Créditos: Prensa Comunitaria
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Por Miguel Ángel Sandoval 

El título de esta nota es una canción de salsa, que interpretan los Caracas Boy´s. La pueden buscar en you tube.  No se asusten antes de tiempo. Pero el punto es que es un tema que escucho desde hace muchos años y que tiene origen en el racismo estructural de un país como el nuestro. Es el temor, el miedo, el pánico al otro, a lo desconocido, a lo que nos enfrenta a nuestros peores sentimientos y actos. La primera ocasión que escuché esto fue en una conversación con uno de los primeros guerrilleros nacido en Alta Verapaz, que decía en tono de broma, ya vas a ver el día que venga con los miles de indios de la montaña; se van a morir de miedo, y se reía de la ocurrencia.

El tema del racismo ya ha sido ampliamente debatido en nuestro país, aunque no se ha superado. De las mas diversas maneras se expone, se habla, se analiza o discute en foros, en la academia, pero el miedo recóndito siempre aparece. Es, acaso, el miedo a la conducta mantenida por siglos y que junto con los bienes y haciendas también se hereda. Puede ser un extendido sentimiento de culpa, pues muchos de los bienes y haciendas son producto del despojo de los indígenas, aunque en esta nota ese no es el tema. Es irracional y está presente en los actos mas sencillos de la vida, así como en los más complejos.

Recuerdo ahora que hace no muchos años, Irma Alicia Velásquez intelectual quezalteca y colega columnista en elPeriódico, fue conminada a salir de una cervecería porque su presencia no era del agrado de sus propietarios, menos de sus empleados. Finalmente, la empresa cervecera, tuvo que pedir disculpas a Irma Alicia. Así como estos muchos ejemplos. Pero no esa dimensión que me interesa abordar, sino el racismo en términos políticos, que ahora se hace presente en nuestro país.

Uno de los temas iniciales es que, a fuerza de discutirlo, y de ser considerado un tema que es políticamente incorrecto, nadie lo asume. Unos por pena o vergüenza, otros por aparentar que tienen en su conducta una forma diferente a la que históricamente se mantiene en nuestro país. En un libro dejo una idea de la fuerza que el mismo tiene. “¿Racista yo?” es el título y aborda la manera en que el racismo se expresa en los diferentes ordenes de la vida cotidiana.

Pero finalmente el racismo sigue viviendo entre nosotros, firme y fuerte, aunque en los últimos tiempos menos agudo y sometido a pruebas que no dejan indiferente a nadie. Aunque no salgan de su zona de confort, pero no dejan de percibir que el racismo recibió un golpe mortal desde que inicio el levantamiento indígena del 2 de octubre. De un día para otro, en mucha gente se plantó la idea que en esta ocasión la salida a la crisis poselectoral solo podía ser al llamado de las autoridades indígenas organizadas y que tienen como mejor representación en el imaginario de la gente común, los 48 cantones de Totonicapán o la alcaldía indígena de Sololá. Se había dado un vuelco en la percepción de muchos grupos sociales del rol de los pueblos y autoridades indígenas del país.

En esta ocasión vimos a los dirigentes de los pueblos indígenas asumir la defensa de la democracia, del estado de derecho, del respeto del voto popular que se quería y quiere escamotear, por los que integran el pacto de corruptos, que es nada más que la vieja oligarquía y sus aliados de ocasión, para ordeñar las finanzas públicas y hacer todos los negocios al amparo del poder que han logrado construir.

Mientras los organismos que históricamente representaron al poder de las vidas y haciendas hicieron un silencio de escándalo, pues no podía asumir la denuncia de lo que ellos mismos habían construido por años y años. Es el quiebre del edificio construido y que revela con muy bien Marta Casaus en su libro Linaje y racismo. En ese contexto, ni los partidos políticos financiados por las roscas del poder económico, político o de otra naturaleza, fueron suficientes, además no les interesaba, para oponerse al fraude que se quería impulsar.

La idea recurrente del dicho que “ahí vienen los indios” demostró que era solo parte del temor, de la culpa, pero no era real. Era una de esas construcciones ideológico-culturales, para mantener vigente, latente, vivo, el racismo, y la desconfianza hacia el otro. Se trato siempre de la creación del otro como enemigo, como diferente a nosotros, pero especialmente peligroso pues finalmente, de acuerdo con las viejas ideas de la conquista y colonia, o se sabía si eran humanos o si tenían alma. Por supuesto que todo ello encubierto por mentiras, falacias, y más mentiras.

Con la llegada de miles de personas de los pueblos originarios, para instalarse en la capital y asumir el liderazgo en la lucha por la democracia y el respeto de los resultados electorales, que sus viejas instituciones no han sido capaces, nos coloca ante una nueva realidad. Es el inicio de la destrucción del edificio colonial, y de todas las aseveraciones originadas en la falta de legitimidad del discurso dominante en la sociedad guatemalteca. Con la ciudad pintada de pueblos originarios que reivindican la cultura indígena, la organización ancestral, una cosmovisión que en otros lados se han perdido.

Entonces la vieja idea de que ahí vienen los indios fue derrotada, en suma, por la vida, por los hechos, por las realidades. No hubo nada más que lucha democrática encabezada por las autoridades indígenas. Los universitarios acompañaron, igual los barrios populares o no tan populares como Vista Hermosa, pero si muy populares como los mercados de la capital, que se sumaron de forma amplia a esa defensa de la democracia. Y nadie para expresar nada ajeno o fuera del respeto que era indispensable.

Aunque por supuesto, no faltaron las expresiones que “barnizadas” de análisis político, ideológico, desde las figuras mas identificadas como conservadores, de derecha, o fachas, que imaginaron de todo para sacar a pasear el racismo, pues eso no otra cosa era el supuesto análisis de la participación de los pueblos con sus autoridades en la movilización de defensa de la democracia.

Entre personajes progresistas o sencillamente considerados como democráticos, una idea recorrió el ambiente: cuanto tiempo aguantaran los indios en su protesta (ya van como 50 días seguidos). Y a continuación la idea de que no iban a soportar tanto tiempo. Otros se dedicaron a decir que los indígenas venían a la fuerza, y se dedicaron a dar ejemplos, poniendo el individualismo ramplón como paradigma antes que intentar entender la visión de democracia colectiva y comunitaria de los pueblos que participaban en las protestas por intento de fraude y defensa de la democracia.

Otros se dedicaron a buscar por todos los medios los ríos de dólares que venían pues la protesta no era genuina, sino que era parte de un proyecto siniestro de los EEUU. Así los indígenas eran manipulados por la agenda del tío Sam. En este momento se volvió a sacar del baúl de la intolerancia la existencia de las ONG que eran las que financiaban, las que le daban cocowash a los indígenas que no sabían que lo hacían, etc. Y por supuesto, no falto quien dijera que era el as en la manga de Semilla y de Bernardo Arévalo, etc., etc.

Como decía, estos “analistas” hicieron lo posible para demostrar que los indígenas y autoridades, gastaban a manos llenas la plata extranjera y por tanto había que defender la soberanía nacional y un montón de tonterías. Pero esos sesudos analistas, jamás se dieron una vuelta por el plantón frente al MP y constatar que mucha de la logística alimenticia venia de manos de voluntarios, de contribuciones de gente común y corriente que llegaba con una canasta de pan, una olla de café, tamales o chuchitos, o con las manos para ayudar a servir la comida

Como señalaba en mi artículo Reflexiones histórico-políticas a vuelo de pájaro, decía que históricamente los sectores de poder, los urbanos, los políticos o lo que fuera, habían dejado de lado a los pueblos indígenas, en medio de la indiferencia de medio mundo, mientras ahora, los pueblos y sus autoridades sacaban la cara por todos y decían: nunca más Guatemala sin nosotros. Es algo de lo cual debemos sentirnos doblemente agradecidos.

Pero, además, por la vía de los hechos y de la actitud de respeto observada, hicieron que miles y miles se dieran cuenta del fraude que son los partidos políticos (alguna excepción) y también nos hicieron ver la democracia como un discurso vacío desde el poder y nos llamaron la atención sobre la democracia comunitaria que se vive en las comunidades indígenas del país. Desde entonces, un debate extendido sobre eso que no nos dicen los libros ni la academia: la democracia comunitaria, directa.

En otros términos, los pueblos indígenas ocuparon la capital, o partes de ella, y fue con el apoyo de la gente, con la certeza que estaban defendiendo nuestros intereses, nuestros derechos, y que no habían venido a robar nuestros bienes y nuestras propiedades, que no venían en son de revancha, que no venían a buscar venganzas, y que no iban a atentar en contra de las “buenas familias”. Todo eso quedo enterrado. Entramos en una nueva época.

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