Créditos: Juan José
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Por Edgar Esquit*

El cuatro de noviembre de este año, mientras miles de guatemaltecos y las autoridades indígenas continuaban la manifestación en la llamada Plaza de la Constitución, todos los presentes vieron llegar al presidente electo Bernardo Arévalo para unirse a las protestas. Las autoridades ancestrales recibieron a Arévalo con gran interés y frente a frente hablaron sobre los motivos de la lucha y sobre la historia de los pueblos.

En ese momento se conversó acerca de la lucha por la democracia y las autoridades ancestrales. Enfatizaron que los pueblos indígenas necesitan un gobierno nacional que los escuche, que no los haga invisibles y que defina espacios específicos para el diálogo. Las autoridades afirmaron que las comunidades son agradecidas con sus gobernantes, pero que estos deben demostrar su interés por la gente.

Ese día en el escenario, Bernardo Arévalo habló sobre el carácter de su próximo gobierno diciendo que los únicos que no tendrán espacios allí serán los corruptos. Varias veces repitió que su gobierno dialogará con todos los sectores, pero enfatizó que había un compromiso especial para trabajar con quienes han sido “abandonados, marginados y discriminados” en la historia de Guatemala.

Dijo que su gobierno estará atento para escuchar y dialogar con todos los sectores, pero especialmente con los pueblos originarios, con el fin de construir caminos hacia el “desarrollo” entendido como educación, salud, infraestructura. Declaró que era importante trabajar juntos buscando soluciones de manera conjunta mientras se defendía la democracia.

En las últimas semanas también se ha dado a conocer que las autoridades indígenas han dialogado durante diferentes sesiones de trabajo con diversos sectores del país y con el presidente electo. En ese proceso se ha implementado el espacio llamado Acción por la Democracia, que pretende constituirse en un foro amplio en donde los pueblos indígenas tengan una voz propia. A pesar de las amenazas que realiza el gobierno corrupto, desesperado por concretar el golpe de Estado, tanto las autoridades indígenas como el presidente electo están trabajando para establecer las bases del diálogo entre sectores y la autoridad. En este proceso las autoridades de las comunidades indígenas mantienen la esperanza de que el próximo gobierno será el comienzo de una nueva era en la historia de las comunidades o para los pueblos originarios.

Sin embargo, en esta lucha por la transformación del país las autoridades ancestrales se encontrarán ante desafíos significativos. Se puede decir que uno de los primeros retos será enfrentar la posición que han asumido los eleq’om, la elite corrupta que gobierna hasta este momento. Así mismo, deberán desafiar la gran desconfianza de las elites económicas que, como se sabe, han mantenido el control sobre la política en este país.

Por otro lado, hay que aludir el fuerte racismo cotidiano y estructural en medio del cual los pueblos indígenas se han debatido a lo largo de su historia. Por último, es importante visualizar la vinculación de este movimiento con el ámbito internacional, pues, los pueblos indígenas enfrentan desafíos similares en todo el continente, producto de la historia colonial compartida.

El control que han impuesto los eleq’om o “Pacto de Corruptos” sobre el Estado y la democracia electoral es el primer reto, debido a que éstos quieren cerrar definitivamente el paso al nuevo gobierno que dirigirá Bernardo Arévalo. Las autoridades ancestrales centran sus esperanzas en que la administración que inicia en enero próximo, en verdad sea sensible a la historia de los pueblos.

En este sentido, las posibilidades de ahondar en una democracia que no se circunscriba a un sistema electoral cooptado, sino que abra espacios de diálogo, pasa por su defensa en las calles y las plazas, dado que las leyes están bajo la influencia total de las elites corruptas. En este proceso de lucha pacífica, las autoridades ancestrales se están jugando el todo por el todo, si logran transcender los obstáculos hasta el catorce de enero, cuando asuma el nuevo gobierno, serán actores importantes en la política del país.

Una vez establecido el nuevo gobierno, otro reto de las autoridades ancestrales será dialogar con las élites empresariales que controlan la economía en Guatemala. En este proceso necesitarán establecer condiciones en donde se pueda reconocer que las luchas de las comunidades no son amenazantes a los intereses de este sector económico, pero sí contundentes en la defensa de la vida, el territorio, los recursos y el gobierno local.

A lo largo de los siglos los finqueros, a través del Estado, han querido controlar y tener a las comunidades a su servicio, incluso en su momento han pretendido destruirlas a través de la violencia. La historia y la visión de comunidad hasta este momento, como sucede en Totonicapán y otros muchos lugares, implica un fuerte control sobre recursos como el agua, los bosques, la biodiversidad y la economía local. Las autoridades indígenas tendrán que ser sabias en la construcción de caminos que hagan posible estos y otros intereses comunitarios, sin que las elites empresariales se sientan amenazadas.

En el centro de esta discusión se deberá enfatizar que la lucha desde las comunidades está vinculada a la reproducción de la vida y no a la acumulación capitalista. La existencia de las comunidades depende del control y la reproducción de los recursos en sus espacios.

Un tercer reto de las comunidades y autoridades ancestrales será trascender el racismo de las elites políticas, empresariales y el de los ladinos en general. Las acciones de protesta en las calles de la capital y la solidaridad demostrada por algunas familias, organizaciones o personas ladinas con los manifestantes indígenas son pequeños indicios de las nuevas formas de relacionamiento que surgen en los contextos de lucha.

Históricamente los puntos de contacto entre indígenas y ladinos han sido la finca, el mercado, el trabajo en casa particular. En esos lugares, los indígenas son vistos como servidumbre, como gente atrasada y como objetos exóticos. La lucha política de las comunidades hoy en día muestra otro rostro de los mayas y xinkas, una que había sido ocultada por muchos años. En este sentido, uno de los caminos para ir destruyendo el racismo de la calle y el estructural, es el reconocimiento de la historia de los pueblos originarios.

Las autoridades ancestrales y las comunidades tienen el reto de mostrar que el país en realidad es un mundo diverso no solamente en términos culturales sino también en organización e identidades políticas.

Por último, las autoridades ancestrales deberán considerar la experiencia acumulada desde las luchas indígenas en el continente. Los pueblos originarios tienen una extensa historia de lucha por la reproducción de la vida y por la política comunal. Hay mucho conocimiento acumulado y existe memoria alrededor de las diferentes maneras de definir las acciones en la defensa de las comunidades, así como en la lucha a nivel estatal. El desafío es encontrar las rutas para alcanzar metas políticas y sociales viables en el mundo diverso.

Al mismo tiempo habrá que tener bastante tacto en la relación con Estados Unidos como un país siempre interesado en mantener influencia y control sobre los pueblos en América Latina y el resto del mundo. Preocupada por su estabilidad interior, frente a la migración y otros procesos políticos a nivel internacional, dicho país muestra interés en apoyar los procesos democráticos y criticar a los grupos que tratan de vulnerar el endeble sistema democrático en la Guatemala de este momento. No obstante, si la lucha de los pueblos llegara a ser considerada “amenazadora” para esa potencia económica y militar, seguramente no medirá los medios para controlarla.

El momento que se vive en el país es desafiante para los pueblos originarios y para el resto de guatemaltecos. Las implicaciones de una dictadura del “Pacto de Corruptos” son atemorizantes, la posibilidad de que se establezca un gobierno abierto al diálogo con los pueblos y comunidades es esperanzadora. De esta manera, las luchas emprendidas por las autoridades ancestrales y las comunidades desde hace muchos meses traen consigo grandes desafíos, algunos de ellos planteados en este escrito.

Hasta este momento, las autoridades ancestrales han mostrado entereza y una profunda ética hacia la lucha por la democracia, la valorización de lo humano, el respeto hacia los bienes materiales del Estado. Todo ello denota un fuerte interés no solamente en las comunidades y los pueblos originarios, sino en la vida de todos los hombres y mujeres que habitan este país.

*Kaqchikel, reside en la comunidad de Patzicía, Guatemala. Investigador del IDEIPI-USAC. Doctor en antropología social. La investigación sobre historia de comunidades ha sido su línea de trabajo más general aunque también ha escrito sobre el movimiento maya. Ha realizado trabajo de campo y de archivo en los municipios del altiplano central y en el occidente de Guatemala. Su interés en la investigación está centrado en la definición de otras lecturas sobre la memoria e historia de las comunidades kaqchikel y en reconocer los mecanismos por medio de los cuales se estructuran las relaciones coloniales sobre diferentes grupos, en distintos lugares, espacios y tiempos.

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