El artista rompió un récord mundial de Guinness al pasar más de tres días seguidos dibujando 31 piezas artísticas. Superó por 3 horas, al ganador anterior, Hariom Kumar Singh, de India, quién en 2017 completo 712 caricaturas en 77 horas.
Por Lucía Escobar
Fotos de Juan Esteban Calderón
El pasado viernes 4 de agosto a las 10:30 de la noche aproximadamente, en la zona 1 de la ciudad de Quetzaltenango, frente a la sede del museo y galería Lands era una fiesta. Ametralladoras, bombas de iglesia, gente contando al revés, 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1. Y algarabía.
La razón fue que el artista quetzalteco José Molina Salazar rompió un récord mundial de Guinness al pasar más de tres días seguidos dibujando 31 piezas artísticas. Superó por 3 horas, al ganador anterior, Hariom Kumar Singh, de India, quién en 2017 completo 712 caricaturas en 77 horas.
Por cada hora trabajada, el artista podía descansar a penas cinco minutos y además debía estar supervisado por un médico.
“Lo más difícil fue darme cuenta de que ya el segundo día, la privación del sueño me estaba afectando a la percepción. Comencé a tener algunas alucinaciones que no quise reportarle al doctor porque me habría dicho que parara. Las últimas cuatro horas fueron las más difíciles, en donde no solo tenía alucinaciones sino que me estaba desmayando del calor. Y la gente que estaba trabajando conmigo decidió desalojar el local y ponerme un ventilador, eso me ayudó mucho”, comentó el artista vía WhatsApp, luego de descansar durante dos días seguidos.
Para el artista Molina Salazar, reconocido por ser un experto en técnicas de dibujo chinas, esta acción contiene una crítica implícita al mundo del arte y cómo es que la población en general percibe su función y cómo el marketing interviene en toda la percepción.
“Mi intención principal era hacer un performance para demostrar la forma en que el artista es tomado como un trabajador de segunda categoría y realmente dar a conocer todo el trabajo que se necesita para poder producir una obra de arte”, comentó el artista graduado de la escuela Humberto Garavito, quién disfrutaba ver a la gente trabajadora de bancos y comercios que llegaban a verlo antes y después del trabajo. Mientras el seguía y seguía pintando sin parar.
“Fue muy conmovedor, no tengo palabras para decir lo genial que se siente y lo tonto que me sentí, dado que siempre he subestimado el poder de la energía proyectada de las personas”, dijo el pintor, quién durante la maratón del dibujo completo 31 postales realizadas en la técnica japonesa Sumi-e, que consiste en realizar paisajes de manera espontánea.