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Créditos: Juan José Guillén / Prensa Comunitaria.
Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Este crimen del Estado fue cometido el 29 de mayo de 1978 contra cientos de hombres y mujeres maya Q’eqchi’, que reclamaban al alcalde municipal de Panzós el derecho a sus tierras que habían sido apropiadas por unos terratenientes. Han pasado 45 años y la justicia para las victimas y sobrevivientes va a paso lento.

Por Francisco Simón Francisco*

Eran alrededor de las nueve de la mañana del 29 de mayo de 1978, cuando cientos de mujeres y campesinos se concentraron en la plaza de Panzós, ubicado en Alta Verapaz, para demandar al alcalde municipal, Walter Overdick García el acceso a sus tierras que estaban en manos de terratenientes. Sin embargo, fueron atacados a balazos por el Ejército de Guatemala. Ese día, alrededor de cien personas entre mujeres, hombres y menores de edad, perdieron la vida. Y decenas huyeron para salvaguardarse.

En ese entonces, Adelina Caal Maquín, más conocida como Mamá Maquín por su liderazgo en defensa de la tierra del pueblo Q’eqchi’ también murió en manos de soldados que eran dirigidos por el militar y presidente, Kjell Eugenio Laugerud García.

En el marco de los 45 años de ese crimen de Estado contra la población indígena de Alta Verapaz, hoy, familiares de las víctimas y sobrevivientes salieron a las calles para conmemorar la historia más cruenta que vivieron en esa región del Valle de Polochic.

Foto: Daniel Caal

Los familiares de las víctimas iniciaron la caminata en la aldea Soledad, -un lugar familiarizado con la masacre-, porque fue esa tierra sobre la cual reclamaban sus derechos de propiedad.  El recorrido culminó con varias actividades en el parque central del municipio de Panzós.

A la marcha, que comenzó a las nueve de la mañana, se fueron sumando más personas procedentes de distintas comunidades del municipio. Xyuwa’ Ch’och’ y Na’ Ch’och’, un grupo de autoridades ancestrales de Alta Verapaz se unió a la caminata para acompañar a los sobrevivientes y recordar la memoria de los masacrados, además de exigir justicia por este crimen.

Foto: Daniel Caal

Durante el recorrido se destacaron varias consignas:

“Arrancaron nuestros frutos, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestro tronco, pero no pudieron matar nuestras raíces”, decía una manta que portaban dos abuelas sobrevivientes.

Foto: Daniel Caal

También recordaron la memoria de Mamá Maquín, quien lideró la lucha de mujeres y campesinos por el reclamo de sus tierras en 1978.

Foto: Daniel Caal

“Las mujeres y hombres sobrevivientes de la masacre de Panzós desde hace 45 años seguimos conmemorando otro 29 de mayo”, es otra de las consignas que destacaron.

Foto: Daniel Caal

En el parque central, la actividad culminó con una ceremonia para pedir protección por las comunidades en resistencia contra el monocultivo y minería en territorio Q’eqchi’. También por dirigentes comunitarios criminalizados.

Las abuelas de Sepur Zarco, que fueron víctimas del conflicto armado en El Estor, Izabal, también se hicieron presentes en la actividad por la masacre de Panzós.

En el parque central se colocó el mural llamado “k’anjelaqo sa’ komonil”, que traducido al español significa “trabajemos en colectividad”, para recordar la memoria de las personas masacradas.

Foto: Juan Bautista

¿Por qué ocurrió la masacre?

A partir de la Reforma Agraria, impulsada por el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán, los campesinos Q’eqchi’ iniciaron su lucha por la propiedad de la tierra. Alrededor de 1964, comunidades asentadas en la orilla del Polochic se organizaron para reclamar títulos de propiedad al Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA), sin embargo, estas tierras fueron adjudicadas a Flavio Monzón, quien fue alcalde municipal de Panzós en 1954 y que controló el poder municipal hasta los años 70. Con el tiempo se convirtió en uno de los más grandes terratenientes de la zona.

En 1978 aumentó la capacidad organizativa de las y los campesinos en torno al reclamo de sus tierras. El 29 de mayo de 1978, cientos de niñas, niños, mujeres y hombres cargando sus instrumentos de labranza pedían aclarar la situación de las tierras y querían hablar con el alcalde, Walter Overdick, quien estaba reunido con funcionarios municipales en la sede de la municipalidad, resguardada por miembros del Ejército, armados con ametralladoras.

Según lo publicado por la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), también había soldados en el techo del edificio, en el techo de la Iglesia y sobre el salón municipal. De acuerdo con el testimonio de una persona, un soldado que estuvo en la plaza afirmó “si tierras quieren, la van a tener, pero en el camposanto”.

Hay varias versiones de cómo inició el tiroteo, según la Comisión. Unas personas indicaron que comenzó cuando “Mamá Maquín” empujó a un soldado que le impedía el paso y otros afirman que fue debido a que la gente empujaba tratando de ingresar a la municipalidad. El teniente que dirigía la tropa dio las órdenes de disparar.

Muchas de las personas que huyeron del lugar de los hechos se refugiaron en la aldea Soledad y otros malheridos murieron en la huida y sus cuerpos fueron encontrados en el río Polochic.

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La justicia no avanza y va a paso lento

Al menos 53 personas murieron en ese hecho, que terminó con la lucha de las y los campesinos, aunque algunos testimonios de sobrevivientes indican que fueron cientos.

En 1997, durante la exhumación realizada por la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) en Panzós se recuperaron 34 osamentas.

Han pasado 45 años de ese día y el 16 de noviembre de 2022, en el Juzgado de Mayor Riesgo “A”, la jueza Claudette Domínguez escuchó las declaraciones testimoniales en anticipo de prueba de cuatro personas sobrevivientes de dicha masacre: Martina Cuc, de 75 años; Candelaria Ba, de 82; Abelino Maquín Caal, de 79; y Lorenzo Choc.

Desde entonces el caso ha quedado en la impunidad. Hasta la fecha no existe otro registro de cómo avanzó el proceso.

El abogado Santiago Choc, que representa al querellante, la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Guatemala (FAMDEGUA), dijo en ese entonces que estas declaraciones se dieron debido a la avanzada edad de los testigos que también están enfermos. Como aún no hay fecha para realizar un juicio se realizó la audiencia, para que los sobrevivientes no se queden sin ser escuchados.

Los cuatro testigos nunca antes habían sido escuchados por un juez competente y si bien hay otras personas sobrevivientes de la masacre, por su estado de salud y avanzada edad hay temor de que se pueda perder sus declaraciones si no se les escucha, indicó el abogado.

Para el abogado Choc, si bien el motivo de la masacre fue el reclamo de tierras, no fue la causa. “La causa siempre ha sido el tema del racismo, la discriminación, inicialmente este caso se enfocó como genocidio, pero eso se discute, no hay ningún plan del MP (Ministerio Público) donde diga si fue por tierra o asesinatos”, expresó.

Martina Cuc fue la primera sobreviviente en pasar al estrado para dar su testimonio, el cual se realizó en la ciudad de Cobán, Alta Verapaz. Con apoyo de un intérprete manifestó que recordar lo que ha vivido le da tristeza. Doña Martina dijo que este hecho se debe a que ellos pedían tierra para poder vivir, ya que no tenían donde residir, “pero no nos comprendieron”.

Cuc aseveró que un señor conocido como “Canche” Asij, en referencia al comisionado militar Heriberto Valdés Asij, llegó al barrio San Juan, donde ella vivía, y fue quien les dijo que tenían que ir a la plaza y llevarle documentos personales.

Valdés Asij fue jefe de los comisionados militares en Panzós, que fue condenado en 2016 en otro caso, el de Sepur Zarco, por asesinato, desaparición forzada y delitos contra los deberes de humanidad. Su nombre fue mencionado varias veces por los testigos.

Los vecinos del barrio San Juan, donde Martina vivía, se dirigieron al centro de Panzós, hacia la municipalidad, que estaba cerrada, alrededor de las 10 de la mañana. Según su relato, había muchas personas en el parque central. “Yo estaba en la parte de atrás, pero mi esposo (Antonio Sub) estaba enfrente y ahí fue donde regó su sangre”. De su esposo pudo identificar sus restos por su pantalón y su playera cuando fue exhumado.

Abelino Maquín Caal, de 79 años, fue el tercer testigo en declarar. Su testimonio fue claro. Él indico que lo que pasó se debió a su demanda de tierra. Las familias de Panzós tuvieron un acercamiento con el alcalde de la municipalidad quien los citó de manera verbal para acudir a la comuna.

Él residía en el barrio La Soledad y con otras personas de ese lugar aceptaron acudir. Además, lo acompañan Adelina Caal, su madre, y su hijo Luis Maquín, que en ese entonces tenía 7 años. Él contó que nunca pensaron que iba a ocurrir la matanza. Cuando llegaron, la municipalidad estaba cerrada.

Los campesinos comenzaron a tocar la puerta y reclamaron a las autoridades por el cierre ya que los habían citado para gestionar un terreno que ya habían acordado.

“Unos compañeros preguntaron: ¿por qué nos reciben de esta forma? ¿Cuál es el objetivo de este hecho si usted nos llamó para recibir el documento del terreno? Le dijimos”, recordó Caal.

Los campesinos comenzaron a preguntar al alcalde qué pretendían hacer o si simplemente los habían engañado, mientras las autoridades negaban con la cabeza.

Después de eso, escuchó algunos disparos. Su mamá que lo acompañaba fue alcanzada por las balas. Él se hizo para atrás y luego salió corriendo con su hijo.

Al igual que Martina Cuc, él vio a militares en el techo de la municipalidad.

Al huir hacía a la orilla de un río escuchó que le estaban disparando. Luego llegó a un potrero donde se pusieron a salvo. Ese día caminaron y durmieron en el monte, los zancudos les picaban, sus zapatos se despegaron por el lodo y sus pies se lastimaron con espinas.

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*Esta nota fue construida con información de Regina Pérez, Daniel Caal y Juan Bautista

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