Por Fabian Campos
Las encuestas previas a las elecciones presidenciales en Bolivia aseguraban que Luis Arce no obtendría los votos necesarios para evitar una segunda vuelta contra Carlos Mesa. Contra todo pronóstico, el domingo pasado el Movimiento al Socialismo (MAS) ganó las elecciones con más del 50% de los votos y con más de 20% de ventaja sobre Centro Ciudadano. El triunfo fue tan contundente que todos los actores del golpe de Estado del año pasado tuvieron que reconocerlo inmediatamente.
El ganador Movimiento al Socialismo no es un partido político sino un instrumento político que aglutina diversos movimientos sociales, los cuales tienen una plataforma común y que se reparten el poder y las candidaturas de acuerdo con su correlación de fuerzas interna. Desde finales del siglo pasado las organizaciones sociales aceptaron que uno de los elementos que los unía era Evo Morales. Y todos trabajaron para hacer del líder cocalero un líder nacional e internacional.
En 2005, después de agudas crisis de los gobiernos neoliberales y de cruentas luchas de los movimientos sociales, el Movimiento al Socialismo ganó la presidencia con el 54% de los votos. En 2009, después de convocar a la refundación del Estado boliviano y de crear una nueva constitución política, el MAS ganó la presidencia con el 64.22% de la votación. Esa nueva constitución permite una reelección por lo que los movimientos sociales en 2014 volvieron a ganar la máxima magistratura con el 63.36%. Los resultados demostraban que la estrategia implementada después de 1997 rendía buenos frutos. Pero allí empezó la crisis.
Una parte de los grupos que conforman el MAS empezaron a creer que los resultados eran producto de Evo Morales e impulsaron una reforma constitucional para permitirle una segunda reelección. Para hacerlo legal convocaron a un referéndum el 21 de febrero de 2016. Los resultados fueron desastrosos para Evo Morales. El 51.3% de los bolivianos rechazó que se modificara la constitución, pero significativamente una parte importante de los que rechazaron la medida eran votantes del MAS. Era un porcentaje tan importante por dos motivos. Primero, ese 15% del electorado era el que le permitía tener mayoría absoluta en el Congreso y gobernar sin hacer prácticamente ninguna concesión a la derecha. Dos, esos votantes eran los que garantizaban que no hubiera segunda vuelta.
Evo Morales y sus seguidores no entendieron el mensaje y reformaron por la vía del poder judicial la constitución. Evo Morales se impuso y se presentó a las elecciones de 2019. Los movimientos sociales que conformaban el MAS se fracturaron. Los resultados previsibles fueron los de las elecciones del año pasado, Evo Morales tenía el respaldo de una parte importante de la población, pero no le alcanzaba para evitar la segunda vuelta. Por primera vez en quince años la derecha boliviana tenía una oportunidad de llegar al poder, de la mano de los errores del que encarnaba sus peores miedos y fobias.
Con el golpe de Estado de noviembre del año pasado la derecha boliviana le hizo un favor al Movimiento al Socialismo. Centenares de miles de jóvenes bolivianos que no vivieron las cruentas luchas por el gas y el agua salieron a votar este domingo pasado. Vivir un terrible año de pandemia bajo la férula del libre mercado les enseñó que ese no es el camino para quienes defienden la vida. Un año de políticas regresivas, negocios al amparo del Estado y del desmantelamiento de políticas redistributivas sirvieron para que la mayoría de los bolivianos recordaran los motivos de las luchas de hace dos décadas y hicieran sentir su rechazo hacía los perpetradores del horror neoliberal que hoy se presentaban como sus salvadores.
Pero además de acercarle nuevos votantes y entregarle el poder, la derecha boliviana le está haciendo un favor todavía más grande al Movimiento al Socialismo, la posibilidad de institucionalizar la revolución boliviana.
Resultado de las votaciones del domingo pasado la derecha tendrá por primera vez en tres lustros un peso importante en el Congreso. Luis Arce tendrá que gobernar con ellos, negociar medidas y reformas. David Choquecahua tendrá la oportunidad de reestablecer los lazos con los movimientos sociales que se alejaron del MAS. El Movimiento al Socialismo podrá recuperar su espíritu de instrumento político donde los liderazgos son una vía, pero no el fin. El nuevo gobierno podrá poner en la discusión pública temas que para Evo Morales resultaban de difícil acceso como la agenda del movimiento feminista. Tendrá la oportunidad de retirarse de la política para regocijarse de haber conducido la transformación más profunda de Bolivia en doscientos años.
Los retos no son menores, pero no empañan la alegría de los bolivianos por haber vencido a Donald Trump, la derecha latinoamericana y a la boliviana con su presencia en las urnas el domingo pasado.
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