Las firmas y la democracia

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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 3 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

El tema de las firmas se convirtió en un asunto de “seguridad nacional”, si se hace caso a los “argumentos” de una serie de funcionarios delirantes que viven fuera del país real y de su evolución reciente. Por ello una supuesta falla en las firmas del partido Semilla se convirtió en el argumento clave para decir, de manera altisonante, hay ilegalidad y por ello Semilla debe desaparecer. Incluso llegaron a la desfachatez de presentar las supuestas firmas falsas al secretario de la OEA en su visita anterior a nuestro país.

Aunque si una persona sabe de lo que contiene la ley electoral y departidos, y además sabe o conoce del mecanismo que forma parte de las funciones del registro de ciudadanos, pues el tema es fácil de entender. Las firmas se presentan por el partido que quiere inscribirse, y una instancia del TSE, que revisa hoja por hoja y luego, inscribe al partido o pide más firmas. Punto. En ello no tiene que ver el MP. No le toca. Además, en periodo electoral, el TSE es la máxima autoridad del país y por ello, todas las otras no pueden actuar sobre el tribunal electoral. Si lo hacen es violar la constitución. Así de fácil.

Pero como no existe acción sin reacción, resulta que la sociedad guatemalteca ante la persistente y perversa intención de dejar fuera de todo al partido Semilla, respondió como se debe hacer, o sea, subiendo las apuestas. Por ello, hace unos pocos días, ciudadanos se presentaron al MP con fajos de hojas con firmas para decir, si firmas quieren firmas hay. Y dijeron, con 100,000 firmas, pedimos que renuncia la fiscal. Es por ello que se ha tratado de decir que es un tema de seguridad nacional cuanto es solo un asunto d moral pública, de legitimidad democrática, pues un funcionario al cual le presentan cien mil firmas, pus debe presentar su renuncia de inmediato.

Recordemos que con 5 mil firmas se puede presentar una iniciativa de ley ante el congreso de la República, con 25 mil se puede inscribir un partido político y ahora sabemos que con cien mil se puede pedir, con mucha solvencia y legitimidad, la renuncia de algún funcionario público, en este caso a la fiscal general del país o el presidente de la república. Pues en algo debemos coincidir: un funcionario lo es mientras tiene legitimidad para ejercer en el cargo. Al perder legitimidad no tiene sentido que se aferre al mismo, ya no puede, ya está fuera.

Con las firmas para pedir la renuncia no podría el fiscal innombrable, pretender que son falsas, que están duplicadas, que demandan de los expertos grafólogos del INACIF para que se puedan aceptar, aun sin el filtro último de la fiscalía innombrable. Pero eso sería provocar que se pueda plantear que con cien mil no es suficiente, pues habría que agregar otros cien mil. Y con ello lo único que se tendría es la certeza que los funcionarios en contra de los cuales se piden las firmas, no tienen el menor asomo de legitimidad para ejercer en el cargo y deben renunciar. Pero ya. Y no solo ellos. Es un tema de correlación de fuerzas.

Es un asunto que tiene que ver con el corazón de la democracia. Se puede ganar una elección, pero y aquí está el detalle, deben ganar legitimidad día a día, pues de lo contrario esta se pierde y llegamos a situaciones como la de Pérez Molina o de Jimmy Morales que corriendo tuvo que ir a refugiarse en el PARLACEN. Por ello la idea de la alternabilidad. Y por eso la necesidad de hacer buen gobierno de tal forma que, llegado el caso, pueda existir continuidad de una propuesta política o en donde exista, se pueda pasar a la reelección, como en el caso de los EEUU, Francia, y otros países que contemplan la reelección por dos periodos, pero eso sí y solo si, se ha hecho buen gobierno.

El punto es que, al momento de escribir esta columna, hay en el MP la duda sobre unas pocas firmas que tienen atormentado a un fiscal innombrable, mientras que en la sociedad democrática que quiere cambios, hay unas 100,000 que piden la renuncia de no pocos funcionarios. Escoge tú, que canto yo. Como cuenta la historia urbana, que un cantante le dijo a otro en un concurso.

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