Por Stef Arreaga
En un sistema colapsado es importante la parte forense, pese a que lo central es salvar vidas, este ámbito está vinculada al duelo y la subjetividad.
Hasta el 29 de junio de 2020, un total de 2 millones 490 mil 623 casos de COVID-19 han sido registrados en América Latina y el Caribe y un total de 112 mil 258 fallecidos. Brasil es el país más afectado por esta pandemia, con más de un millón de casos confirmados. A nivel centroamericano, en el mismo periodo, Guatemala ocupa el primer lugar en contagios con 17 mil 410 positivos; el primer lugar en fallecidos, con 748 personas, incluyendo a un niño de 3 años fallecido este 29 de junio del 2020; y también ocupa el último lugar en pruebas realizadas: 1,754 pruebas por cada millón de habitantes.
Quienes administran las morgues han informado el colapso de las mismas, y frente a esta situación, han tenido que encontrar soluciones para hacerle frente a una realidad que parece empeorar.
El sistema de salud enfrenta la COVID-19 con fondos que siguen sin ejecutarse adecuadamente, el personal de salud continúa sin insumos y equipo de protección personal, hay cerca de 500 trabajadores de la salud contagiados por este virus, sin contar a los del IGSS y el número de pacientes positivos sobrepasa la capacidad de espacio y personal para recibirles.
Hasta el jueves pasado, 9 médicos de distintos hospitales y 13 trabajadores de la salud del IGSS han perdido la vida. Al mismo tiempo, más de 13 mil casos activos se registran en Guatemala, y según el último informe de la Comisión Presidencial contra el Coronavirus (Coprecovid) entregado al Congreso de la República, solamente hay 1,000 camas disponibles en los 22 departamentos.
Procedimientos para el manejo de cadáveres
El Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), a través de la Unidad de Gestión de Riesgos, creó un documento el 7 de abril de 2020 llamado “Procedimientos para la preparación y respuesta frente al coronavirus”, en su contenido se señala una serie de lineamientos y procedimientos para el manejo de cadáveres infectados con el coronavirus, y una descripción de procedimientos para servicios de salud, funerarias y cementerios.
Los protocolos nacionales e internacionales indican que todas las personas que tengan contacto con cadáveres de personas que han fallecido con esta enfermedad deben contar con el equipo de protección personal completo: mascarilla N95, guantes de látex descartables, gafas protectoras, traje quirúrgico y además aplicar higiene de manos y limpieza ambiental.
Cuando un cuerpo es trasladado a la morgue de los hospitales donde fallecen estos protocolos dicen que, idealmente, deben de ser refrigerados de 2 – 4 grados centigrados. Pero no siempre es posible contar con instalaciones lo suficientemente grandes para acomodar a las personas fallecidas, y sobre todo en Guatemala, donde solamente un lugar cuenta con cuarto frío. Una de las opciones que se ha utilizado a nivel internacional, es el uso de contenedores de transporte marítimo/terrestre refrigerados. Para que permanezca el tiempo de inhumación oficial de 6 horas.
Según los protocolos del MSPAS, si las morgues no cuentan con este recurso pueden usar hielo seco. El documento también indica que los cuerpos se deben colocar en bolsas especiales para cadáveres o envolver en una sábana antes de almacenarlos.
El Hospital Roosevelt adquirió el cuatro de mayo un contenedor, ubicado a unos 15 metros de la morgue. La encargada de comunicación social de este hospital, Sharon Ávila, informó que desde el inicio de la pandemia se determinó que los fallecidos por COVID-19 permanecerían en un espacio distinto a los fallecidos por otras causas. “En la morgue hay un espacio para 16 cadáveres, pero se había habilitado otro espacio en donde solo cabían 10, esa área era solo para coronavirus. Pero ahora con el frigorífico, los cuerpos se meten en bolsas especiales, se hace un embalaje de tipo hospitalario y tenemos una capacidad para tener de 25 a 30 cuerpos”. Este es el único hospital nacional que cuenta con un espacio frío para mantener cadáveres, y se hace indispensable por ser el hospital de la red nacional más grande para atender a pacientes COVID-19 positivos.
Recientemente el cuerpo de médicos del hospital Roosevelt informó que estaban al borde del colapso, atendiendo a más de 140 pacientes positivos y 70 más en intensivo. Además, informaron que el área de la morgue estaba recibiendo un aproximado de 90 cadáveres diarios por distintas causas de muerte. Hasta el 21 de junio de este año, el Hospital Roosevelt había registrado 122 fallecidos de COVID-19, según el MSPAS.
Otro de los hospitales de mayor capacidad para la atención de pacientes positivos de COVID-19 es el Hospital General San Juan de Dios, según una reciente verificación que hizo la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH) encontró que la morgue de este hospital no cuenta con un cuarto frío para el resguardo de cadáveres. Además, la ruta de almacenamiento indica que si el cuerpo no es reclamado por familiares en el transcurso de las 24 horas posteriores a la muerte, se documenta como xx y se envía a inhumación en una fosa del Cementerio la Verbena, ubicado en la zona siete de la ciudad de Guatemala. Y si se tiene información de familiares, se les notifica y se les entrega para su entierro.
Actualmente en el San Juan de Dios se atienden a 55 pacientes positivos de COVID-19 cuando originalmente estaba preparado para 20 y cada vez siguen llegando más personas a quienes se les están realizando pruebas de manera limitada, según informaron trabajadores de este centro asistencial.
Una fuente anónima nos informó que hay tres turnos para pacientes COVID-19: de 7:00 a.m. a 1:00 p.m., de 1:00 p.m. a 7:00 p.m. y de 7:00 pm a 7:00 am. “En cada uno de los turnos mueren de tres a seis personas, esto significa que en promedio están muriendo 12 o más personas diarias de COVID-19”, mencionó.
Según el MSPAS, hasta el 21 de junio habían fallecido de este virus 67 personas en este hospital de la zona 1 capitalina.
El manejo de cadáveres en otros hospitales se hace más complicado cuando no cuentan con una morgue. Como en el caso del Hospital Regional de Occidente (HRO), ubicado en la cabecera departamental de Quetzaltenango, que no cuenta con una morgue para los fallecidos por coronavirus, por lo que utilizaban una ambulancia vieja para depositar cuerpo,s mientras se hacían los trámites correspondientes para su inhumación. “Cuando se juntan tres cuerpos y la familia no puede pagar una funeraria, se los llevan solo en la bolsa donde están y así se entierran. Si la familia contrata un servicio privado, la funeraria se encarga de recoger el cuerpo e inhumarlo”, mencionó un trabajador de este hospital, que pidió el anonimato.
Según las autoridades de Salud, hasta el 21 de junio habían fallecido 12 personas en este hospital.
En el caso del IGSS, Jorge Hidalgo, del Sindicato de Trabajadores del IGSS (SINTRAIGSS) informó que al igual que los otros hospitales, también se rigen por el protocolo establecido por el ente rector, que es el manual de procedimientos para la preparación y respuesta frente al coronavirus del MSPAS, que incluye una serie de lineamientos para el manejo de cadáveres. Ellos no cuentan con cuarto frío, dice que tuvieron, pero que hace varios años se los quitaron.
Según el MSPAS hasta el 21 de junio habían fallecido 217 personas en esta institución y las sedes periféricas.
El papel de las funerarias y el desconocimiento para el manejo de cadáveres
La mayoría de personas al recibir la noticia de la muerte de un familiar, deben buscar una funeraria con precios accesibles. No todos tienen la oportunidad de pagar un servicio funerario, especialmente cuando se trata de una muerte rápida por esta enfermedad. Por esta razón, decidimos hablar con el personal de una de estas empresas, cercana a un centro asistencial, cuyo nombre nos pidieron mantener en el anonimato. Ofrecieron detalles sobre el procedimiento luego de la muerte de un paciente.
Luego de que el hospital avisa a los familiares de la muerte, esta se ve obligada a contratar un servicio funerario. Cada funeraria tiene diferente forma de trabajar con el tratamiento de las personas fallecidas. Al entregar el certificado de defunción la funeraria se encarga de los otros trámites. Si no cuentan con terreno en un cementerio privado, se llama a la Verbena, que les indica la hora a la que pueden llegar. “En ese momento sabemos cuánto tiempo tenemos para trabajar, pero si falleció en la tarde a veces no da tiempo y avisamos al hospital que se retirará el cuerpo a primera hora de la mañana”, mencionó uno de los trabajadores. Si la persona que falleció es de algún departamento, y muere en el departamento de Guatemala, no puede ser trasladado, debe ser enterrado en la ciudad.
“Los hospitales los entregan en bolsas especiales y así se meten al ataúd. Se llevan tres atomizadores: uno con cloro, otro con alcohol y otro con desinfectante de uso hospitalario y se rocían antes de meterlos a la caja. Hay algunos hospitales que nos los entregan solo envueltos en sábanas o en nylon como en el caso del Roosevelt y el IGSS, nos los dan sin protección y nos toca envolverlo en un plástico especial, y rociamos con los tres líquidos.”
Esta funeraria antes de la pandemia recibía de 2 a 4 cadáveres diarios. Ahora reciben hasta 23 cuerpos en un solo día, de los cuales 4 o 6 son víctimas mortales de la COVID-19. Pero a criterio de estos trabajadores no es una coincidencia la cantidad de muertes en estos últimos tiempos y piensan que de alguna manera están íntimamente ligadas estas muertes con la pandemia.
El costo más económico para un servicio es de Q 2,500 que incluye los trámites en el Registro Nacional de las Personas (RENAP), Ministerio Público (MP) y Policía Nacional Civil (PNC), el ataúd y la movilización del cuerpo del hospital o lugar de deceso a la funeraria y finalmente hasta el lugar donde se realiza el entierro.
Según el Ministerio de Salud y los protocolos establecidos están prohibidos los funerales, velatorios y servicios religiosos por la crisis sanitaria existente.
Hablamos con integrantes de la Asociación de Funerarias de Guatemala para saber los procedimientos que utilizan al recibir cuerpos fallecidos por COVID-19 y nos informaron que cada funeraria maneja medidas de protección y procedimientos similares. Indicaron que nunca han recibido capacitación de las autoridades de Salud para trabajar con cuerpos contagiados por este virus. Y que hasta el momento no ha tenido contacto con ellos y sus asociados.
Al consultar con este ministerio, nos indicaron que sí han realizado capacitaciones a funerarias y encargados de cementerios, principalmente en el área rural. La inhumación o entierro deberá practicarse dentro de las siguientes seis horas según los criterios y normas de Guatemala. Sobre el tema, la OMS señala que la decisión de incinerar o enterrar a una persona fallecida por COVID-19 corresponde a la familia, siempre y cuando se mantengan las normas nacionales y locales. En el caso de Guatemala, solamente pueden asistir a cementerios privados y algunos cementerios municipales 3 personas como máximo, quedando prohibida la asistencia de niños, adultos mayores o personas con enfermedades crónicas y no puede durar más de 15 minutos el funeral.
En el caso del cementerio La Verbena, la familia podrá acompañar hasta la entrada del mismo. Pero si se trata de una persona no identificada, el procedimiento dice que deben tomarle fotografías y huellas y se inhumará inmediatamente en el cementerio determinado. En otras partes del mundo estos procedimientos son realizados sin impedimentos, pero en Guatemala la historia es diferente.
Entierros y estigma social
El estigma asociado con los fallecidos por COVID-19 ha generado conflictos sociales en distintas áreas. Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades el estigma es la discriminación y la necesidad de culpar a alguien por el temor a la enfermedad y a la muerte, y esto genera chismes, rumores y mitos. El temor y la ansiedad alrededor de esta pandemia y en este caso, al manejo de fallecidos ha tenido más impacto en algunos lugares del país.
25 de abril, vecinos de la zona 3 de Totonicapán se opusieron al entierro de una mujer de 61 años originaria de la Aldea Chipuac, que falleció en el hospital nacional departamental José Felipe Flores. Los vecinos se organizaron frente al Cementerio General porque las autoridades municipales llevaron una excavadora para abrir una fosa. Los pobladores solicitaron que los entierros de personas contagiadas con el virus se realicen en un predio alejado del área urbana.
9 de junio, vecinos de la aldea Chocolá, San Pablo Jocopilas, Suchitepéquez, impidieron que fuera enterrado en el cementerio de la localidad un hombre de 45 años que murió a causa de este virus. Familiares de la víctima indicaron que los líderes comunitarios se opusieron a que la alcaldía hiciera uso del lugar designado para enterrar a las víctimas de COVID-19 y finalmente quedó enterrado en un basurero.
18 de junio, la madrugada de ese día varios vecinos prendieron fuego a las oficinas administrativas del Cementerio General de Escuintla por la inconformidad de las inhumaciones de personas fallecidas por COVID-19.
Costos diferenciados
Al inicio de la pandemia el MSPAS designó al Cementerio la Verbena como el lugar adecuado para inhumar a víctimas mortales por COVID-19 en el municipio de Guatemala. En ese momento, 2 mil espacios fueron habilitados para este propósito. Además excavaron en el área final de este lugar, que está alejado de áreas urbanas y nacimientos de agua. Como se mencionó, en este cementerio existe prohibición para que familiares de víctimas mortales asistan a los entierros.
En el caso de cementerios privados, si no se cuenta con un terreno, el costo es de Q 34 mil o más. Estas cantidades pueden dividirse en hasta 72 meses para pagar y con un enganche de Q 5 mil. Pero si se cuenta con un terreno previamente adquirido, la familia deberá pagar para la inhumación cerca de Q 3,800 dependiendo el cementerio. En estos sitios, solamente dos personas pueden presenciar el entierro y pueden acompañar hasta 3 vehículos con máximo de 8 personas en total sin bajarse del mismo.El manual de procedimientos del Ministerio de Salud indica que los cementerios en donde se realizan las inhumaciones los terrenos sea de arena-arcilla y alcalinas, para evitar la contaminación de agua y con una profundidad mínima de 2.5 metros.
Los cementerios de distintos municipios y departamentos designados para el entierro de fallecidos por COVID-19, deben estar informados y aplicar los protocolos establecidos por el Ministerio de Salud.En el caso de defunciones masivas que superen la capacidad de dichos lugares, se pueden habilitar otros sitios que deben llenar los requisitos que la ley exige. Se podrá hacer uso de fosas comunes con medidas determinadas. Al elegir el lugar de sepultura deben tenerse en cuenta condiciones de suelo, espacio y el nivel freático del agua, es decir que no haya agua subterránea que tenga contacto con estos lugares.