Créditos: Joel Solano
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Hace 42 años que una madre perdió a sus hijos porque las balas disparadas por el Ejército fueron más rápidas que ellos. La tristeza aún invade a doña Antonia Elías, quien vio cómo una bala atravesó a su hijo de un año y lo desprendió de sus brazos en una comunidad de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango.

Por Francisco Simón y Joel Solano

En 1971 Antonia Elías esperaba el nacimiento de su hijo Isaías Catú. El niño nace sin ningún problema, juega, ríe y disfruta su infancia, pero el conflicto armado interno que vivió el país, lo alcanzó a él y a su familia, en 1981 cuando apenas tenía 9 años.

Casi 42 años han pasado desde la tragedia que golpeó a Antonia y a Isaías Catú Elías, al resto de su familia y la comunidad de Xenimajuyu, ubicada en Sácala las Lomas, del municipio de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango.

Foto de Joel Solano

Doña Antonia recuerda que ese día por la tarde todos estaban en el patio de su casa, compartiendo como familia. El lugar de tierra, con una casa construida con palos de caña y adobe era donde el pequeño Isaías daba sus primeros pasos. Su esposo había ido al campo a trabajar, como lo hacía siempre.

Lo que no supieron era que el Ejército lo había asesinado antes de llegar al campo, pero la tragedia familiar solo estaba comenzando.

Un grupo del Ejército “nos rodeó y empezaron a disparar. Solo escuchábamos el sonido de los camiones y aviones que andaban sobre nosotros. Veíamos cómo caían las bombas a nuestro lado”, describe doña Antonia.

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La mujer de origen maya Kaqchikel recuerda que salieron huyendo para ir al otro lado del río Bartiuc, pero entre el revuelo de la huida perdió de vista al pequeño Isaías; ella con su otro hijo, de un año y dos meses, escaparon con la compañía de su hermana que estaba embarazada.

En medio de la vegetación, mientras escapaba, sintió que su hijo cayó al suelo, el pequeño de un año quedó herido por un proyectil. Doña Antonia, ahora con 80 años, recuerda con tristeza que no pudo hacer más por su bebé, “él se quedó tirado en el suelo y mi hermana me jaló para seguir escapando, pero ya nunca lo volvimos a ver”, relató entre llanto.

Foto de Joel Solano

“En ese momento uno no siente nada, solo se escuchaban los disparos como silbidos y cómo van pasando al lado de uno. Lo que quedaba era ver cómo sobrevivir y poderse salvar de la masacre que estábamos viviendo, sin saber a dónde ir y qué hacer”, recordó Antonia.

La mujer también explica: “si estamos adentro de nuestras casas nos mataban, si estamos afuera igual, ya no podíamos irnos ni para Comalapa, ni a San Martín. No había qué comer, no se podía sembrar. Nos tenían como querían. Prácticamente ya no había vida, en ningún lado porque había judiciales en todos lados”.

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La suerte del pequeño Isaías también fue trágica, ya que al separarse de la familia mientras huían, intentó esconderse sobre un palo de jocotes, pero lo encontraron.

Doña Antonia cuenta que el niño solo pensaba en reír y jugar, tenía sueños y anhelos que se quedaron solo en recuerdos, porque cuando los militares lo encontraron lo asesinaron.

Para Antonia la muerte de su hijo fue una injusticia, porque él no había cometido ningún delito, lo mataron por pura maldad del Ejército, exclamó. Isaías fue enterrado por los propios militares atrás de la casa de su abuela, aunque de eso se enteraron mucho tiempo después.

Foto de Joel Solano
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Hace seis años, la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) exhumó el cuerpo de Isaías, pero después de eso tuvieron que esperar dos años más para que fuera identificado plenamente y pudiera tener digna sepultura, el pasado 29 de junio. A su otro hijo, doña Antonia, aún no lo encuentra.

Ella y su esposo tuvieron cincos hijos, dos eran niños cuando fueron asesinados por el Ejército de Guatemala. Y tres sobrevivieron.

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Sin embargo, la historia de la familia Catú Elías no es la única tragedia, ya que en el lugar la Asociación de Familiares de Víctimas (ASOCANIL) ha recibido alrededor de 100 denuncias de personas desaparecidas durante el conflicto armado, 50 cuerpos de personas menores de edad ya fueron identificadas y entregados a sus familias.

Foto de Joel Solano
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