méndez: ‘Una acusación que da risa’”.

Desde el vespertino La Hora, señalaba Inforpress, se desarrolló “una intensa campaña anti-peraltista” mediante artículos redactados por su director, el exvicepresidente de la República Clemente Marroquín Rojas, por el columnista de extrema derecha Jorge Alejandro Palmieri García y las declaraciones del general retirado e ingeniero José Miguel Ramón Ydígoras Fuentes, el expresidente al que Peralta Azurdia dio golpe de Estado el 31 de marzo de 1963.

Estos personajes se refirieron a “la responsabilidad del ex jefe de gobierno en la muerte de 29 revolucionarios”. Acusaron también a su sobrino el general Ricardo Peralta Méndez, candidato por el Frente Nacional de Unidad (FRENU), de participar directamente en las desapariciones. El FRENU estaba conformado por la Democracia Cristiana Guatemalteca, el Partido Revolucionario Auténtico, liderado por el socialdemócrata Alberto Fuentes Mohr, y un grupo de cooperativistas y pobladores denominado Frente de Participación Popular.

Según Inforpress, la dedicatoria iba dirigida más bien a Peralta Méndez. Peralta Azurdia no perdería simpatías entre los electores del MLN “por haber combatido a los comunistas. Antes bien, aumentaría su prestigio”. En cambio a su sobrino una campaña así “sí podría descalificarlo para aspirar al voto de los sectores democráticos”.

Los partidarios del general Fernando Romeo Lucas García, candidato del Frente Amplio (Partido Institucional Democrático, Partido Revolucionario, Central Aranista Organizada y la Alianza Democrática Guatemalteca ADG, un grupo de estudiantes y funcionarios de la municipalidad definidos como de izquierda populista) emplazaron al político de centroizquierda Alberto Fuentes Mohr para que explicara su apoyo a Peralta Méndez, “uno de los responsables del desaparecimiento de 28 revolucionarios cuando servía el cargo de jefe del Estado Mayor Presidencial”.

Clemente Marroquín Rojas definió el hecho como “ese acto de suprema violencia: arrojar al mar 29 hombres como si fueran pobres tepocates. Un acto de suprema barbarie que nada tiene de honestidad. Asesinados en Matamoros, llevados a Retalhuleu en aviones militares y de allá, en camino al mar, para ser arrojados en sacos de celofán”.

Parecía olvidar que durante su vicepresidencia, de 1966 a 1970, los secuestros y desapariciones, o la aparición de cuerpos torturados y mutilados se sucedieron de manera terrorífica. Pero recordó que durante su gobierno el general Ydígoras Fuentes, quien fue “acusado de ogro”, capturó y liberó a Víctor Manuel Gutiérrez, “tolerando una fuga del llamado cerebro de la revolución”. Peralta Azurdia en cambio optó por asesinarlo, “pero lo odioso del asesinato no es el propio hecho de degollarlo en los calabozos de la fortaleza, sino en no entregar el cadáver de aquellos 29 hombres a sus deudos. Veintinueve hombres echados al mar para pasto de los tiburones voraces del Pacífico”, escribió Marroquín Rojas.

Ydígoras, cuyo gobierno fusiló a 13 guerrilleros en la aldea Concuá, Baja Verapaz, el 13 de marzo de 1962, y asesinó a docenas de estudiantes durante las protestas de marzo y abril del mismo año, cuestionó a su exministro de la Defensa: “¿Qué hizo con los 29 dirigentes encabezados por el profesor Víctor Manuel Gutiérrez, un hombre intelectual e indefenso, incapaz de matar una mosca?”. Ydígoras pidió saber cómo habían ocurrido los asesinatos, que le dijeran “dónde los tiraron al mar desde un avión” y qué había pasado con los perpetradores, que calificó de infelices y pobres diablos, “a quienes ordenaron asesinar a los prisioneros políticos”.

Jorge Palmieri afirmó, refiriéndose también a Peralta Azurdia, que “las ‘autoridades’ bajo su mando asesinaron cobardemente a los 28 dirigentes comunistas a quienes finalmente se ‘empacó’ en bolsas de nylon y se tiró al mar desde un avión militar”. Cuestionó que Peralta pretendiera ser el “preferido por las masas” cuando “ordenó (o permitió) el asesinato del brillante líder obrero, profesor Víctor Manuel Gutiérrez”, a quien “ni siquiera el coronel Carlos Castillo Armas” quiso matar, o Ydígoras, que no “quiso cargar en su conciencia con el peso de la muerte de un hombre honesto y patriota”.

Ambos gobernantes “jamás olvidaron que Gutiérrez era un ser humano, con derecho a la vida con todo y sus ideas marxistas”. En cambio Peralta Azurdia “no tuvo inconveniente alguno en que sus policías secretos, bajo órdenes superiores lo mataran cruelmente, metiéndole la cabeza dentro de bolsas con gamexán”. El columnista preguntó: “¿Y todavía tiene usted la esperanza de que los guatemaltecos –las mayorías que son las más pobres y explotadas naturalmente– lo elijan libremente su presidente de la república?”.

Un editorial de La Hora detalló que Gutiérrez fue capturado “y llevado con sus amigos a la fortaleza de Matamoros, donde era jefe el coronel Arriaga Bosque”. Tras discutirse su destino, se decidió “liquidarlos, porque de otro modo Gutiérrez seguiría soliviantando los ánimos en la república”. Según el vespertino, “el coronel Peralta, sin embargo, no quería llegar a tan irreparable extremo; pero al fin se resolvió a dar la orden de ejecución. Esta orden fue transmitida al coronel Arriaga Bosque por medio del jefe de Estado Mayor del coronel Peralta Azurdia, hoy general don Ricardo Peralta Méndez, y una vez dada dicha orden, se perpetró el crimen: en los calabozos de la fortaleza de Matamoros fueron degollados esos 29 hombres por un grupo de seis soldados, un cabo y un oficial”.

Para deshacerse de “aquellos despojos sangrantes” los oficiales propusieron varias opciones: arrojarlos al volcán Masaya, en Nicaragua, “enterrarlos por la noche en la Verbena” o “regar los cadáveres por los caminos lejanos”. Pero uno “impuso su criterio: el de arrojarlos al mar”, y “metidos en sacos de celofán, fueron llevados al campo de aviación, donde en avión los trasladaron a Retalhuleu, donde se cambió a los pilotos, para que aquellos dieran fin a lo resuelto de arrojar los cadáveres al mar, a treinta kilómetros en línea recta mar afuera”, puntualizó La Hora.

El editorial lamentaba que únicamente se acusara a Peralta Azurdia, pues “fueron varios los que intervinieron en tan macabra actividad: el ya mencionado jefe de la fortaleza, coronel Arriaga Bosque, el coronel Ricardo Peralta que llevó la última orden y los pilotos que recibieron en sus naves aquellos despojos”.

Ricardo Peralta Méndez negó su participación en las desapariciones, e indicó que las declaraciones le causaban risa, “por falsas”. En las elecciones del 5 de marzo de 1978, donde participaron únicamente tres candidatos, Peralta Méndez quedó en tercer lugar. Su tío, el exdictador Peralta Azurdia, le sacó una ventaja de alrededor de un 9%, pero insuficiente para declararse ganador por lo que concluido el proceso electoral volvió a Miami, donde murió a los 88 años de causas naturales en febrero de 1997.

Por su parte el coronel retirado Rafael Arriaga Bosque moriría unos meses después de que Palmieri y Marroquín Rojas revivieran en los diarios las desapariciones de 1966. La mañana del 29 de septiembre de 1977 “un grupo de seis terroristas armados con ametralladoras” interceptó al militar de 57 años cuando volvía del mercado, relató el estadounidense La Opinión. Según el diario The Blade de Toledo, Ohio, la policía creía que las guerrillas de izquierda eran las responsables. Pero no fue sino hasta marzo de 1980, cuando el PGT-Partido Comunista se responsabilizó por la ejecución de Máximo Zepeda, otro de los implicados en las desapariciones de 1966, que se divulgó que el atentado contra Arriaga lo realizó un comando urbano del PGT.

Jorge Palmieri se convirtió en el embajador en México del candidato triunfador, el general Romeo Lucas. Como su representante en aquel país justificó la noche del 31 de enero de 1980, durante una entrevista en el noticiero mexicano 24 horas, la masacre de la Embajada de España por parte de la policía, en la que murieron calcinadas 38 personas. Dijo que sus ocupantes se habían autoinmolado, y manifestó su esperanza de que el comunismo no se extendiera por América como el fuego de esa embajada, ante un atónito Jacobo Zabludovsky.

Para leer la primera parte

Guatemala 1966: el inicio de la desaparición forzada (Primera Parte)

 

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