Por Jesus González Pazos
Hace tiempo que en la vieja Europa las noticias sobre América Latina son interesadas, esporádicas y sin análisis sobre los nuevos tiempos que allí se construyen. Sin embargo, en este agosto de 2023 se vuelve a mostrar la ebullición de todo un continente. Solo hay que querer ver. Cierto que no es lo que el sistema quisiera y por eso élites y medios de comunicación aliados tratan permanentemente de imponer otras visiones de esa realidad: una tierra anclada en el atraso, subdesarrollada, en la que siguen reinando solo tiranías, corrupción y pobreza extrema. Pero, aunque todo eso, por desgracia, esté muy presente, hay otra América Latina que se levanta con fuerza una y otra vez tras cada caída y que busca construir otro continente.
En agosto hubo elecciones primarias en Argentina y el primer puesto lo obtuvo un hombre que se presenta como anarcocapitalista y liberal. Lo cierto es que Javier Milei no representa –lo decimos por si alguien estuviera tentado a señalarlo así- a esa otra América Latina. Este no es sino el representante ultra de los modelos más recalcitrantes que últimamente ganan protagonismo en el escenario internacional. Sus postulados básicos de eliminación del Estado, recorte de todo el gasto público en sanidad y educación, etc. no son sino la receta ultraliberal de siempre. Se puede decir que no es sino una vuelta de tuerca más a los planteamientos de Trump, Bolsonaro, Meloni, Abascal y otros que, aunque no lo dicen abiertamente, tratan con sus decisiones de políticas económicas de ponerlos en práctica. Por eso Milei sigue siendo el viejo continente.
Por el contrario, la otra América Latina resurge en las elecciones más recientes de Ecuador y Guatemala. En las mismas se imponen las opciones más progresistas, aquellas que pretenden, entre otras medidas, una mayor redistribución de la riqueza, aumentar la presencia y responsabilidad del Estado en la mejora de las condiciones de vida de las mayorías, o imponer condiciones a los mercados y a los beneficios ingentes de oligarquías y transnacionales y no que unas y otras dicten sus condiciones en función exclusiva a sus intereses.
En Ecuador las elecciones han sido de primera vuelta y la segunda se realizará en octubre. Se dilucidará entonces la opción por retomar caminos que ya fueron hace años de progresismo o, mantenerse en la vía sin salida del modelo de corrupción que está hundiendo a la sociedad ecuatoriana, entre otros, en índices imposibles de violencia, provocada especialmente por el narcotráfico con oscuros lazos en sectores políticos y económicos tradicionales.
Pero un hecho, quizá más importante que las mismas primarias, es que en estas pasadas elecciones se realizaban dos consultas para proteger, o no, la selva amazónica y el chocó andino de los acelerados procesos extractivistas que están destruyendo inmensos territorios de selva y bosque. Ecuador ya marcó tendencia cuando la última constitución (2008) recogió, por primera vez en el mundo, que la Naturaleza es sujeta de derechos. Ahora, este país muestra que los pueblos pueden y deben ser consultados ante la disyuntiva de dar protección real a la naturaleza o mantener políticas extractivistas de destrucción y expolio. La mayoría de la población de Ecuador se ha pronunciado por mantener minerales y petróleo bajo tierra y que la Naturaleza puede ejercer su derecho a vivir, aportando así con medidas reales a frenar la crisis climática mundial, más allá de discursos y declaraciones, tan prolijas en otras esferas internacionales, pero que no llevan a nada mientras la crisis se profundiza.
Por otra parte, el presidente de México declaraba al día siguiente de las elecciones en Guatemala, que “fue una cosa extraordinaria (…) algo que merecía el pueblo guatemalteco después de muchos años de sufrimiento”. Es la primera vez en los últimos 70 años, después de sufrir brutales y sanguinarios golpes de Estado, 36 años de conflicto armado y los últimos 30 de imposición de medidas neoliberales que han empobrecido al país hasta colocarlo entre los de mayor índice pobreza del continente, que la izquierda alcanza el gobierno. La política y economía del país en los últimos años han estado al servicio del conocido como “pacto de corruptos”. Este implica desde las estructuras policiales hasta el poder judicial, pasando por la práctica totalidad de la oligarquía y de la clase política tradicional y, recientemente, las empresas transnacionales que se benefician de un sistema hecho a la medida de sus demandas. Dicho sistema de corrupción generalizado, se ha citado muchas veces, permite manejar el país como si de una finca se tratara, libre para la explotación desaforada de sus recursos y donde a la mayoría de la población se la considera poco más que servidumbre en función de los intereses de quienes se enriquecen a costa de la finca.
En suma, Ecuador toma medidas efectivas y ejemplares contra la crisis climática y el extractivismo sin sentido; Guatemala gira hacia la izquierda y suma nuevos retos hacia cambios profundos en Centroamérica que se suma y empujará las políticas en este sentido de países como México y Honduras; Colombia avanza hacia la paz y se convierte en un referente en la defensa de la naturaleza y de la vida digna de las personas (Colombia potencia de Vida); Brasil es un centro económico de primer orden, ya no solo en el marco continental, sino a nivel mundial y empuja por un nuevo orden multipolar en el planeta. Así, América Latina ya no puede seguir siendo considerada como el continente invisible y prejuzgada como menor de edad a la que se pueden imponer las viejas políticas dominantes desde Europa o Estados Unidos. Hay otra América Latina que ahora, nuevamente, resurge con fuerza y que ya está marcando un nuevo tiempo para el continente y el planeta.
Jesus González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe
2023/08/22