Por Carla Perelló, periodista feminista argentina
Es difícil de decir, de escribir, incluso de entender: Diego Armando Maradona está muerto. Son días difíciles en Argentina, por lo que es posible que las próximas líneas no tengan mucha conexión entre ellas.
Era conocido por ser el mejor jugador de fútbol de la historia, sin embargo, significa mucho más que eso para nuestro país, para nuestra cultura y nuestra identidad. “Hizo felices a los pobres”, dijo un chico en una transmisión de TV el miércoles. Lo que, en otras palabras, también quiere decir que los pobres pueden hacer realidad sus sueños. Maradona es un héroe popular que siempre reivindicó el lugar donde se crió: Villa Fiorito, insignia de los barrios pobres en el Conurbano bonaerense.
Casi todo lo que Maradona hacía o decía tenía un mensaje implícito: el sur también existe, y los dos goles contra Inglaterra después de la Guerra de Malvinas durante la dictadura cívico-eclesiástica y militar fueron sólo el comienzo. Eduardo Galeano, escritor y periodista uruguayo, lo describió: “Fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. (…) La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero”.
Algunas personas piensan que él no merecía tres días de luto nacional, un velorio -masivo y popular, como lo fue-, o que su despedida fuera en la Casa Rosada. ¿Está el mundo luchando en este momento contra la pandemia de Covid-19? Algunxs de nostroxs nos olvidamos de eso hoy. Políticamente incorrecto. Maradona casi siempre estaba en el centro de la controversia por lo que decía o hacía. El periodismo estrella hurgaba en su vida y hacía un show de eso -y siguieron haciéndolo hasta en su muerte con drones que transmitían la ceremonia íntima de la familia en el cementerio-, era como la sangre para los vampiros.
Maradona es un espejo para nosotros -lxs seres humanxs de a pie-, la viva imagen de lo que cada quien puede reprocharse a sí mismx y el máximo logro alcanzado en la vida al mismo tiempo, es amor, a veces vergüenza, pasión, y también compasión por los que menos tienen. Sí, sabemos que era también el estereotipo de macho, todo un tema en el país donde el movimiento feminista, de mujeres y LGBTTTTI+ se ha convertido en el más emblemático actor social que podría en un instante cancelarlo para siempre -sabemos, unos días más tarde, todo el debate que generó-. Aún así, periodistas feministas, futbolistas y activistas feministas reconocieron tener a Maradona como ídolo.
¿La razón? En mi opinión, la mejor definición la dio Agostina Bianchihi, en 2019: “…Estoy acá, celebrando que haya algo, que haya alguien, que me que me haga sentir incómoda con mis convicciones, replantearme las cosas una vez más y tener contradicciones: parece que eso me hace sentir libre”. Es que, al final, de eso se trata Maradona-El Diego (para siempre): tener la posibilidad de sentirse libre y tener sueños, incluso si naciste en el barro.