Por Diego Petzey
Don Demetrio García, uno de los comunitarios, cuenta que durante la primera tormenta Eta la comunidad no fue afectada gravemente, pero en las comunidades cercanas como Monte Sinaí los efectos fueron graves. Calcula que un 50 por ciento de toda la siembra se perdió y lo que lograron rescatar fue utilizando canoas porque en un instante el nivel del agua creció más de dos metros.
Durante la llegada de la tormenta Iota el desbordamiento del río Usumacinta alcanzó niveles nunca antes vistos, quienes fundaron la comunidad hace 52 años confirman este hecho. Este desbordamiento inundó a varias comunidades.
El desbordamiento del río Usumacinta, durante Iota, el nivel del agua alcanzó más de 4 metros. Según lo narra García inundó a toda la comunidad, “abandonamos nuestras casas y nos fuimos a refugiar en los albergues que nosotros mismo habilitamos en el centro de salud, en la iglesia, un hospedaje; y una gran mayoría nos fuimos a refugiar en casa de familiares en otras comunidades cercanas.
“Después de que el nivel del agua disminuyó regresamos a ver cómo había quedado la comunidad, pero no sabíamos que sentir en ese momento: tristeza, lástima o miedo, cuando vimos todo el desastre nos encontramos con un sentimiento que ni podría nombrarlo. Todo quedó bajo el lodo”, relató Don Demetrio.
Durante el paso de la tormenta Iota quedaron incomunicados porque la única carretera que comunica a Santa Elena, Peten, quedó bajo el agua. Para movilizarse durante este tiempo usaron canoas.
Don Demetrio cuenta que durante la emergencia un grupo de jóvenes se organizó para ayudar a evacuar a las familias afectadas y trasladarlas a lugares altos donde el nivel del río no alcanzaba. Las familias se dispersaron en varios lugares, algunos se refugiaron en la comunidad Retalteco, la Lucha, el Esfuerzo, Betania, las Cruces y otros se fueron hasta Santa Elena.
Sin la organización comunitaria y la solidaridad que mostraron las personas de aldeas vecinas no sabrían ahora si siguieran con vida, relata Demetrio. Durante los días críticos las comunidades cercanas se turnaron cada día para proveer de alimentos a las personas damnificadas.
Instituciones como la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR) y el Ministerio de Agricultura Ganadería y Alimentación (MAGA) brindaron ayuda, pero fue poca. Don Demetrio dice que la ayuda del Gobierno debería de ser para temas como la alimentación, porque perdimos nuestros cultivos y tendríamos que esperar hasta la próxima temporada de siembras.
Otro de los daños que sufrió Bethel fue los daños en el instituto de Telesecundaria, se inundó y se perdieron libros de texto, computadoras, pizarrones, equipo de sonido y cañoneras.
El peligro y el miedo existen en la población por lo sucedido. Los comunitarios se informan con vecinos de otras comunidades porque las hidroeléctricas Chixoy emiten alertas cuando se abren las compuertas de la represa y es allí cuando el nivel del río crece considerablemente.
Entre la incertidumbre y desesperanza deciden si regresar a casa o pasar la navidad en albergues.
El Caserío Bethel del municipio de Las Cruces, Peten, esta comunidad se ubica en la frontera con México a orillas del río Usumacinta..