Por: Carlos Ernesto Cano
En los últimos meses del gobierno de Jimmy Morales, el presidente evangélico de Guatemala, en cada intervención, discurso, entrevista o manifestación pública en la que ha participado invoca el nombre de dios y eso nos deja ver y entender que la política y la religión no están separadas en la toma de decisiones del actual gobierno. Pero no solo el jefe del poder ejecutivo utiliza a la deidad como argumento discursivo y retórico, también lo hacen los otros presidentes de los poderes, el legislativo y el judicial, que al parecer, se han puesto de acuerdo para gobernar de esta forma, con la biblia en la mano.
Es fundamental entender que la mayoría de la población en Guatemala es cristiana y los neo pentecostales cada vez van adquiriendo más adeptos, seguidores o fanáticos y es ahí donde radica la fuerza y el contenido de los discursos de los gobernantes para hablarle a los ciudadanos, aunque cada vez más son más fanáticos religiosos que ciudadanos, pareciera que estuvieran en un culto o servicio cristiano que en una intervención política.
Bendiciones, que dios le bendiga, vaya con dios, dios guarde su camino y sobre todo dios bendiga a Guatemala, son frases que con el pasar del tiempo se convierten en falacias lógicas del tipo argumentum ad baculum y argumentum ad ignorantiam, pero sobre todo, son utilizadas para generar temor y docilidad en las personas debido a que el discurso religioso ha sido utilizado para eso, la dominación de las mentes y de los cuerpos de las y los fieles creyentes-ciudadanos.
La utilización de los medios tradicionales de comunicación han sido fundamentales para la difusión de este tipo de mensaje, es decir que la religión y la política vayan de la mano y salgan de las bocas de los pastores evangélicos, apóstoles, presidentes ungidos, ministros elegidos por “el señor” y demás puestos o cargos que ellos mismos se autoproclaman. Y quizá, el ejemplo con mayor renombre sea el del señor que se hace nombrar como “Cash” Luna, un personaje a todas luces controversial y que su forma de actuar y gesticular es muy parecida a la de Jimmy Morales, es decir histriónica y sobreactuada, nos hace reflexionar que en Guatemala el modelo para gobernar es a todas luces una teocracia, en donde se le da más valor a la “palabra del señor” que a la palabra de las y los ciudadanos. Y esta es solo la esfera más visible en la vida pública del país, pero a lo largo y ancho de Guatemala nos encontramos con pastores de “iglesias de garaje” y que su discurso es muy parecido al de los alcaldes locales y viceversa.
Es necesaria la división entre política y religión, esto para promover una verdadera democracia y ventilarla del discurso de la deidad, para que la forma de hacer gobierno en éste país, sea una democracia en el sentido radical de su concepto, algo así como lo acaban de hacer nuestras y nuestros vecinos costarricenses que se decantaron por el candidato que no utilizó a dios como su único argumento para lograr la presidencia.