Organización comunal, clave para la lucha política de los pueblos

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Edgar Esquit*

Los k’iche’ de 48 Cantones, los kaqchikel de la Alcaldía Indígena de Sololá, las alcaldías indígenas de la región Ixil y tantas otras, han hecho visible a lo largo del tiempo y ahora, a inicios de octubre de 2023, que una de las claves para la lucha política de los pueblos es la organización comunal. En los siglos XIX y XX muchos municipios y aldeas mayas lograron mantener antiguos sistemas de autoridad comunitaria. En los últimos cincuenta años estas organizaciones se han renovado, algunas han desaparecido debido a la represión estatal, aunque otras han resurgido.

Desde los años de 1960, en la región kaqchikel, las alcaldías comunales han sido aisladas y restringidas estrictamente al ámbito de la aldea, las autoridades locales mantienen cierto control sobre esas pequeñas comunidades, pero también están al servicio de las municipalidades, ahora en manos de alcaldes indígenas estrechamente confabulados con los partidos políticos.

Aunque en los años de 1970 muchos líderes intentaron construir una política comunal fuerte, esa lucha quedó destruida por el genocidio y por la llamada democratización que impuso un sistema de partidos políticos al servicio de las elites criollas y de los militares. La democratización no sirvió para fortalecer la organización comunal sino para destruirla a través de la creación de clientelas o instaurando políticas interculturales banales, que fueron dirigidos hacia los pueblos indígenas. Así fueron sometidas muchas comunidades mayas.

Pero también hay otra historia, a pesar de que el genocidio quiso devastar las comunidades desde sus raíces; buscó arrancar con fuego todo lo que implica la vida indígena, las comunidades no desaparecieron porque estas no están solamente en los lugares, sino también en la memoria de las personas, de las familias y de todo qawinaq.

Después de las masacres, la vida comunal, poco a poco empezó a resurgir a través del trabajo, la reconstrucción de los lugares, mientras se sembraba otra vez el maíz; en tanto que la gente buscaba cómo ganarse la vida, por medio de la celebración de las fiestas, la ayuda y la consolación a los necesitados en momentos difíciles o recordando a los antepasados. Al buscar la reconstrucción del mundo que había sido arrasado, los líderes mayas también definían una política y muchas maneras de enfrentar a sus adversarios racistas, explotadores, genocidas, colonialistas.

Al levantarse en protesta, 48 Cantones y los alcaldes comunales del occidente k’iche’ y kaqchikel, han mostrado que la organización comunal que ellos han construido es una fuerza posible para exigir y dirigir la transformación del país. El camino allanado por los líderes indígenas de Totonicapán y Sololá ha mostrado a otras aldeas y a las cabeceras municipales que urge recuperar la política comunal y que es importante implementar nuevas formas de organización para acumular fuerza en el campo político guatemalteco.

48 Cantones y la Alcaldía Indígena de Sololá, en este sentido, enseñan al resto de municipios y aldeas indígenas, así como a los sectores populares de las ciudades que las estructuras políticas comunal permanente e independientes son alternativas viables en la vida social y política. Es más, la lucha política misma, en el terreno, abre las posibilidades para usar la experiencia comunal y para construir nuevas formas de relacionamiento que ya no dependan de la burocracia y los marcos establecidos por las elites que gobiernan.

La construcción de nuevas formas de relacionamiento en la lucha es real; aunque se produce levemente, surge. La solidaridad comunal se ha activado durante una semana, en los diferentes lugares, con el fin de apoyar la acción política. Mientras se permanece en los plantones en las carreteras, uno puede ver la solidaridad comunal fluyendo constantemente mediante grupos que ofrecen comida a los manifestantes, brindando apoyo en la logística, produciendo discursos para animar a los asistentes, apoyando a los líderes con cotz’ij (celebraciones espirituales mayas), oraciones cristianas, ropa, con vitaminas para fortalecer el cuerpo de los que ya están cansados. También se observa la acción de los jóvenes que usan la tecnología para difundir el desarrollo de las luchas en cada lugar y durante cada día.

De repente, mientras los líderes conversan sobre la situación, por momentos resurgen ideas sobre autoabastecimiento sin el control de la burocracia estatal. Algunos agricultores de Patzicía, por ejemplo, ya hablan de proveer de alimentos a las comunidades del occidente para que no se queden sin verduras o lo indispensable para comer. La lucha enciende nuevas ideas, distintas prácticas de solidaridad, nuevas maneras de relacionarse; para todo esto la gente necesita organizarse y lo hace.

Junto a estas acciones también se nota otro hecho: ahora los alcaldes indígenas salientes o los recientemente electos a través de los partidos políticos están callados, los diputados departamentales están mudos, el sistema está siendo cuestionado y ellos no tienen canales para hablar o inventar discursos sobre representación, desarrollo, cambio o para hacer promesas a una población con hambre. Durante una semana, las comunidades y sus liderazgos son las que han tomado el control político en las cabeceras municipales y movilizan grandes cantidades de personas, usan su historia, sus conocimientos, su rabia y su memoria para pedir que el sistema empiece a cambiar, por lo menos con la renuncia de los funcionarios identificados como la cara más visible y horrenda de la opresión.

48 Cantones y la Alcaldía Indígena de Sololá muestran que la política comunal es una opción para los mayas y para los guatemaltecos de los sectores populares. Es más, con su lucha, no solamente vinculan políticamente a los mayas del país, ellos también muestran que su historia y su fuerza, simbólica y real, está conectada con las luchas de las comunidades zapatistas en Chiapas, con los mapuches en Chile, con kichwas y aymaras o con todos los indígenas de Mesoamérica y Abya Yala que también han peleado frente a las elites criollas que gobiernan los Estados coloniales desde el siglo XIX hasta la actualidad.

Los líderes y las comunidades indígenas del occidente de Guatemala hablan sobre democracia, sobre corrupción, exigen la renuncia de burócratas al servicio de las elites que oprimen. En este sentido, desde la voz indígena la transformación del Estado guatemalteco no surge como una experiencia alrededor de instituciones estatales, de partidos políticos, de alianzas entre elites o al alrededor de conceptos liberales o republicanos desgastados.

La fuerza surge de la vida y organización comunal, de la vinculación entre comunidades, de la alianza con los sectores populares de las ciudades. Por una semana ya, la voz de las comunidades se escucha y resuena en todas partes. Aunque las comunidades se enfrentan a enemigos peligrosos, tienen el valor para desafiarlos porque sueñan con alcanzar nuevos caminos, nuevas rutas para la vida, caminos buenos y blancos (los caminos construidos por los mayas antes de la llegada de los invasores) en una larga jornada que empezó hace 500 años.

* Kaqchikel, reside en la comunidad de Patzicía, Guatemala. Doctor en antropología social. La investigación sobre historia de comunidades ha sido su línea de trabajo más general aunque también ha escrito sobre el movimiento maya. Ha realizado trabajo de campo y de archivo en los municipios del altiplano central y en el occidente de Guatemala. Su interés en la investigación está centrado en la definición de otras lecturas sobre la memoria e historia de las comunidades kaqchikel y en reconocer los mecanismos por medio de los cuales se estructuran las relaciones coloniales sobre diferentes grupos, en distintos lugares, espacios y tiempos.

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