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Créditos: Prensa Comunitaria
Tiempo de lectura: 5 minutos

Por Miguel Ángel Sandoval

Llama la atención el discurso (facilón hay que decir) de que las medidas que toma el presidente salvadoreño son propias de una dictadura tropical, con un largo etcétera, en donde se mezclan sin mucha coherencia, argumentos a veces disparatados, buenos para otras realidades y procesos.  Como si fuera un discurso aprendido, con la idea que el poder del presidente es mucho, que las medidas que toma son autoritarias, y por ahí sigue la perorata. Así los tres anuncios en el acto de cuarto informe son considerados como algo que solo fortalece una dictadura lo que se complementa con aquellas ideas sobre el poder absoluto y su relación con la corrupción. Veamos.

Como punto de partida hay que subrayar que el presidente ganó con amplia mayoría y democráticamente las elecciones. Que luego la mayoría de los diputados fueron votados igualmente de manera democrática. No hay vuelta de hoja y esto no se puede desconocer, si se es medianamente objetivo.  Y si eso fuera poco, tiene de forma clara, un 80-90 de aceptación o apoyo ciudadano. Ello es reconocido a nivel continental. Es el líder en sondeos, entre los cuales, el de latino barómetro.

A continuación, un hecho que en política y democracia es fundamental: la mayoría ganada en las urnas, otorga el derecho legítimo a gobernar y que el poder gobernar se ejerce. Pues no sería correcto pensar que una mayoría absoluta tenga que contar con aprobación cotidiana o con la aprobación de los afectados. Es la lógica del poder. Pero habría que pensar de forma concreta en lo que a la fecha ha impulsado Bukele como políticas de gobierno y luego intentar algunas reflexiones.

Adelanto alguna de ellas. Nada de lo que ocurra en El Salvador nos es ajeno. Desde el origen, como repúblicas, hay demasiadas cosas en común. Sin hablar de las luchas entre liberales y conservadores del siglo XIX, o en los años 40 del siglo pasado, los procesos revolucionarios en la región, con cambios importantes. De manera más reciente, en los años 60, el Mer común, y todavía más reciente, la firma de los tratados de libre comercio. Sin mencionar la época de las guerras civiles los años 70,80,90. Es demasiado el intercambio para no ver las influencias entre uno y otro país.

En lo personal, lo primero que llamo poderosamente la atención fue la forma de atender la pandemia del Covid. A nivel centroamericano se puede afirmar que tuvo el mejor manejo. Superior a Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica. Reconocer esta realidad es el primer elemento o que permite valorar el buen trabajo del gobierno de Bukele.  En ese contexto, la construcción de un super hospital, que quizás no sea tan super, pero si es mucho mejor que la mediocre gestión realizada en materia hospitalaria en la región centroamericana. Ni hablar de un ministro nombrado en nuestro país, luego del fracaso al frente de salud, para construir unos 7-8 hospitales y a la fecha nada.

En el terreno educativo, la dotación de Tablet a muchachos en las escuelas de primaria y diversificado, es de elogiarse. Aquí no pasamos de unas cuantas donadas por aquí o por allá, pero los estudiantes siguen lejos de la era digital. Nos guste o no. En ello El Salvador nos lleva la delantera. Y no basta con decir que es un país pequeño, sino lo que hay que señalar son los recursos enormes de nuestro país que se despilfarran por la vía de la corrupción que impiden hacer algo parecido a lo realizado en el país vecino, con éxito incuestionable.

En el campo de la infraestructura, pues mejor no insistir. Si aquí las mega obras brillan por su vulgaridad, En el país vecino la infraestructura vial nos lleva una enorme delantera. Viajeros dicen que solo pasar la frontera y las carreteras mejoran para vergüenza de los guatemaltecos. Y hay otros temas que merecen destacarse.

Algunos temas controversiales. En este terreno está una relación complicada con los medios de comunicación, y acaso con alguno en particular. Pero no parece que tengan la dimensión que se conoce en Nicaragua o en Guatemala. Que hay roces, pues es normal en la medida que los cambios y las medidas de gobierno afectan intereses de lo más diverso. Pero con todo lo complejo que pueda ser, no alcanza para acusar de dictador a un gobierno que con mucho lo hace mejor que sus pares en la región. Y, subrayo, con enorme y real apoyo popular.

El tratamiento a las pandillas, que para muchos es la mejor manera de enfrentar a las mismas, tiene unos cuantos detractores por el tema de los derechos humanos. Se discute, incluso con pasión, que a los mareros se les violan sus derechos y en ocasiones, se hacen largas intervenciones en esa dirección. Lo cierto del caso, es que hay en El Salvador, una disminución radical de las extorsiones y, sobre todo, los homicidios disminuyeron a cero. Y esto es un logro que deberíamos festejar desde aquí.

Hoy, en las calles de El Salvador, la gente anda por tranquila, con seguridad, sin temor a los asaltos, y sin extorsiones. Incluso en horas de la noche. Es algo que aquí nos provoca envidia de la buena, pues hoy en Guatemala, salir de noche es impensable, de la misma manera que vivir con tranquilidad en los barrios o zonas de la capital, por el alto nivel de delincuencia, asociado o no a las pandillas. Pero hay que admitir que no existe la tranquilidad que hay en El Salvador.

En ocasiones se insiste, sobre el hecho que hay un estado de excepción que dura ya casi un año. Y en verdad, es algo que debería de plantearse, discutirse, y, de hecho, merece ser analizado, pero no puede en ningún caso, obviar que la sociedad salvadoreña, ha conseguido vivir con esas limitaciones, que en realidad se han potenciado para impedir hechos delictivos. Y junto con ello se dice mucho sobre la idea de reelección del presidente, lo cual no existía en ese país y vía una reforma constitucional se establece y con ello se abre la puerta a la reelección como en cualquier país democrático que tenga esta figura. EEUU, Brasil, Francia, etc.

Y para ir concluyendo esta primera nota sobre el gobierno de Nayib Bukele, en el cuarto informe de gobierno, plantea una reforma del estado que en verdad nos haría falta en este horrible país, como decía el poeta, pues a juicio de observadores imparciales, es una vía que nos puede llevar a disminuir la corrupción sistémica. Solo pensemos en lo que podría significar para la fuente de la corrupción que hay en el listado geográfico de obras, o en la disminución del número de diputados, y no parece que haya argumentos de fondo para defender lo que existe como la expresión de la democracia que funciona y sirve a los más altos intereses nacionales.

Luego de la batida contra las pandillas, ahora inicia el combate a la corrupción de cuello blanco, y lo hace con uno de los símbolos de la corrupción de ese tipo: el expresidente Cristiani. Pero más que corrupción, en el caso de Cristiani hay la acusación de ser quien autorizo la matanza de los jesuitas de la Universidad Centroamericana de ese país. Al dar su cuarto informe de gobierno dio el anuncio de dar inicio a la lucha frontal contra la corrupción dirigida quienes han desfalcado al estado y al país, y con el aviso de construir una cárcel para los corruptos, el presidente salvadoreño, se coloca a la vanguardia centroamericana.

 

 

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