Encuentro, en Tortilla Flat, de John Steinbeck, uno de los mejores cantos a la amistad. Protagonistas del relato son los habitantes del Llano de la Tortilla, un barrio de Monterey, California, cuyos orígenes son “hispánicos, indios, mexicanos y de varias razas caucásicas” y que por ese motivo son llamados “paisanos”. Hay una descripción placentera de los efectos del vino, al principio, en cuanto los paisanos repudian la desdeñable costumbre del trabajo, y viven al día, más aficionados al vino que a la comida, y más aficionados a los galones que a los litros. Me permito citar, sin el permiso académico correspondiente, a mi prestigioso amigo Roque: “No hay que beber ni un trago antes de mediodía. Después de mediodía, no un trago, sino dos, y mejor si tres”. Menos morigerados, los paisanos de Steinbeck lo primero que buscan, al despertar, es un buen galón de vino. Y generalmente lo encuentran. De allí que el narrador describa los efectos del vino, según este disminuye en la botella: “Dos dedos bajo el cuello de la primera botella, conversación concentrada; dos dedos más abajo, felicidad de dulces recuerdos; tres dedos más, nostalgias de viejos amores felices; un dedo más abajo: nostalgia de amores infelices; fondo de la botella: tristeza general. Segunda botella: dos dedos menos, negra desesperanza; dos dedos más abajo, canto de muerte; otros dos, canto de muerte y condenación. Y de aquí en adelante, pase lo que pasare, todo puede suceder”.
……..El protagonista, Danny, hereda dos casas. Visto que su mejor amigo no posee un techo, le alquila la segunda. La introducción de la economía en la dulce amistad empeora la relación, pues Pilon, el amigo, se angustia (relativamente) por no poder pagar jamás el alquiler, mientras Danny se recrimina por cobrar ese alquiler. En tanto, Pilon invita a otros amigos a vivir con él y ellos encuentran la solución del problema: por un descuido, la segunda casa se incendia hasta los cimientos. Pilon se quita un peso de encima: ya no tiene que pagar nada. Danny también: ya no tiene que cobrar. Fin de la historia: Danny acoge a Pilon y sus huéspedes en su única casa, en donde recomienza la búsqueda de la vida de ocio y vino que han llevado hasta ese momento.
……..En literatura, la amistad tiene momentos muy altos, y no son raras las parejas de amigos que vagan por los caminos, consolidando una sólida y afectuosa convivencia. Demás está decirlo, que aunque Don Quijote y Sancho sean amo y criado, prevalece en ellos un sentimiento de solidaridad, que hace de Sancho, al final de la novela, un personaje quijotesco, y de Don Quijote, un personaje sanchesco. Maravillosa es la relación entre Domingo Revolorio y Goyo Yic, en Hombres de maíz, quienes, como los personajes de Steinbeck, basan su amistad en un garrafón de guaro (“la lindura, la preciosura, la dichosura”, lo llama Asturias, a pesar de que ya era abstemio cuando escribió ese texto) que llevan a vender a Santa Cruz de las Cruces. La solidaridad de ambos termina en la cárcel y se consolida en la tremenda goma (la goma, el nombre lo dice, sella amistades) con que amanecen después de haberse bebido lo que debían vender.
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……..La amistad es compartir los mejores momentos de la vida. La frase anterior, que parece una banalidad abrumadora, se pone a prueba cuando algo excepcionalmente bueno sucede a una persona. Schopenhauer dice que nada enfada más a los amigos que el éxito. Un artista gana un premio, y sus amigos sostienen, de inmediato, que no lo merece. De inmediato y a sus espaldas. Con mayor elocuencia, evitan elegantemente la felicitación. No es la enfermedad ni la cárcel lo que ponen a prueba la amistad: es el éxito, la buena suerte, el suceso feliz. Solo un verdadero amigo se alegra de que te vaya bien. Cierto, brotan los falsos, aparecen por todas partes, y piden participar en la fiesta. El amigo fiel se alegra, te felicita, te abraza y con discreción, se aleja. No te pide una tajada.
……..Cuando Rafael Arévalo Martínez escribió su obra maestra, “El hombre que parecía un caballo”, se dio cuenta de inmediato que era un cuento genial. Se lo dio a leer a Porfirio Barba Jacob y también Barba Jacob reconoció la genialidad del relato. Pero como lo retrataba, le dijo a Arévalo: “Si usted lo publica, nuestra amistad se habrá terminado”. Arévalo le respondió con una máxima definitiva: “Si usted me pide eso, significa que nunca ha habido amistad”. Y publicó el cuento. Claro, la amistad terminó, o, como sabiamente había enunciado Arévalo, se reveló que nunca había existido.
……..Barba Jacob no pensó primero en el amigo; pensó primero en él mismo. No era un amigo. En el mismo relato está explicado por qué Barba Jacob (“El Señor de Aretal”) no podía tener amigos: era como los caballos, que conocen solo la camaradería e ignoran el amor. Dice el Cristo: “Dar la vida por los amigos”. Imagino que significa: “vivir intensamente la vida con los amigos”. No creo que haya una idea de muerte en esa frase, sino una idea de vida. Muchas veces, pienso en el verso de Rubén: “La vida es dura, amarga y pesa”. Y con frecuencia le doy razón. Pues esa vida dura y amarga es la que se comparte, la que se da a los amigos y se recibe de ellos. Pesada es la carga de los días que nos echamos a las espaldas cada vez que sale el sol. Saber que hay alguien que comparte esa carga de tiempo (“nacemos desahuciados” admite Cardenal) y ese camino hacia un abismo ignorado, alivio es, ligereza, consuelo y esperanza. Tal la amistad.
Publicado originalmente en Dante Liano blog.